Gran Hermano y MasterChef, los programas en donde mandan las historias de vida

El reality del encierro logró números inusuales para la TV abierta gracias al acierto en la elección de sus participantes; meses después, la competencia de las hornallas demuestra en sus primeros días al aire que sus ignotos competidores son su principal atractivo.

Cuando a mediados de 2022 se conoció la noticia de la vuelta de Gran Hermano, después de diez años a la pantalla de Telefe, varias eran las incógnitas que se plantearon en el medio. Desde que John de Mol empezó a pensar en 1997 lo que sería luego el programa, nunca imaginó que el reality se adaptaría en más de 70 países y se iba a convertir en un género: la telerrealidad. Tampoco estaba en sus planes que aparecerían al alcance de todos las redes sociales, un GH propio y casero.

En un tiempo en donde todo el mundo busca ser famoso, aunque sea por un rato, con un video que se hace viral en TikTok, un posteo ingenioso en Twitter o un vivo sin censura en Instagram, la gran duda era si Gran Hermano iba a poder acaparar la dispersa atención de los más jóvenes.Ads by

Esta nueva edición de GH, con la conducción de Santiago del Moro, debutó en la pantalla de Telefe el 18 de octubre con un 65,23% de share y 21,5 puntos de rating, liderando muy ampliamente su franja horaria y así se mantuvo hasta el día de hoy (el ciclo definirá a su ganador el lunes, a partir de las 22.30). Su pico de share fue de 73,10%, y alcanzó su marca máxima de rating de 23,2 puntos, lo que lo ubicó como el programa más visto del año hasta ese momento.

Santiago del Moro junto a Thiago, un participante que al principio parecía un candidato que podía llegar hasta las últimas instacias de GH
Santiago del Moro junto a Thiago, un participante que al principio parecía un candidato que podía llegar hasta las últimas instacias de GHPrensa Telefe

Esa noche se abrió una luz de esperanza dentro una televisión alicaída que viene pidiendo a gritos una renovación en materia de contenidos. Telefe, canal que se consolidó desde hace años como líder en el mercado local, no esperaba esos resultados superlativos, pero sí tenía claro que el reality debía cumplir con uno de los requisitos básicos de este tiempo: Gran Hermano tenía que ser un proyecto multiplataforma. Desde su debut, GH cuenta con un canal 24 horas como es Pluto TV, el servicio de streaming gratuito de Paramount -propietarios de Telefe-, una de las razones del éxito del programa. En redes sociales, desde el día uno fue tendencia en Twitter, con más de 27.6 millones de impresiones, encabezando las conversaciones y en Twitch, Telefe es el medio argentino con más seguidores (más de 290.000) y 2.33 millones de espectadores únicos.

El gran valor de la casa más famosa del país es haber traído a la pantalla a una generación de entre 11 y 17 años que no mira señales abiertas y lo único que consume es contenido de redes o YouTube. Como consecuencia de esto, alcanzó el primer puesto dentro de las tendencias de búsqueda de Google Argentina, en la categoría series, películas y programas de TV.

¿Pero qué tiene de distinto esta edición de Gran Hermano que, a la luz de los números de rating e indicadores de audiencia, se ha convertido en el fenómeno más grande de los últimos años dentro y fuera de la TV? El primer acierto fue el casting: algo clave a la hora de producir un reality. Siempre se dijo que Gran Hermano era un reflejo de nuestra sociedad y dentro del mismo se puede encontrar todos los estereotipos con los que convivimos día a día. Una exdiputada kirchnerista, un joven callado de Salta pero con las palabras justas; un muchacho que creció dentro de una familia diversa, con dos padres y una madre; un cartonero del conurbano y algunas chicas y chicos que cumplían con el cliché esperado, entre otros.

Alfa, un participante que fue una pieza clave de GH y despertó amores y odios, y polémicas públicas por sus dichos en la casa con el presidente Alberto Fernández y su vocera Gabriela Cerrutti
Alfa, un participante que fue una pieza clave de GH y despertó amores y odios, y polémicas públicas por sus dichos en la casa con el presidente Alberto Fernández y su vocera Gabriela CerruttiPrensa Telefé

Pero la decisión de incluir personas de más de cuarenta años cambió el juego por completo. Alfa, el participante más longevo de la casa, fue una pieza fundamental dentro del reality. El hombre de zona norte, de pensamiento liberal con un cierto tinte discriminador y políticamente incorrecto para los tiempos que corren, despertó amores y odios. Acusó al presidente Alberto Fernández de corrupto y despertó una enorme polémica en el seno del gobierno nacional; se animó en tiempos de empoderamiento femenino a “jugar”, según él , con el dedo en la boca de Camila, una participante que estaba dormida. Volcó todo su odio contra Ariel, uno de los hermanitos con sobrepeso, y en su salida, que tuvo picos de 28 puntos de rating, acusó a la “batucada peronista” como la responsable de su eliminación.

