La paradisíaca isla europea que venera a Favaloro en cada rincón

Con apenas 27 kilómetros cuadrados de superficie y unos 2500 habitantes -en su mayoría volcados a la actividad turística-, la isla Salina emerge en medio del turquesa intenso del Mar Tirreno modelada por el relieve de dos enormes volcanes que antiguamente daban a la isla el nombre de Didyme, que en griego significa gemelo.

Es la más fértil de un conjunto de formaciones volcánicas que los helenos llamaron Eolias porque creían que aquí estaba el hogar de Eolo, el dios de los vientos.

Favaloro construyó con Italia un vínculo entrañable. Amaba sus orígenes y hasta solía decir que era un “argentino siciliano”. Pero este pequeño punto insular, casi perdido en el mapa, no solo guarda las huellas de sus antepasados sino que constituye uno de los sitios del planeta, fuera de la Argentina, donde más se venera su figura y su legado.

René Gerónimo Favaloro llegó al mundo del otro lado del océano Atlántico, en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires. Aunque él y su familia siempre celebraron el cumpleaños el 12 de julio, de acuerdo con constancias del Registro Civil y otros documentos personales, figuraba como nacido el 14. Creció en el seno de una esforzada familia de inmigrantes que, con gran sacrificio, salió adelante logrando que sus hijos alcanzaran la meta del ansiado progreso, que implicaba acceder a una carrera universitaria.

Esta semana, al cumplirse el centenario de su nacimiento, los homenajes se multiplicarán en esta isla lejana: la plaza central de Leni comenzará a llevar su nombre y el de su hermano Juan José. Además, las autoridades locales anunciarán un hermanamiento con la municipalidad de La Plata, con el fin de estrechar lazos y promover el intercambio entre ambas ciudades.

El alcalde de Leni, Giacomo Montecristo, señaló que la plaza será renovada y que la obra incluirá la reubicación y puesta en valor del busto de Favaloro que se encuentra frente al consultorio médico que también lleva su nombre.

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Favaloro en Salina en 1999, un año antes de su muerte, cuando fue declarado ciudadano honorario de la isla italiana; su busto se encuentra en la plaza central de Leni, frente al consultorio médico que lleva su nombre

Un paraíso con historias desconocidas Entre laderas volcánicas cubiertas de una mata perfumada con distintas variedades de arbustos, cactus, olivos, moreras y santa ritas, es posible recorrer la isla por un serpenteante sendero asfaltado que une sus localidades y ofrece al visitante una extraordinaria paleta de fragancias y tonalidades. Desde ciertos puntos en altura es posible divisar con la vista orientada hacia el noreste el llamado penacho de Estrómboli, el volcán activo que se erige sobre el mar a unos 45 kilómetros de la costa. Hacia el sur, la vista ofrece el perfil del volcán Etna emergiendo imponente detrás de los contornos de la costa siciliana y las islas Vulcano y Lipari.

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Curiosidades del lugar: el cineasta Michael Radford rodó aquí la recordada película El cartero, basada en la novela Ardiente paciencia del chileno Antonio Skármeta. Si bien en el libro la historia transcurre en la chilena Isla Negra, el film traslada la acción a Salina. Galardonada con más de 25 premios internacionales, fue la primera producción italiana en recibir el premio Oscar. En medio de la frondosa floresta, declarada en 2000 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, está Valdichiesa (Valle de la iglesia), donde se conserva la construcción de piedra y madera que perteneció a los Favaloro hoy en manos de una familia asentada en Leni. Al evocar su infancia, el abuelo del médico argentino, Girolamo Favaloro, volvía insistentemente sobre aquella vista panorámica del valle y el mar con la siempre humeante Estrómboli que tenía desde la casona. Fueron sus abuelos con sus evocaciones, quienes inculcaron al pequeño René el amor a esta tierra.

