Las reglas del juego cambiaron. En realidad, están cambiando ahora mientras escribo esto.
El impacto de movimientos como “Me Too” y el más reciente “No es No” les dio en los tobillos a los códigos tradicionales de cómo nos relacionamos. El piropo es el caso testigo: perdió aceptación social como gesto de galantería y ahora, abollado por los cuestionamientos, parece más cerca de fosilizarse que de reinventarse.
La seducción entró en ese torbellino revisionista. Y va a seguir girando un rato largo. Hacia dónde va es una pregunta que llevará varios miles de caracteres intentar responder y, así y todo, hay asteriscos que van a quedar sin nota al pie.
Algo queda claro de los testimonios y sondeos recopilados para esta nota: los roles tradicionales de seducción están rotos. El levante clásico, la lógica de “China ataca Kamchatka” en la que uno siempre avanza y el otro siempre espera, perdió la hegemonía. No porque el hombre haya dejado de buscar a la mujer -el camino naturalizado por generaciones-, sino porque la iniciativa ya no es sólo masculina y los vínculos vienen abriéndole las tripas a la tradición binaria de Cupido.
No les quiero spoilear pero, me dicen, todo esto llega incluso hasta la cama.
Hay mitos, verdades, prejuicios y extremos demasiado lejanos. Frases de sobremesa que van de “los tipos ya no saben encarar” a “te acercás a una mina y te denuncia”. Son dos Coreas del pensamiento difíciles de conciliar y no es la idea plantear una mediación papal entre ambas. Sí abordar los nuevos códigos de seducción que se construyen en un contexto en el que el feminismo es una variable de peso, pero no la única. Los cambios generacionales y tecnológicos (los argentinos somos medalla de plata en el uso de aplicaciones de citas) construyen un escenario nuevo que muta vertiginosamente. Y seguirá mutando al final de estos miles de caracteres.
El primer paso
Escribo que “las mujeres también toman la iniciativa” y lo borro. Me hace ruido. Más que ruido, eco. La primera vez que se publicó esa frase se podía fumar hasta en el consultorio del médico y la inteligencia de un teléfono se reducía a la tecla “redial”.
Lo cierto es que ese “también” es tramposo porque no mensura; y lo interesante sería conocer la dimensión actual. Una foto 2019 de la seducción.
Semanas atrás me contacté con la Universidad Abierta Interamericana (UAI) y ellos encararon una encuesta sobre vínculos con 600 casos, mitad mujeres, mitad hombres, que se hizo en la zona metropolitana de Buenos Aires entre el 20 y 23 de septiembre. Los resultados completos los pueden ver en la infografía interactiva que acompaña esta nota y, de paso, cotejarlos con sus propias percepciones.
La respuesta más elegida es que hombres y mujeres toman la iniciativa por igual cuando otra persona, desconocida, les interesa (lo dijo el 37,5% de los hombres y el 45,5% de las mujeres). Y la segunda opción es que la mujer asume más el protagonismo (25% y 31%). Eso sí: en caso de poder elegir, ellas prefieren que la otra parte inicie el vínculo. Un estudio de la aplicación de citas Happn hecho en Argentina el año pasado había mostrado una tendencia similar: el 80% dijo que ambos géneros dan el primer paso por igual.
Lo hablo con Ángel Elgier, director de la carrera de Psicología de la UAI, y él me plantea la idea de “democratización” de los vínculos. “El avance de la mujer en las sociedades occidentales contribuye a generar una nueva ética de las relaciones y a abandonar paulatinamente el paradigma de control y de propiedad privada”, explica.
¿El cambio se da en los modos de vincularse? Se lo pregunto a Virginia Ungar, médica psicoanalista y presidenta de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA). «No podría decirlo, pero sí es cierto que se modificaron las maneras de aproximarse. Han cambiado en diferentes grados los usos y costumbres del pasado. Me atrevo a decir que ha perdido importancia quién toma la iniciativa.”
El 87% de las mujeres y 76% de los hombres encuestados por la UAI coincidieron en que las formas de vincularse cambiaron “mucho” o “bastante” en los últimos años. Allí entra en juego otro elemento clave. Al preguntarles por qué creen que cambiaron, la mayoría mira al celular: 6 de cada 10 lo atribuye a la irrupción de las aplicaciones de citas, como Tinder y Happn. Otro dato: de los que formalizaron una pareja, muy pocos se conocieron en el mundo virtual.
La noche
La encuesta no sólo muestra un reparto de la iniciativa, sino también una tendencia a la baja. En criollo, se encara menos. Más de la mitad reconoce que cuando una persona le resulta atractiva, no suele acercarse a hablar.
“La noche cambió, ya no se sale tanto ni la gente encara como lo hacía. Antes te conocías en la disco, ahora empiezan el vínculo en las redes”, me cuenta Gustavo Palmer, que vivió desde adentro la movida nocturna de los últimos 40 años. Primero barman, siempre DJ y ahora también empresario, fue el alma mater de decenas de boliches en la Ciudad, en Pinamar, en Punta del Este.
