“El humahuaqueño”, el himno de los carnavalitos que fue escrito en un tranvía porteño por alguien que no conocía Jujuy

Edmundo Zaldívar (h) escribió este clásico del folklore sin haber estado jamás en Jujuy; luego de que su canción fuera un éxito y de conocer el noroeste argentino, quiso que su vida terminará en “esas piedras y bajo el cielo de Humahuaca”

ntre tantos cambios de planes a los que nos ha obligado la pandemia de coronavirus, el hecho de homenajear o de recordar según lo deseamos es parte importante de esa lista. Desde cumpleaños hasta aniversarios con números redondos. Claro que el motivo siempre se debe imponer al momento y si no se pudo festejar un año quedará para el siguiente. En 2021 se cumplieron los 70 años del carnavalito “El humahuaqueño”. Pero como su vigencia es inoxidable, bien valió un homenaje a su autor, Edmundo Zaldívar, en la última edición del Festival del Carnavalito, que se realizó el 7 de febrero pasado, en Humahuaca.

Dentro de este festival, el homenaje se realizó en el cementerio de San Antonio de Humahuaca, donde Zaldívar fue enterrado (ese había sido su deseo). Luego, en caravana, los asistentes se trasladaron al monumento de los Héroes Anónimos de la Independencia, donde se escuchó el tradicional tema, convertido en uno de los grandes himnos folklóricos del noroeste argentino. Esa árida y absolutamente pintoresca zona de la quebrada jujeña le dio a Zaldívar lo que ninguna otra cosa le aportó. Y lo mismo se puede decir si alteramos los factores. Porque su carnavalito se convirtió en el pasaporte y la carta de presentación que Humahuaca tiene frente al mundo. “Llegando está el carnaval quebradeño, mi cholita”.

La historia de Zaldívar y su canción encaja en la frase que reza que nadie es profeta en su tierra. Porque si bien este músico ha hecho una carrera con toda su porteñidad, “El humahuaqueño” ha sido un hito insuperable que se acrecienta en el hecho de haber sido escrito por un hombre que nunca había estado en el Noroeste Argentino. Ese dato -en tiempos en los que no había internet y solo se podía conocer las culturas y los paisajes del NOA por libros, revistas o alguna película- lo hace mucho más pintoresco. Y si le agregamos que los primeros versos surgieron mientras el autor viajaba en tranvía, mucho más.

Las versiones cantadas o grabadas se pueden contar de a cientos o, incluso, miles. Porque los clásicos viajan de boca en boca y no mueren. Para todo folklorista que se precie de tal (lo mismo sucede con clásicos como “Kilómetros 11″, para los chamameceros), “El humahuaqueño” resulta imprescindible. Debe estar en el cancionero de todos aquellos que interpretan repertorios tradicionales de la región. Pero también es un tema que ha llegado a las voces más remotas, como las de Roberto Carlos o Pitbull. Tampoco faltaron personajes del espectáculo, como King África, que han sabido echar mano al clásico porteño que habla de Jujuy.

La versión a la que arriba Pitbull es muy graciosa. Llega como invitado de la popular cantante brasileña Claudia Leitte para un tema llamado simplemente “Carnaval”, que toma, en sus primeros compases, la melodía del clásico argentino. Pero su letra es totalmente distinta. “This is my carnaval , ieaeaea-eá. This is may carnaval , ieaeaea-eá. Shake it and drop it, shake it and drop it, You know it’s going down (Este es mi carnaval. Sacúdelo y suéltalo, sabes que va a caer.”

La letra original, que en nada se asemeja a la versión anglo-brasileña es muy sencilla, y también algo llamativa por la reunión de tres instrumentos que no eran la sociedad perfecta en los carnavalitos. “Llegando está el carnaval, quebradeño mi cholita. Llegando está el carnaval. Quebradeño mi cholita. Fiesta de la quebrada, Humahuaqueña para cantar. Erke, charango y bombo, Carnavalito para bailar. Quebradeño, humahuaqueñito. Quebradeño, humahuaqueñito”. El resto es una repetición de estos versos. Simple, no cuenta una historia, solo dice que el carnaval llega, y juega sobre un motivo melódico instrumental breve, de apenas tres notas. Apenas con eso llegó a ser un éxito y un himno popular.