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Aún sigue en pie la casona de piedra que perteneció a la familia Favaloro en la zona de Valdichiesa, donde subsisten los viñedos que cultivaban sus antepasados

La propiedad que perteneció al “nono” Girolamo fue adquirida tiempo atrás por una familia de isleños, pero hoy se encuentra deshabitada. Alrededor de la finca, un poco más allá de una añosa morera, subsisten los viñedos que cultivaban los antepasados del médico. La vida en los viñedos El origen del apellido Favaloro, que significa algo así como vendedor o cultivador de habas, puede hallarse en la región de Palermo. No obstante, fue en las Eolias donde alcanzó mayor nombradía, en especial en Lipari, donde los rastros se remontan a la primera mitad del siglo XVI. Aún hoy, el nombre de los Favaloro está presente en la región de Sicilia. Así se llama también el tristemente célebre muelle de la isla Lampedusa frente a la costa de Túnez, al suroeste de Malta, donde hizo su primer viaje Francisco luego de ser consagrado Papa para denunciar la “globalización de la indiferencia” por los miles de migrantes que mueren en el intento de ingresar a Europa huyendo de guerras, persecuciones y miserias. Afincados en Salina por más de un siglo, los Favaloro dedicaban sus días al cultivo de un tipo de vino blanco, ligero y dulce llamado Malvasia delle Lipari, que comerciaban a bordo de un velero de su propiedad en los principales puertos del mar Mediterráneo, desde donde la bebida se distribuía a casi toda Europa. Usaban técnicas que habían pasado de generación en generación. Con estructuras de madera armaban pequeñas pérgolas ordenadas en filas paralelas dispuestas en terrazas cercadas por muros de piedra siguiendo una orientación perpendicular a la pendiente del terreno.

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Favaloro junto a sus padres y a su esposa; de niño, son su hermano Juan José

La aromática cepa de Malvasia, que aún se produce aquí y forma parte de la identidad de la isla, posee una alta reputación en todo el mundo. Durante la Edad Media ya se había difundido ampliamente en Inglaterra. En su obra Ricardo III, William Shakespeare la menciona al narrar el destino final del duque de Clarence, George Plantagenet, ahogado en un barril de ese vino. Muchos viajeros y expertos enólogos han ponderado sus virtudes a lo largo del tiempo. Entre otros, el célebre escritor francés Guy de Maupassant relata en su libro La vida errante un periplo náutico donde cita a Salina y a su varietal, al que describe como «el vino de los volcanes: denso, dulce y dorado». En 1890, el año en que Maupassant publicó aquellas memorias, la bucólica fortuna de los viñateros de la isla resultó abruptamente trastocada por la aparición de una plaga de filoxera, una especie de pulgón amarillento originario que ataca las hojas y los filamentos de las raíces de la vid. El insecto arrasó en pocos meses los cultivos y dejó a varias familias al borde de la ruina. A la devastación se sumó otro motivo adicional, no menor, que terminó por empujar al exilio a muchos isleños. Entre 1888 y 1890, varios de los volcanes de las Eolias comenzaron a registrar actividad. La posibilidad de la erupción de los enormes cráteres gemelos de Salina se volvió entonces una amenaza que amedrentaba a los pobladores.

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Según sus allegados, Favaloro consideraba a Salina como el mismísimo “paraíso terrenal”

Destino: América Así, la naturaleza terminó por acelerar un proceso que las fuerzas económicas ya alimentaban en toda Europa: el éxodo del campo a la ciudad y del Viejo Mundo a las promisorias tierras de América. La Revolución Industrial llevó a los campesinos a reconvertirse en obreros en las nuevas metrópolis o a probar suerte en países en proceso de industrialización. Los pobladores de Salina no fueron ajenos a este fenómeno. La sangría fue imparable. “La isla nunca recuperó ni siquiera la mitad de los ocho mil habitantes que tenía a fines del siglo XIX que, en su mayoría, emigraron a Estados Unidos, Australia y Argentina”, comenta Doménico Arabia, alcalde de Santa Marina Salina.

Junto a varios de sus parientes, Girolamo Favaloro partió del atracadero de Santa Marina Salina lanzado a la aventura de ultramar con el alma en la mano en busca de cambiar la suerte. En esos años, creció y se consolidó la relación de Girolamo con Rosa Lázzaro, también originaria del archipiélago eolio. La esperanza que compartían tenía como alimentos el amor y el compañerismo cultivados en ese tiempo en el que había que capear el agrio sabor del desarraigo. Seducidos por el prodigio de La Plata, una urbe fundada apenas una década atrás con aires europeos, ilustrada, moderna y saludable, la eligieron como el lugar donde echar sus raíces. Allí todo estaba por hacerse.

