Fue distinguida por la revista Time: Sandra Díaz, la científica del Conicet que investiga las profesiones de las plantas

Fue considerada entre las 100 personas más influyentes del mundo.

Díaz explica que estudia las plantas no por sus nombres o características físicas, sino por sus “profesiones”; es decir, a qué se dedica cada una y cuál es su función ecosistémica Gentileza Ipbes

“Con un millón de las ocho millones de especies de plantas y animales del planeta en peligro de extinción y escasos fondos para proteger la naturaleza, el mundo necesita muchos más líderes como Sandra”, publicó la revista Time al distinguir como una de las 100 personalidades más influyentes del mundo a la bióloga argentina Sandra Díaz, investigadora superior del Conicet y docente en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). El otro argentino destacado en esa lista fue el presidente Javier Milei.

Díaz tiene una larga lista de reconocimientos internacionales en su haber, la más reciente, en febrero último, cuando recibió el Premio Tyler al “Logro Ambiental”, una de las distinciones más importantes en el área, que se conoce como el “Nobel del Medio Ambiente”. El comité que la premió la mencionó como una de las “poderosas voces del sur global” en materia de ecología. “El trabajo de Sandra Díaz ha sido fundamental para redefinir cómo se conceptualiza y valora la biodiversidad en el mundo”, destacó el comité que la premió junto al antropólogo brasileño-estadounidense Eduardo Brondízio.

Hay dos características del trabajo de Díaz que destacan los jurados de los premios y distinciones que recibió en los últimos tiempos: lo que investiga (“las profesiones de las plantas”) y cómo lo hace: en equipos interdisciplinarios que incluyen profesionales de ciencias sociales y económicas, para salir del paradigma científico tradicional y comprender la complejidad social de lo que investiga, en el mundo real.

Cuando le preguntan a qué se dedica, Díaz lo explica con una sencillez muy pedagógica: dice que estudia las plantas no por sus nombres o características físicas, sino por sus “profesiones”. Es decir, a qué se dedica cada una y cuál es su función ecosistémica. Esta simple explicación resume años y años de investigación que Díaz plasmó en sus trabajos con el concepto de “diversidad funcional”, que consiste en considerar no solo el número de especies, sino en comprender cómo interactúan con su entorno y cómo afectan al resto del tejido vivo.

“Trabajo tratando de describir las plantas no por su nombre solamente, por su nombre taxonómico, sino por su profesión, por así decirlo, por el tipo de características físicas que tienen, que hacen que, más allá de cómo se llamen o de dónde vengan en el árbol familiar, cause que estas plantas reaccionen de un modo particular y hasta cierto punto predecible ante distintos factores ambientales. Ante el clima, ante el tipo de suelo, ante el uso de la tierra. Y estas características también hacen que determinadas plantas sean, por ejemplo, más deseables para los herbívoros y para los polinizadores y sean más susceptibles a las enfermedades”, explicó Díaz en una entrevista con el canal de televisión de la Universidad Nacional de Córdoba.

“Estudiamos las plantas, en función de sus relaciones con otros seres vivos. Y finalmente, estas plantas, según sus características diferenciales, que también significan una serie de beneficios y también perjuicios para distintos actores sociales. No buscamos decir, determinadas plantas son buenas o malas para la humanidad, sino que hacemos un zoom y decimos: ‘bueno, según el tipo de actores sociales, según el tipo de quehacer, algunas plantas son mejores o peores, y algunas son muy buenas en algún aspecto y muy malas en otros para el mismo actor social’. Para esto, tratamos de vincularnos con referentes de la sociología y de la antropología para entender cómo se entretejen las sociedades con la naturaleza”, indicó Díaz.

La biodiversidad

La investigadora suele aclarar que la biodiversidad no solo debe medirse por la cantidad de especies, sino también por su funcionalidad dentro de los ecosistemas.

“Mi trabajo no solo tiene que ver con plantas de la Argentina, sino también con grandes bases de datos y con tratar de encontrar patrones generales en plantas de distintos lugares del mundo, y por eso viajo bastante. Cuando voy a ver organismos nuevos me encanta. Pero mi base está en la Argentina, en el Conicet y en la Universidad Nacional de Córdoba”, detalló la investigadora.

Díaz nació en Bell Ville, a 210 kilómetros al sureste de la capital de Córdoba. Egresada de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba, donde sigue enseñando, es investigadora superior del Conicet en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal. También integra las academias de ciencias de Estados Unidos y de Francia; recibió el premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2019. En 2018 fue mencionada por la revista Nature como uno de los cinco científicos “to watch” (para mirar) ese año. En 2023, Díaz fue reconocida con el Premio Konex de Brillante en Ciencia y Tecnología en la Argentina y la Medalla Linneana por la Sociedad Linneana de Londres.

“Salir de lo estrictamente biológico”

El otro aspecto del trabajo de Díaz que le vale tantos reconocimientos tiene que ver con el abordaje que impulsa desde hace algunos años y que la distinguen de otros investigadores: su compromiso por buscar que sus trabajos tengan un abordaje complejo y social de eso que está investigando.

“Desde hace algunos años tomé el desafío, junto con gente de mi equipo con la que trabajo muy bien, de salir de lo estrictamente biológico, que es con lo que uno se siente más cómodo y muy seguro, para trabajar ahí afuera, donde los problemas son complejos, no solo son biológicos, son políticos, son económicos, son antropológicos, son culturales. Resultó una experiencia mucho más desafiante, más cansadora intelectualmente, que quedarme a estudiar mis hojitas. Pero mucho más interesante y productivo”, explicó Díaz.

Abrir las comunidades científicas para involucrar en sus trabajos a expertos de otras disciplinas es un camino escarpado, pero dijo Díaz, que es hacia dónde hay que ir.

“Es el camino a seguir. No significa dejar la disciplina, y cultivar su disciplina en particular en profundidad. Pero, paralelamente a su disciplina específica, cultivar la mirada de lo multidisciplinario. En la mesa que sentar economistas, sociólogos, zoólogos, todos, para investigar fenómenos que son complejos. Es un cambio de paradigma en la forma de investigar”, contó.

En febrero último, durante la conferencia de prensa en la que se anunció el “Nobel de Ecología” para Díaz, la científica destacó que los seres humanos están “profundamente entrelazados con el tejido de la vida en la Tierra”, una idea que desafía la visión tradicional que separa a la humanidad de la naturaleza.

Estos premios son una buena excusa para contarles a todos lo importantes que son las plantas. Por más que uno piense yo soy totalmente urbano, vivo en el último piso, en mi balcón no hay macetas, nunca voy a un parque, todo en el mundo natural hace que estemos conectados con el mundo vivo. Todo el intercambio con el mundo de los nutrientes y de la energía está mediados por otros organismos, como plantas, animales y microorganismos. No podemos tomar energía del sol directamente de la fuente. Necesitamos esa mediación. Sin esos organismos no somos nada. Todos esos procesos son fundamentales para la vida”, apuntó. Y detalló, en la entrevista con la Universidad Nacional de Córdoba: “Las plantas son las únicas que pueden tomar energía del sol directamente, nutrientes minerales del suelo y del agua. Y con eso hacer materia viva. Y sobre esa materia viva que producen las plantas y los microorganismo fotosintéticos que hay en el mar, asentamos toda la posibilidad de vida del mundo animal y de los microorganismo que no pueden fotosintetizar. Son fundamentales”, concluyó.

Fuente: Evangelina Himitian, La Nacion