Zaldívar habría encontrado primero el ritmo que lo asoció a una danza del noroeste argentino y que luego lo conectó con palabras icónicas: cholita, humahuaqueño, quebradeño, bombo, charango, erke. Había en su vida un suelo todavía no pisado pero que podía evocar desde aquella canción que nació en 1941. Acaso como una revelación que apareció un día que viajaba desde su casa (vivía en Tucumán y Reconquista), en el tranvía 99, hasta los estudios de Radio El Mundo, donde trabajaba como músico. El ruido del monovagón lo habría inspirado. Primero, un motivo tritónico (resumido de una escala pentatónica) como introducción y luego la melodía que cobijaría unas pocas palabras.

Edmundo Zaldívar (h)
Edmundo Zaldívar (h)

Para 1955, Zaldívar pudo publicar su versión en un long play dedicado a una serie de carnavalitos que había compuesto durante esa última década y media. La grabación está realizada por Edmundo P. Zaldívar (H) y su conjunto de Arte Folclórico y Nativo, junto a varios cantantes invitados. En la contratapa del álbum se puede leer una carta que el compositor publicó a modo de autobiografía.

“Harto difícil es hablar de sí mismo, de modo que quienes hayan de leernos puedan formarse un juicio favorable sobre la propia justicia y ecuanimidad de conceptos. He de satisfacer mis principios en tu beneficio propio, lector: Nací en Buenos Aires, en la Capital Federal, el 9 de Octubre de 1917. Varias generaciones de argentinos opacaron en lejanía mi origen vascuence. Amigo, compañero y sombra de mi padre, agregué a la herencia biológica transmitida, la amistad querida de un gran amigo desaparecido: Don Dalmacio Castrillo; a él le escuché ejecutar quena y charango cuando contaba 5 o 6 años de edad. Fui su ‘amigo’ a pesar de la enorme diferencia de años y a esa amistad debo yo haber despertado una tremenda vocación, férrea e inquebrantable hacia el folklore y sus expresiones. Han transcurrido ya más de treinta años y me hallo satisfecho de haber cumplido la misión que me impusiera de estudiar, difundir y crear sobre esta materia, con honestidad, limpiamente y sin mercantilismos. Ello no ha sido tarea fácil ni cómoda; hube de conocer todas las vicisitudes de los que comienzan desde el llano. Autodidacta, me formé en la propia decisión y esfuerzo. Poseo una cultura apreciable sin ser leguleyo. Asimismo para sobrevivir, hube de aplicarme en la guitarra y fue así que como instrumentista rítmico, toda la gama de nacionalidades musicales; colaboré con infinidad de artistas y orquestas, en peñas, conferencias, actos culturales, etc. Larga ha sido la distancia recorrida; duras y desalentadoras sus etapas. La experiencia se nutre de tropiezos, luchas y fracasos. ¡Cuanta enseñanza da el camino! Frente al espectáculo de la montaña, mis ojos se nublan de emoción y llanto. Quiero a la piedra como mi sentimiento más puro. Jujuy, el Jujuy querido es predilección entrañable; si algo pudiera reclamar un día, sería ser hijo de ese rincón de la Patria. Me siento identificado con sus piedras, sus cardones y sus vientos bravos. Con el alma de su paisaje. A través de mi música hasta apartados confines del mundo se ha hecho presente el mensaje jujeño. Pueda que alguna vez, en regreso hacia el sueño mineral me acunen sus piedras bajo las estrellas del cielo de Humahuaca”. Con esas últimas palabras había dejado claro en donde quería dejar su cuerpo para pasar a otra vida, hecho que sucedió en 1978, cuando Zaldívar tenía 60 años.

Sobre gustos, todo y nada se ha escrito. Pero al momento de elegir versiones renovadoras, es mejor optar por alguna del Chango Farías Gómez en vez del engendro anglo-brasileño más reciente. O por cualquiera de los artistas argentinos que lo recrean. De Tomás Lipán aLos Tekis o Los Nocheros.

Fuente: Mauro Apicella, La Nación