Gótico rioplatense: la renovada escena musical que viene de las entrañas

Cuando Isidore Ducasse, el Conde de Lautréamont, emigró de Montevideo a París, alquiló una habitación y antes de morir prematuramente por una fiebre absurda publicó los Cantos de Maldoror, anticipó en ese acto el surrealismo, el dadaísmo, el decadentismo y demás «ismos» de las vanguardias artísticas del siglo XX.

También dejó inaugurado lo que varios años después empezó a conocerse como gótico rioplatense. O sea, la manera en que cierta bohemia, atada a la melancolía de los barrios viejos, el vaivén de las sudestadas largas y un ánimo tan cosmopolita como proclive a ahondar en las oscuridades del alma local, empezó a confluir en una música elegante, trágica y romántica (o su reverso: bastarda, esquiva y maldita). Y con la ancha desembocadura del Río de la Plata como incentivo espiritual.

«Definiría al gótico rioplatense como una estética y una sensibilidad cercana al dark contemporáneo que emana de la narrativa de Onetti, de ciertos tangos y de una experiencia vital que entrecruza a Buenos Aires y Montevideo», sostiene el escritor Claudio Zeiger que en «Entre la ciudad real y la ciudad mental», un texto publicado en 2004, postuló a «Niebla del Riachuelo» de Cadícamo y Cobián como una pieza fundacional de esta línea que ya venía expresándose en la literatura, pero que encontró en los tangos de letrística fantasmal (podemos sumar «Trasnochando», «Tres puntos», «Barranca abajo» o «El motivo»), así como en la obra del Tata Cedrón (un outsider que resultó más moderno que varios modernizados), un cauce que luego fluyó hacia cierto under porteño y montevideano. Una voz musical y plural en la que convergen la poética de Alejandra Pizarnik y la ficción de terror moderna de Mariana Enríquez . Incluso, esta escena tiene sus puntos contemporáneos de contacto con el surgimiento del gótico sureño americano (ver recuadro).

«Cuando grabé Tangos bajos (1998) fue un salto al vacío. Me lancé con los ojos vendados», dijo Daniel Melingo, a punto de editar un nuevo disco en marzo, cuando recordó aquel álbum bisagra que lo volcó sorpresivamente al 2×4 desde una perspectiva oscura, arrabalera, espectral. Y que bien puede considerarse como un nexo entre aquellos tangos fantasmales, verdaderas raras avis de la época de oro, y una nueva camada de músicos que ya se había empezado a referenciar en discos como Espiritango (1994), el segundo de Los Visitantes, la banda de Palo Pandolfo, que en su eclecticismo traía temas como «Gris atardecer», «El Ente», «Somos el cielo» y «El deseo de Evita».

Daniel Melingo
Daniel Melingo Crédito: Gentileza Alfredo Srur

«‘El deseo de Evita’ es despojado. La letra la tomé de las pintadas del pueblo: resistencia pasiva, el heredero. Es un tratado psicosexual y político», recuerda Palo en diálogo con LA NACION. «‘El Ente’ en cambio no tenía ritmo de tango; en su origen era más folk. Pero después le puse un ritmo de 3-3-2 que es de raíz rioplatense, afro y criolla; la famosa negra con puntillo. Y ahí sí se me puso bien en la onda del Polaco Goyeneche», detalla quien con su versión de «Sur» cristalizó también una cierta fascinación generacional y de época por el cantor más famoso de Troilo. «Goyeneche se nos metió en la piel a través de Sur y El exilio de Gardel, dos películas de Pino Solanas que fueron muy vistas en aquel momento», subraya sobre esos años que pronto darían comienzo al 1 a 1 y al consumo de importados gracias al dólar barato y una globalización «sin anestesia». Tiempos de gastar a cuenta y, para el rock argentino, de abrirse «hacia afuera» (la movida sónica) o de reaccionar «hacia dentro» (el rock barrial).