Hacia 1910, el censo nacional reveló que la mitad de los habitantes de La Plata eran de origen extranjero y un tercio de ellos, italianos. Los inmigrantes tuvieron una fuerte gravitación en la vida social de la ciudad: dieron vida a centros de fomento, clubes de barrio y bibliotecas que se erigieron en lugares de inclusión, solidaridad y contención. Los Favaloro tuvieron activa intervención en ese tipo de entidades ligadas a la italianidad.

Eminencia mundial

En septiembre de 1969 René Favaloro conoció Europa en un raid de tres semanas en las que visitó Francia, Italia y España. Viajó junto a su gran amigo y compañero en la Cleveland Clinic Mason Sones -cuyo trabajo de cateterismo cardíaco fue clave para el desarrollo del bypass- y las esposas de ambos. La idea era alternar una serie de compromisos en encuentros y jornadas profesionales con paseos como simples turistas. “No olvidaré ese viaje mientras viva”, repetía Favaloro cada vez que rememoraba las anécdotas de la travesía.

A partir de entonces, el médico visitó Italia en varias oportunidades y no dudó en llegar a la isla Salina. “Anduve solo, paseando por estos valles, disfrutando de la vista de su exuberante vegetación, de sus fragantes flores, deteniéndome cada tanto para recoger esta tierra con mis manos, apretándola y frotándola con amor. Tomé furtivamente algunos granos de uvas de un viñedo, los mastiqué lentamente, pensando que era la uva que saboreaban mis abuelos», contó el médico durante aquel homenaje realizado el domingo 25 de abril de 1999 en Leni.

Había escrito esas palabras un rato antes, en un alto de su recorrida y tras haber conocido la casa de su abuelo Girolamo. Ese día, cerró su alocución con sentida gratitud: “Señor alcalde y autoridades todas, agradezco infinitamente el honor que me han concedido. La vida fue benévola conmigo: por mi trabajo de cardiocirujano recibí muchas satisfacciones y muchos reconocimientos. Pero deben creerme, lo que han organizado para mí, tiene un sabor muy especial, distinto, especial y muy profundo. Por este motivo digo gracias, muchas gracias, en nombre de toda mi familia”.

Tras los aplausos, recibió el diploma en el que constaba la ciudadanía honorífica. “Favaloro ha cambiado la historia de las dolencias coronarias abriendo uno de los más importantes capítulos de la cardiocirugía moderna”, puede leerse en el texto de la disposición enmarcado en una de las salas de la municipalidad de Leni debajo de una foto del homenajeado micrófono en mano.

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Los homenajes a Favaloro irrumpen en las paredes de la municipalidad de Leni, dentro de la isla que no supera los 2500 habitantes
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Un artículo periodístico anuncia el traslado de un busto del médico argentino a la isla italiana

Aquel galardón fue el resultado de un proceso de investigación y puesta en valor de la historia del éxodo que se había producido en la isla promovido, entre otros, por el profesor de historia Marcello Saija, fundador del Museo Eólico de la Emigración. En dicho museo puede visitarse una sala especialmente dedicada al “profesor” Favaloro en la que, entre otras cosas, se exhiben los libros escritos por el cardiocirujano que él mismo regaló al historiador. “Yo acompañé al doctor a conocer la casa de su abuelo cuando se quedó sin palabras y se puso a llorar como un niño”, cuenta Saija.

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Marcello Saija, fundador de un museo en la isla sobre la emigración, muestra los libros que exhibe del “profesor” Favaloro en una sala especialmente dedicada al médico argentino

Según el currículum que publica la Fundación Favaloro, el cirujano fue ungido por el gobierno de Italia como commendatore de la Orden al Mérito en 1978 apenas 11 años después de que el 9 de mayo de 1967 saltara a la fama al protocolizar el injerto de derivación de la arteria coronaria cuya aplicación en los quirófanos de todo el mundo ha extendido la vida de millones de personas.

