Hay gente que nace en el país equivocado. Miguel Ángel Reigosa, fundador de la Whisky Malt Argentina y del Museo del Whisky, es un claro ejemplo de eso. Fue el primero que trajo una botella de single malt al país, uno de los pocos argentinos privilegiados que fue invitado alguna vez a un cumpleaños de la Reina de Inglaterra (en 2010) y el único que fue reconocido con el Keeper of the Quaich (en 2020, la distinción más importante). Además, es dueño de la segunda colección de whisky más grande del mundo. Todo esto en un el país productor y consumidor de vino. “En Escocia soy más conocido que en Argentina”, dice con una mezcla de orgullo y resignación. Toda su vida, desde que probó un trago de Old Parr cuando era adolescente y se le despertaron “cosas maravillosas” hasta hoy, gira en torno a una bebida que aquí apenas representa un consumo de 0,26 litros per cápita (según datos de 2018). Ni siquiera es el país de la región donde más se toma: el podio lo encabeza Uruguay, donde se consumen 1,77 litros anuales por persona (es el segundo país en consumo del mundo, detrás de Francia).
Pero Miguel está dispuesto a torcer la historia, esa que empezó en el Café de los Incas, emblemático reducto de Villa Ortúzar en donde estuvo 21 años (hoy cerrado), y siguió en 2014 cuando se mudó a Villa Urquiza e inauguró el Museo Nacional del Whisky. “Por 2009 me di cuenta que tenía una colección importante de unas 1500 botellas, y sentí que ahí ya había alcanzado un techo. Era una esquina mítica, un lugar muy querido y donde fui muy feliz, pero en 2012 le dije a mi socio ‘me voy a cumplir un sueño´. Le dejé el local y el fondo de comercio y empecé a buscar casas por todos lados para abrir el museo”, cuenta Miguel. Su colección de 3250 botellas está cerca de alcanzar a la primera, que está en Edimburgo, Escocia, y tiene 3384. Apenas 134 más.
“Muchas de las botellas que tengo me llegan por gente que me ofrece algunas raras y también me meto en subastas. Otros me las regalan, como la Concorde (el avión supersónico) que se hizo para el viaje inaugural. Hay solo tres en el mundo y una la tengo yo porque un cliente del Café de los Incas me la trajo de regalo. Somos 42 coleccionistas de todo el mundo que participamos y nos intercambiamos botellas y datos. Antes de la pandemia, cuando se podía viajar, siempre compraba y traía algunas difíciles. Me han ofrecido millones de euros para comprarme la colección. Pero la vendo y después ¿qué hago? Esto es mi vida”, asegura.
Botellas con historia
Corría el año 2012 y Reigosa se puso a buscar propiedad para el Museo. No encontraba ninguna que le gustara, hasta que dio con una casona de dos plantas completamente en ruinas sobre Monroe y Tronador, que a principios del siglo XX había sido un club social, y se plantó. “Estaba destruida, pero la vi y dije: ‘Lo voy a hacer acá’. Todos pensaban que estaba loco. Había que hacerle un montón de cosas y no llegaba con el dinero. Hasta puse un ascensor, quería que fuera un lugar para disfrutar. El whisky es placer, es prenderse un puro, maridarlo con un chocolate… Siempre digo que hay dos maneras de tomar: por vicio o por placer. Yo tomo por placer”.
Hasta el año pasado, en la planta baja funcionaba el bar y el restaurant (que se reinaugurará el 10 de noviembre) con una nutrida barra de whiskies de todas partes del mundo. En el primer piso está el museo con las 3250 botellas que son verdaderos tesoros. Cada una tiene una historia detrás que vale la pena contar. “Para mí la más valiosa es la Royal Salute 62 Gun. Fue un regalo de la Reina Isabel II cuando fui a su cumpleaños en 2010 y está firmada por Collin Scott, Brand Ambassador de Royal Salute. El decantador está decorado en oro, tiene un escudo artesanal de oro líquido de 24 quilates y un tapón de vidrio tallado”, describe Miguel y empieza a relatar ese capítulo casi inverosímil, de película, que fue ir al festejo de la Reina Isabel II.
“Vino un día el presidente de Pernod Ricard, Eduardo Otero, con bolsas, libros y fotos. Le pregunté que era todo eso y me entrega el diploma de invitación que le había llegado a él por error a su oficina –recuerda–. Faltaban pocos días para viajar y tenía que conseguir un smoking determinado, porque no podés caer con cualquiera. Me recorrí todo Buenos Aires para encontrarlo. Hasta que llego a una casa chiquita en la avenida Federico Lacroze. Me meto y le digo al tipo ‘necesito un smoking así y asá’. Me preguntó si era para un quince y le dije que sí. Mirá si le iba a decir que era para ir al cumpleaños de la Reina… No me iba a creer, se me iba a reír en la cara”, reconoce.