En esa tesitura, y equidistante de ambas corrientes, surge entonces una escena que orbitó alrededor de San Telmo, en Buenos Aires, y, de la Ciudad Vieja, en Montevideo. Y que operaría como una suerte de hendija por donde empezaba a colarse mucho de ese gótico rioplatense. «Aparece la necesidad de mutar la estética y el sonido postpunk con una cosa medio dark porteña. Un lenguaje nuevo que retomaba el tango, el cabaret y la milonga», dice Hernán Menard de Malayunta Orquestita, una banda platense que en marzo sacarán La fragilidad de los inviernos, su cuarto disco. Antes habían abierto esa herida existencial de los noventa otros proyectos muy importantes como Pequeña Orquesta Reincidentes (POR), Ángela Tullida (hoy Chillan las Bestias), Dios (ahora, Mueran Humanos, instalados en Berlín), Credo (luego Me darás Mil Hijos), 34 Puñaladas (rebautizados Bombay BsAs), los uruguayos, Buenos Muchachos, Malpaso y Gallos Humanos, entre otros. Ese linaje a dos aguas ubicó a estas bandas en un lugar distinto dentro de la cultural rock de este rincón del mundo: ni afuera, ni adentro; acá y enfrente. Una tercera posición, entre lo sónico y lo barrial, que bebió de un miasma gótico sin vampiros, ni castillos europeos, sino de empedrado, río marrón y gloria perdida.

Acorazado Potemkin
Acorazado Potemkin Crédito: Gentileza Victoria Schwindt

Juan Pablo Fernández de Acorazado Potemkin, que acaban de editar Piel, su cuarto disco, era por entonces un veinteañero al frente de POR lo describe así: «Con el guitarrista Santiago Pedroncini nos preguntábamos: ‘¿Cómo podemos seguir los pasos de Nick Cave, Tom Waits; tipos que retomaron las formas de la canción popular y a la vez le dieron un sentido personal?’. Y la respuesta fue darnos cuenta de que lo que ellos hacían con el blues, la balada irlandesa y el folk, nosotros podíamos hacerlo con el tango, el vals o el lunfardo».

Una nueva generación que iba a ver a Los Visitantes y que empezaba a sentir que había pocas cosas más modernas que ser gardeliano, amar a Nick Cave o leer a Pizarnik. «La poética de los barrios marginales. Los paisajes introspectivos. Cierta épica de la derrota. Todo eso mezclado con los efluvios del Riachuelo», agrega Alejo Guyot de Bombay BsAs que justamente grabó en 1998 con su cuarteto de guitarras y guitarrón todo un disco dedicado a tangos carcelarios. «Me recuerdo esos años yendo a caminar sin rumbo fijo por La Boca, Barracas, y a veces mandarme a cruzar el Riachuelo tirándole unas monedas al botero. Las brumas del Riachuelo siempre me parecieron un territorio onírico, una aventura muy particular», completa.El estreno de la película Happy Together (1997) de Wong Kar-wai marcó fuerte. Esa historia de amor homosexual absolutamente moderna al borde del Riachuelo con música de Piazzolla llegó desde lejos para abrir muchos ojos.

34 puñaladas
34 puñaladas

¿Y Montevideo? ¿Cómo se da en la ciudad vecina de enfrente esa mezcla de río, sudestadas y melancolía de años? La semilla de Alfredo Zitarrosa, Eduardo Darnauchans y el punk de Los Estomágos y Los Traidores germinó fuera de sus confines musicales naturales y creó un nuevo campo fértil. «A diferencia de la Costanera, la Rambla trae un río móvil, con olas. Y eso genera un mirar para adentro. Un pensar profundo en uno mismo», describe Pedro Dalton, frontman de Chillan las Bestias, en la Argentina, y de Buenos Muchachos, en Uruguay. Un hombre de ojos claros y cara curtida que desde sus letras y su fraseo adusto, sus pinturas e ilustraciones en la línea de Lautréamont, y principalmente su manera de plantarse sobre un escenario -con estallidos de existencialismo cuasi monstruoso-, es fundamental para entender el alcance de este gótico rioplatense. «Yo siento a la sudestada como un viento que al final limpia, que purifica, que despierta», subraya Dalton que fue el autor a los 15 años de la mítica portada Tango que me hiciste mal (1985), el disco de Los Estómagos. Con una formación que tiene al violín y al piano en primer plano, Chillan las Bestias, que está a punto de editar su tercer disco, retoma con cualidades propias la posta dejada por POR. Una movida que hace pie en Almagro y su bohemia de barcitos colmados entre semana. Y que exhibe cierto orgullo por el camino recorrido y un público que comparte esa visión entre ficcional e híperrealista en este rincón del planeta.

Pedro Dalton
Pedro Dalton

«Más allá de cada momento, yo noto que siempre hay una vuelta a esta música brumosa del Río de la Plata porque es algo que no deja de estar ahí, de atravesarnos», resume Menard que suele describir a los recitales de esta escena como «noches de cófrades», momentos en lo que viejos amigos «vuelven a verse las caras» y las bebidas «se comparten cuando hace falta».