La trascendencia internacional de Favaloro lo llevó a recibir infinidad de propuestas laborales. Según Carlos Penelas, durante dos décadas responsable de las relaciones institucionales de la Fundación Favaloro, el cirujano consideraba a Salina como el mismísimo “paraíso terrenal”. En su libro Diario interior de René Favaloro, Penelas asegura que en la década del 80 resignó una propuesta para instalarse en la ciudad de Chieti, en el valle de Pescara, donde le ofrecieron una mansión y el compromiso de hacer a lo sumo dos operaciones por semana.

En noviembre de 1991, Favaloro fue nuevamente condecorado por las autoridades italianas con la categoría de Gran Oficial de la misma orden que le fue entregada por el presidente Francesco Cossiga.

En julio de 2005, miembros de la comunidad siciliana en la Argentina entre los que estaban Alberto Materia, Antonino Casella, Silvestre Gravagna, Filadelfio Oddo y Salvatore Giannone donaron a la Fundación Favaloro un busto de bronce realizado por la artista plástica Ana Zulema Soldano, también descendiente de sicilianos. Materia, que era originario de Santa Marina y un fervoroso difusor de la historia de Favaloro, fue uno de los encargados de trasladar la obra a Salina.

Así, el 9 de septiembre de 2005, las autoridades de las tres comunas de la isla inauguraron el busto del célebre médico platense a pasos del pequeño centro de atención ambulatoria de Leni, que tres años más tarde pasaba a llamarse Favaloro.

El centro de salud hoy está a cargo del Eugenio Paterno, un profesional que dice sentirse honrado por trabajar en un espacio que lleve el nombre de tan destacado colega. “No solo fue un excelente cirujano que hizo un aporte monumental con el bypass coronario, sino que aplicó los valores humanos a su forma de ejercer la medicina”, subraya.

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El consultorio médico de Leni está a cargo de Eugenio Paterno, quien está orgulloso de trabajar en un lugar que lleva el nombre de Favaloro

En 2009, la Federación Siciliana en la Argentina otorgó a la Fundación Favaloro el Premio Luigi Pirandello, una placa del artista plástico Biagio Gurrieri. Tiempo después, en septiembre de 2014, se realizó en Salina la tercera edición de la Fiesta de las Eolias en el Mundo, una actividad pensada para honrar a los emigrantes de la isla y sus descendientes. El evento incluyó la entrega de los premios «Eólicos en el Mundo». Una de esas distinciones correspondió a Favaloro, por supuesto.

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Al cumplirse 100 años de su nacimiento, habrá múltiples homenajes al cirujano argentino que revolucionó la medicina con la creación del bypass coronario

La humildad de un gigante El prestigioso médico italiano Cesare Beghi fue discípulo de Favaloro en un curso de perfeccionamiento en cirugía cardiovascular realizado en Buenos Aires a fines de la década de 1980. “Más allá del aspecto técnico quirúrgico, siempre me impresionó su humanismo, la forma de vincularse con el paciente y su profunda humildad pese a ser un gigante en su actividad”, dice Beghi a LA NACION. Y agrega: “Después de conocerlo, el resto de los docentes me parecían triviales, él fue sin duda para mí una estrella guía, no solo en la profesión sino en la vida misma”.

Siempre creyó que la historia Favaloro merecía mayor difusión en Italia y por eso estimuló al periodista Luca Serafini a escribir el libro Il cuore d’un uomo, una biografía novelada publicada por el sello Rizzoli en enero de 2022. Para Serafini, que constantemente se refiere a Favaloro como un ítalo-argentino, el médico platense fue un verdadero “héroe contemporáneo, capaz de impactar decisivamente en el campo de la medicina, pero también en toda la trama social”.

En su entorno aseguran que Favaloro se alegraba especialmente al recibir honores de Italia y que no perdía oportunidad para ponderar las bellezas de la isla Salina. Sentía que era una manera de certificar sus orígenes y tender un puente con un lugar que consideraba casi como su terruño. Beghi recuerda haberlo escuchado decir que fue el sitio que más amó en el mundo después de su propia patria.

Fuente: La Nación.