Elon Musk es el mayor accionista de Twitter: una larga obsesión por decirle al mundo lo que piensa

Tal como dijo hace unos días, se considera un “absolutista” de la libertad de expresión; pagó casi 3000 millones de dólares para ser el mayor accionista de Twitter, la plataforma que usa para contarle sus pensamientos al planeta.

Elon Musk es ahora el dueño del 9,2 por ciento de TwitterPagó 2890 millones de dólares para poder decirle lo que piensa, sin filtros, a sus 80 millones de seguidores. Y lo hizo, además, después de hacer una encuesta entre otros usuarios, donde les preguntó si estaban de acuerdo con las políticas de libertad de expresión que aplica la plataforma.

“La libertad de expresión es esencial para una democracia que funcione. ¿Crees que Twitter se adhiere rigurosamente a este principio?” preguntó Elon Musk. Más de dos millones de personas respondieron: el 70 por ciento cree que no. Más allá de qué matices esconde ese “no”, para Musk fue un espaldarazo para, primero, sugerir que evaluaba crear una red social alternativa, como hizo Donald Trump con Truth Social, la red social que creó luego de que cancelaran sus cuentas en Twitter y Facebook.

Elon Musk siempre usó Twitter como una forma de conexión con sus seguidores; también, como un medio de difusión de sus productos y de sus ideas (aprovechando que tiene 80 millones de usuarios), sin importar lo alocadas que sean y apostando siempre por la defensa de la libertad de expresión a ultranza. Suele usar Twitter como una conversación privada, pero con 80 millones de oyentes.

En 2020 sugirió que era una buena idea usar hidroxicloroquina para tratar el coronavirus, aunque no es médico y no estaba probado su éxito (de hecho, la OMS sugirió más tarde que no se use como tratamiento). En el medio aseguró que el pánico por el coronavirus era una tontería.

También amenazó con hacerle juicio al condado de Alameda, en California, por cerrar las fábricas de la compañía -al igual que miles de otras- en el inicio de la pandemia de coronavirus.


Por lejos, el tuit que más problemas le trajo a Elon Musk viene de 2018, cuando dijo públicamente que estaba pensando en hacer de Tesla una compañía privada, y que recompraría las acciones en manos públicas por 420 dólares cada una. Ese tuit fue considerado fraude por la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (forzaba el precio de la acción) y le costó una multa de 20 millones de dólares, la presidencia de Tesla y tener una tutela sobre su cuenta de Twitter por varios años.


También acusó de pedófilo a Vernon Unsworth, un espeleólogo inglés que rescató a los chicos atrapados en una cueva tailandesa; Musk había ofrecido diseñar un mini submarino para entrar en la cueva, algo que el experto consideró una acción de marketing; Musk se refirió a esa persona como “pedo guy”, que Unsworth tomó como una referencia a “pedófilo”; Musk más tarde dijo que era una expresión común en su Sudáfrica natal; luego borró el tuit, pero fue a juicio por difamación en 2019; lo terminó ganando.

En 2016, harto de estar atrapado en un embotellamiento, contó en vivo cuál era su idea para agilizar el tráfico: una red de túneles subterráneos para transportar vehículos. La compañía se llama Boring Company (un juego de palabras entre “tuneladora” y “aburrida”).

También desafió a Vladimir Putin a una pelea a las piñas por el futuro de Ucrania.

La lista sigue. Para Musk, poder decir lo que piensa, sin importar las consecuencias, es clave. En febrero de este año, Musk se quejó de que la Comisión de Valores de EE.UU. estaba haciendo esfuerzos “exagerados” para reducir su capacidad para expresarse libremente, una postura que ha reiterado en los últimos años. Se considera a sí mismo un “absolutista de la libertad de expresión”, como declaró al hacer público que algunos gobiernos (no identificados) le pedían que limitase la visibilidad de fuentes de noticias rusas.