Los días en el Reino Unido siendo invitado de honor de la Corona británica fueron sin dudas especiales: un Rolls Royce y una secretaria privada para cada uno, almuerzo embarcado por el Támesis, noches de gala en el Palacio de Buckingham codeándose con lo más alto de la sociedad planetaria, ser nombrado Embajador de Whisky para Latinoamérica por la misma reina Isabel II y por último, participar de una cata de un whisky muy particular: el Tribute of Honor, del que solo se embotellaron 21 ejemplares y que costaba 300.000 libras esterlinas.
“Estábamos con Collin Scott y viene el príncipe de Kent y nos dice: ‘Los voy a llevar a pasear’. Caminamos unos 400 metros con un montón de custodia y llegamos hasta la joyería Garrard, la más antigua del mundo. Habíamos sido convocados para degustar el whisky. Catamos con Collin en una sala especial, donde se encuentran exhibidas las coronas de todas las reinas desde 1735, y de pronto, el príncipe Michael de Kent y el duque de Argyll nos piden poder probar de nuestras copas. No lo podía creer, fue un honor”, relata Miguel, que no descansa hasta conseguir la botella que quiere para agrandar su colección.
“Un día se contacta un señor de Estados Unidos para decirme que tenía la colección entera de Elvis, son botellas muy bonitas que quería tener… pero no tenía plata porque justo fue lo del corralito. Cuestión que vendí mi Toyota 2000 y con la mitad del dinero compré la colección. Estuve varios meses moviéndome en remise. Pero no se me podía escapar”.
“El whisky me dio mucho, me abrió las puertas de todos lados. He conocido gente que nunca imaginé que iba a conocer. Muchos de ellos son amigos, como Viggo Mortensen con el que comparto la pasión por el whisky y por San Lorenzo. Raúl Lavié, René Lavand…”.
De pronto, Reigosa vuelve al presente y repasa el último año, con la cuarentena y el consumo de alcohol. “Vendí 10 veces más que en los últimos siete años. Comprábamos de a 50 cajas y a los dos o tres días se vendían todas –cuenta–. Con el encierro y la ansiedad la gente empezó a tomar. Unos 15 días antes de la cuarentena me hice de stock porque la vi venir. Había días de 200, 300 pedidos y no eran de una botella, sino de varias. Pedían una etiqueta y si no estaba, se llevaban otra mucho más cara, no importaba el precio. Teníamos cajas hasta el techo, no entraban más”, describe.
Sin embargo, pese al aumento de ventas, Reigosa asegura que en Argentina no hay cultura de whisky porque es un lujo que se volvió caro. “No figuramos a nivel mundial en consumo. Los escoceses dicen que lo que yo hice acá con el museo es como si ellos pusieran uno de mate allá”, y descarta que su fantasía sea poner una destilería y producir whisky. “Primero, porque este es un país inviable: ¿invertir para recién en 10 o 12 años sacar un rédito? No lo hace nadie. Y segundo, porque nunca voy a llegar a ser lo que son los escoceses. El secreto de ellos está en el agua y el clima”.
Reigosa se toma su tiempo para contestar la última pregunta. “¿Si tengo sucesor? No lo sé, tal vez sí haya uno dentro del club. Pero estoy seguro de que nadie le dedicará el tiempo, el amor y la pasión que yo le di al whisky.”
Pasión en pocas líneas
Botella más preciada: Royal Salute 62 Gun (regalo de la reina de Inglaterra) y la Concorde de edición limitada que fue diseñada para el viaje transatlántico inaugural. “Hay tres en el mundo y una está acá. Un cliente americano del Café de los Incas me la trajo de regalo”.
Botella que le gustaría sumar a su colección: Macallan 1946
Etiquetas favoritas: Glenfarclas, Macallan, Royal Salute
Hitos: elaboró el agua William Wallace, que es especial para tomar con whisky. “Con una ósmosis inversa se le extraen todos los minerales y hace que se disfrute mejor”, explica. Organizó 16 fiestas nacionales, trajo la Whisky Live a la a Argentina, es el único el importador de las copas Glencairn y fue el primero el traer un single malt al país.
Nota: esta nota se publicó originalmente en Octubre de 2021
Fuente: Laura Reina, La Nacion