Pero un día de febrero de 2016, después de haber merodeado durante un tiempo en torno de un equipo de cazadores de fósiles del nordeste de ese país en busca de trabajo, de quedarse observando y aprendiendo, al cavar una madriguera para mantener a sus animales más pequeños a salvo de las hienas, divisó unos dientes que sobresalían de la arena compacta. Extrajo una mandíbula y se la llevó al jefe del grupo, el paleoantropólogo etíope Yohannes Haile-Selassie, del Museo de Historia Natural Cleveland de Ohio.
Ese hallazgo casual fue la punta del ovillo para un gran descubrimiento: excavando a medio metro de profundidad en el terreno cercano, el equipo desenterró el cráneo notablemente completo de un enigmático ancestro del Homo sapiens, el miembro más antiguo del género que eventualmente condujo hasta los humanos modernos.
Después de tres años de análisis, los investigadores llegaron a la conclusión de que el fósil tiene 3,8 millones de años de antigüedad y lo identificaron como Australopithecus anamensis, un homínido del que se piensa que es un predecesor de la célebre especie de Lucy, Australopithecus afarensis. El nuevo fósil podría obligar a reformular las relaciones del árbol genealógico humano, afirman los autores del trabajo, que ayer se publicó en Nature.
«Es un descubrimiento importante -explica Rolando González-José, director del Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas del Conicet, en Puerto Madryn-. Básicamente, porque viene a cubrir un bache muy significativo en un período de la evolución humana para el cual los restos con que contábamos eran muy fragmentarios: solo trozos de mandíbulas y dientes. Me refiero al período mas basal del linaje del género Australopithecus, los homínidos gráciles que ocuparon el sur y el este africanos hace entre cuatro y dos millones de años. Este resto consiste en un cráneo muy bien preservado, atribuido preliminarmente a A. anamensis sobre la base de su morfología dentaria y de la mandíbula. De hecho, esta especie solo era conocida por trozos de mandíbula y dientes».
La pieza que faltaba
Varios científicos celebran el hallazgo como uno de los más significativos realizados en homínidos en décadas. «El descubrimiento es espectacular -dijo Carol Ward, anatomista evolutiva de la Escuela de Medicina Missouri, citada por Nature-. Varios equipos, incluido el mío, han estado buscando un cráneo de australopiteco como este… Es el espécimen que estábamos esperando».
Según la descripción de Haile-Selassie y coautores, el cráneo presenta maxilares bien proyectados hacia adelante y orificios auditivos ovales. Estos rasgos hacen pensar que tal vez es A. anamensis y no A. afarensis (especie a la que pertenecía Lucy), el ancestro de los homínidos más tardíos que ocuparon el continente africano.
«Aún es pronto para establecer estas relaciones filogenéticas y ahora se abrirá una discusión interesantísima acerca de cómo se ordenan los miembros más antiguos del linaje australopitecino -dice González-José-. Por supuesto, cada vez es más provocativo discutir los niveles de variación interna en estas especies, pues algunos autores se arriesgan a decir que las diferencias observadas entre MRD-VP-1/1 (el nombre que le dieron a este cráneo) y los cráneos atribuidos a A. afarensis podrían ser diferencias tales como las que observamos hoy entre miembros de la misma especie en, por ejemplo, chimpancés, humanos u otros primates».
A. anamensis fue identificado por primera vez en 1995 a partir de unos dientes de cuatro millones de años de antigüedad y de mandíbulas halladas en Kenia. Dadas las fechas, y varias similitudes anatómicas, la mayoría de los investigadores concluyeron que A. anamensis gradualmente dio lugar y fue reemplazado por A. afarensis, que vivió hace entre 3,7 millones y tres millones de años. El nuevo espécimen etíope fue probablemente un individuo con un volumen cerebral de alrededor de 370 centímetros cúbicos, más o menos similar al del chimpancé.
Sin embargo, no todos están convencidos de que el nuevo hallazgo aclare los vínculos existentes entre los australopitecinos, un género de primates que caminaban erguidos y vivieron en el este y el sur de África. Se necesitarán más estudios, pero la nueva pieza del rompecabezas humano parece ser invalorable.
«La importancia de estos fósiles, que al mismo tiempo son antiguos y relativamente completos -concluye González-José-, es que nos fuerzan a ‘reordenar’ todo lo que habíamos analizado sobre la base de restos más fragmentarios. Esto es así porque la conjunción de distintos caracteres en un único espécimen permite saber qué conjuntos de rasgos son el estadio ancestral y cuál es el estadio derivado. Es decir, nos permiten establecer el ‘sentido’ de la evolución, entendido como el cambio morfológico que fue ocurriendo a lo largo de un determinado linaje».
Árbol genealógico
Completan la familia humana
Se cree que el cráneo recuperado debe haber pertenecido a un Australopithecus anamensis, un ancestro de los H. sapiens que existió hace entre cuatro y dos millones de años. Tenía un cerebro pequeño y maxilares proyectados hacia adelante. Dado que se encuentra casi completo, les permitiría a los paleoantropólogos reordenar todo lo que habían elucubrado e inferido en relación con esos homínidos a partir de restos fragmentarios, y probablemente reasignar especímenes a nuevos grupos o hacer desaparecer géneros que habían sido aceptados hasta hoy.
Fuente: Nora Bär, La Nación