La toma de decisiones es un procedimiento mental complejo que involucra varias de las funciones ejecutivas del cerebro (Shutterstock)
Al igual que el término FOMO o “miedo a perderse de” que describe esa sensación desagradable que aparece cuando sentimos que nos estamos perdiendo algo, FOBO, también conocido como “miedo a mejores opciones”, se usa para describir la ansiedad que acompaña a la sobrecarga de opciones. La indecisión cuando la decisión es simple, o todas las opciones son aceptables, es la característica definitoria del FOBO (“Fear Of Better Options”), un fenómeno social acuñado por el autor estadounidense Patrick McGinnis.
El FOBO puede ocurrir en todas partes y va desde la toma de decisiones menores: qué ver en la televisión, qué comer para la cena, a decisiones más importantes, como tomar o no un nuevo trabajo. Cualquiera sea el caso, una persona afligida por este fenómeno puede verse abrumada por las posibilidades de lo que podría ser incluso cuando no se garantiza ningún resultado, y cuando algunas de esas opciones ni siquiera están sobre la mesa.
McGinnis, quien ha estado investigando FOMO y FOBO durante varios años para su próximo libro y para su podcast Fomo Sapiens, argumenta que no necesariamente se trata de un nuevo comportamiento humano. “Estos sentimientos -asegura- son biológicamente parte de quienes somos. Lo llamo la biología de querer lo mejor. Nuestros antepasados hace un millón de años estaban programados para esperar lo mejor porque eso significaba que tenían más probabilidades de tener éxito”.
Para la psicoanalista Friorella Litvinoff, este miedo a elegir tiene que ver -entre otras cosas- con que cuando optamos por algo, obtenemos lo elegido pero renunciamos a las otras opciones y eso es lo que a veces cuesta: perder. “Para ganar un trabajo, hay que rechazar otros; para elegir un departamento hay que descartar otros y así sucesivamente. Esto siempre fue así. Lo que viene a cambiar el paradigma es la época en la que vivimos. Hoy hay muchas más opciones que antes y el marketing comunica que siempre se puede estar mejor”, explicó la especialista en diálogo con Infobae.
¿A qué temen exactamente?
Pero la introducción masiva de la tecnología sofisticada e Internet ha convertido a estos dos fenómenos en un comportamiento social común. Después de todo, ahora somos capaces de compararnos fácilmente entre nosotros (produciendo así sentimientos de FOMO) y abrumarnos con la elección (producir FOBO).
El último, según el experto, aparece en escena impulsado por el narcisismo, porque quien lo padece está poniendo tus propios intereses mucho por delante de los de los demás, lo que deja a todas las personas a su alrededor en un segundo plano. “FOBO es una aflicción de riqueza”, dice McGinnis. “Para tenerlo debes tener opciones. Entonces, cuanto más rico eres, más poderoso eres, más opciones tienes».
La toma de decisiones es un procedimiento mental complejo que involucra varias de las funciones ejecutivas del cerebro, es decir, los procesos cognitivos clave que utiliza el cerebro para controlar el comportamiento, desde la planificación hasta el manejo de los impulsos. Las personas con afecciones como el TDAH y el autismo, donde las funciones ejecutivas pueden verse afectadas, pueden tener dificultades para elegir entre las opciones.
Es posible que se experimente ansiedad en torno a muchos temas diferentes, de los cuales el miedo a elegir la opción incorrecta en lo que respecta a las grandes decisiones de la vida puede ser uno. Sin embargo, para los especialistas es más probable que el miedo a una mejor opción esté relacionado o sea un desencadenante de una afección de ansiedad preexistente en lugar de ser suficiente para garantizar que se lo clasifique como un trastorno de ansiedad por derecho propio.
Algunos psicólogos han descubierto que, en lo que respecta a la toma de decisiones, las personas pueden dividirse en dos grupos: “maximizadores” o “satisfechos”. Los maximizadores son personas que toman una decisión basada en el máximo beneficio a futuro, mientras que los satisfechos tomarán decisiones basadas en un criterio modesto.
Los maximizadores se establecen altos estándares y se decepcionan cuando no logran alcanzarlos, deteniéndose en lo que se perdió en lugar de lo que tienen. Ambos han sido objeto de muchos estudios, pero uno de 2011 llevado a cabo por un equipo dirigido por Joyce Erlingher de la Universidad Estatal de Florida y publicado en la revista Personalidad y Diferencias Individuales reveló que “los maximizadores muestran menos compromiso con sus elecciones que los satisfechos de una manera que los deja menos satisfechos”. Es decir, ¿es más probable que los maximizadores estén descontentos con su elección, una vez que finalmente lleguen a ella? Su conclusión: un rotundo sí. “Los maximizadores pierden los beneficios psicológicos del compromiso”, dicen los autores.
Para Litvinoff, sin embargo, lo que hoy se denomina como FOBO es lo que en el psicoanálisis establece cómo uno de los rasgos de la neurosis obsesiva: una posición dubitativa de una persona a la cual le cuesta elegir entre las opciones que tiene. “Si bien es interesante reflexionar sobre nuestras opciones y replantearnos nuestras elecciones, un exceso de esto puede reflejar inseguridad y dar cuenta de que no valoramos lo que elegimos y tenemos; y un buen ejercicio es preguntarnos si nos estamos dando el tiempo necesario para analizar cuan satisfechos estamos con la elección antes de modificarla”, aseveró.
Quizás entonces, aquellos con FOBO son simplemente maximizadores facilitados por la tecnología contemporánea, o quizás la tecnología contemporánea nos está convirtiendo a más de nosotros en maximizadores. Cualquiera sea el caso, para McGinnis, identificar correctamente este fenómeno y darle un nombre es crucial para cambiar estos comportamientos, que él considera “destructivos”.
Fuente: Infobae