Otro gran acierto de la producción del programa, a pesar de las críticas que recibió en las redes por esto, fue romper con el mito del aislamiento completo. La famosa “telerrealidad” no existe, ya que Gran Hermano tiene una biblia con pautas claras de cómo llevar adelante el formato día a día. Esto es televisión y como tal, tiene que cumplir con la espectacularidad que demandan los tiempos que corren.

“Dejé de hacer realities cuando me di cuenta que todo lo que tenían que contar, ya lo habían contado y que lo único que quedaba era redoblar la apuesta, aumentar la realidad. El tiempo de los realities como los conocíamos, terminó”, dijo hace unos días el exguionista y productor de contenidos de Gran Hermano, Sergio Vainman, consultado por La Once Diez/Radio de la Ciudad por su participación en el programa.

Esta premisa fue cabalmente entendida por la producción que lleva adelante esta edición. A diferencia de las primeras versiones del ciclo, donde la base del reality era el aislamiento, este año más de una vez se rompieron las reglas básicas del formato en pos de mejorar la dinámica. Entraron familiares a convivir, reingresaron participantes con diferentes motivos, recibieron videos con datos del afuera y hasta los gritos del exterior modificaron más de una vez el clima que vivían los jugadores. En tiempos en donde las redes manejan el mundo de la comunicación, esta fue la fórmula que encontró Telefe para convertir a Gran Hermano en el suceso que es: contar una historia editada basada en hechos reales. A falta de ficciones en la TV, GH despertó todo tipo de polémicas.

Si algo cambió en estos últimos 22 años fue la sociedad, sin embargo Gran Hermano se permitió debatir temas como la discriminación, la diferencia enorme que aun existen entre varones y mujeres, la maternidad y la paternidad, la orientación sexual, cómo se debe criar a una mascota e incluso el rol del feminismo. Todo lo permitieron los veintipico de puntos que trajeron temas que muchos productores sienten que son “pianta rating” para la televisión abierta.

A días del final, el premio y el triunfo se dirimirá entre Marcos, el joven salteño de perfil bajo que dedicó su vida a la familia y evitó los conflictos dentro de la casa; Julieta, que cumple con el estereotipo de las mujeres que entran a este tipo de ciclos y que se destacó por su análisis del juego, y Nacho, miembro de una familia más que diversa que conmovió a la audiencia por la reciente muerte de su madre.

Y párrafo aparte merece una noticia que sacudió al reality en estos últimos días y opacó sus instancias decisivas: la detenciónpor una causa de corrupción de menores de Marcelo Corazza, un ex GH y uno de sus actuales productores. Él era quien mantenía un fluido contacto con los participantes y la tribuna que está presente en los programas. Este hecho motivó que Santiago del Moro tuviera que salir a hablar con los televidentes para sentar una postura del programa y del canal respecto de lo que estaba pasando.

MasterChef y las historias que conmueven

Los números de rating parecieran demostrar que es el tiempo de los ignotos en los realities. Basta ver los buenos resultados de la nueva edición de MasterChef –arriba de los veinte puntos-, en el que los aspirantes tienen un rol central por el peso de sus historias, para entender que el público quiere verse reflejado en la pantalla. A diferencia de las temporadas anteriores, en donde los famosos eran el centro de la escena, hoy conmueve Fiamma, mamá de una nena que nació con parálisis cerebral; Carlos, el camionero que se consagró con una milanesa, o Antonio, el joven salteño que dejó su provincia para trascender entre las hornallas más famosas del país.

De hecho la gran novedad que iba a ser la llegada de Wanda Nara a la conducción del programa, quedó en un segundo plano mientras que el ida y vuelta de los participantes con el jurado integrado por Donato de Santis, Germán Martitegui y el histriónico Damián Betular, se llevan todas las miradas.

En televisión los números mandan y si bien, es más que probable, que los veintipico de puntos de rating se vayan cuando termine Gran Hermano, todavía hay mucha tela para cortar en materia de realities en este 2023.

Fuente: Moskita Muerta, La Nación