¿Cómo sigue el asunto? El gótico rioplatense podrá tener momentos de mayor o menor auge. Incluso hoy influye en varias series de TV (las producciones de Sebastián Ortega encierran mucho de ese tono y música de Melingo), nuevas películas y posee referentes en la literatura como Mariana Enríquez, la nueva revelación de las letras argentinas. Más que pasado es un estética cada vez más presente y nadie sabe bien porqué. Una explicación podría ser que resulta bastante difícil no dejarse convocar por esos aires cada vez que uno camina la ciudad, incluso en pleno siglo XXI y con un contexto musical de impostación tropical. «Y miro el cielo y veo lo que ya pasó. Y brilla el pasado con su última luz», añoran los P.O.R en uno de sus últimos temas. «Andar y andar. Seguir, seguir», cantan como si nada hubiera cambiado. ¿Cambió algo?

Iguales pero diferentes: el correlato con los Estados Unidos

True DetectiveSharp Objects e incluso las nuevas Watchmen y The Outsider abrevan en un clima que en los Estados Unidos se denominó «gótico sureño». Un universo ficcional inspirado en escritores como William Faulkner, Flannery O’Connor, y por supuesto en canciones tradicionales forjadas en un ecosistema brumoso, sepia, de pantanos e iglesias abandonadas, de racismo y de horror silencioso. «En la comparación, el gótico sureño es más del pueblo, más rural, mientras que el gótico rioplatense hace un paso hacia lo urbano», diferencia el escritor Claudio Zeiger. Una tendencia que en lo musical tiene anclaje en el gothic country con bandas como The Handsome Family (cortina de la primer temporada de True Detective), 16 Horsepower, Woven Hand, Jay Munly, Slim Cessna’s Autoclub, entre otros. O el Johnny Cash de American Recordings, claro. Curiosamente, Profania (2001) el disco debut de Christian Basso, guarda una relación con este estilo en temas como «Criollo» y las dos canciones («The Movement» y «Lone Star Ranger») que contó con la participación de la cantante Kal Cahoone de Tarantella, banda oriunda de Denver, Colorado, que desde una instrumentación folk, letras bilingües y temas titulados «San Telmo» o «Parque Lezama» recorrió el camino contrario y encontró el gótico en estas latitudes. Un lazo cultural que existe, incluso, desde antes de que se hablara de «gótico» sureño o rioplatense.

Cancionero esencial

Los Visitantes – «Gris atardecer»

Los Visitantes: «Gris Atardecer» – Fuente: Youtube

04:09

Reincidentes – «Joselito»

Angela Tullida – «El Cardenal»

Pequeña Orquesta Reincidentes – «Sticks & Stones»

Pequeña Orquesta Reincidentes: «Sticks & Stones» – Fuente: Youtube

06:04

Daniel Melingo – «Corazón y hueso»

Christian Basso – «Criollo»

Me Darás Mil Hijos – «Media sonrisa»

Me Darás Mil Hijos: «Media sonrisa» – Fuente: Youtube

03:46

Buenos Aires Negro – «El resentido»

Vintrob – «Dolor»

Pesoa – «El Muerto»

Malpaso – «Distancia»

Gallos Humanos – «El niño muerto»

Gallos Humanos: «El niño muerto» – Fuente: Youtube

03:57

Malyevados – «No existe»

Bombay BsAs (ex 34 puñaladas) – «Lezama»

La Quimera del Tango – «Secuestro express»

Futre – «Perros cimarrones»

Navío Noche – «El cristo de los favores»

Malayunta Orquestita – «Fantasma»

Malayunta Orquestita: «Fantasma» – Fuente: Youtube

03:15

López – «Aguacero»

Chillan las Bestias – «Mecha corta»

Matulich – «Los grillos muertos»

Fandango – «Hasta que la muerte nos separe»

Acorazado Potemkin – «La mitad»

Acorazado Potemkin: «La mitad» – Fuente: Youtube

05:14

Buenos Muchachos – «Temperamento»

Darnauchans – «Entre el micrófono y las penumbras»

Alfredo Zitarrosa – «El violín de Becho»

Cuarteto Cedrón – «Lluvia»

Angel Vargas – «Trasnochando»

Trío Argentino – «La cama vacía»

Edmundo Rivero – «Niebla del Riachuelo»

Fuente: Juan Manuel Strassburger – La Nación