¿Qué pasa con los que sí toman la iniciativa? Palmer acepta hacer un juego revisionista y arma en tres pasos una cronología simplificada de la seducción. «Cuando yo empecé el hombre tomaba la iniciativa. Siempre. Hace 10 o 15 años se emparejó. Ahora se ha revertido: veo a la mujer con más actitud, con la energía de ser la que inicia el vínculo social. Una postura más seductora», detalla.
La cuestión no es generacional, dice Palmer: se da en el boliche donde los sub-25 son mayoría y también en las fiestas para más de 35 que organiza en el Club Araoz una vez al mes, en horario de after.
Pone su ojo de ingeniero agrónomo en la pista, hace cuentas y cierra su observación con una estadística contundente: «La relación actual de iniciativa es 65/35 en favor de la mujer».
La DJ mendocina Florencia Mattiazzi coincide. Tiene 24 años y hace 6 que pasa música en boliches y fiestas de Buenos Aires.
«La mujer va con todo. Son las que más vienen a la cabina con halagos, pero también con propuestas concretas. Se mueven con mucha seguridad. En cambio cuando es un hombre noto que no siempre tiene el tacto o la agilidad para concretar algo», cuenta. La misma lógica ve en la pista, donde hace bailar a un público variado, que suele ir de los 20 a los 35 años.
Su ambiente es el de la electrónica y ahí el código de seducción es claro. «Se conecta con el baile, las miradas… Si no te miro o bailo con vos, ya está«, apunta.
En tiempos de «No es no», le pregunto cuáles son las actitudes negativas y Florencia detecta dos situaciones bien diferenciadas. En algunos hombres, dice, persiste lo que define como el modo «caníbal»: ofrecer ir a una mesa, un trago, drogas o lo que sea en tal de llamar la atención. Espejitos de colores.
¿Y del lado de las chicas? «Veo en algunas mujeres una postura agresiva, se quieren defender y aunque las respeten siguen enojadas. Es un tema muy delicado, porque es difícil poner un límite y marcar lo uno considera respeto», dice. Habla desde su propia experiencia: decirle que no a una chica que la encara y ser maltratada.
Al igual que Palmer, está convencida de que el levante cara a cara está en baja. El celular monopolizó la seducción. «Tengo muchas más propuestas por Instagram que en persona. Hay un cambio de código fuerte, hoy pasa todo primero por las redes», concluye.
Dejo el punchi punchi y paso a la cerveza artesanal; pero el panorama no cambia.
«Hasta la idea de ‘levante’ suena vieja», me dice Martín Casanova, dueño de la cadena de cervecerías Growlers. «Hay un anclaje del discurso de género que hace que se tenga más cuidado. No hay lugar para el viejo concepto de ‘caza’ y el que lo hace queda en offside«.
Las cervecerías -sólo en la Ciudad hay más 200 locales, la mayoría en Palermo- configuraron un escenario social propicio para establecer nuevos códigos urbanos de seducción. Se diferencian del bar tradicional porque las mesas son compartidas y del boliche, porque el volumen de la música permite hablar.
«Es todo más relajado. Los grupos se van mezclando. Primero se comparte y después ves si da para algo. Invita una ronda uno y después invita el otro, se rompe la vieja lógica de que uno se hace cargo de la cuenta al final. La sujeción económica. En el boliche se llega más rápido a lo físico. Acá la seducción empieza desde la conversación. Y ahí entra más en juego la personalidad«, grafica Casanova.
Entre los grupos que van hace años a sus cervecerías, es común que las relaciones se entrecrucen. «No son noviazgos, son vínculos más efímeros; y muy pocas veces resulta conflictivo. Está naturalizado», dice Casanova, asumiendo que desde sus treinta y pocos está hablando de otra generación.
Besos por celular
No hay forma de plantear los códigos de seducción en 2019 sin pasar por las redes sociales y aplicaciones de citas, como Tinder y Happn. Aparecen en cada charla.
Me encuentro con un dato llamativo: el uso en Argentina es alto. Altísimo. Un informe de la consultora de mercado inglesa Global Web Index afirma que el 50% de los argentinos adultos solteros, separados o viudos se conecta al menos una vez al mes estas aplicaciones. Es el segundo mayor registro mundial, detrás de China, y está por encima de la media de Latinoamérica (46%), que es ya de por sí la región con mayor uso. Medalla de plata.
Por cada mujer que ingresa a una app de citas, hay dos hombres. Me lo confirman en Happn, que tiene 2,8 millones de usuarios en la Argentina. El 64%, varones. En los cuatro años que lleva funcionando en el país la modificación fue leve (en 2015 eran 69% de hombres). Tinder no acepta dar cifras, pero informes de mercado indican que la tendencia es similar en todas las apps.
Una vocera de Happn me cuenta que en una encuesta de 2018 entre 1.100 usuarios argentinos el 68% dijo que seducir a través de las redes les resulta más fácil. Y aventura los motivos: dice que quien ingresa a la app tiene «mayor predisposición a ser conectado», mientras que en persona podría sentir mayor timidez.
«Además, puede haber un momento en que las personas no están dispuestas a coquetear: tienen una reunión, trabajan, hacen ejercicio, están con amigos. No siempre es un buen momento«, agrega.
¿Hay claves para seducir en las redes? Algunas. La insistencia está mal vista. Casi el 60% de los usuarios prefiere ser contactado de un modo natural y casual, sin presiones. Hacer reír y mantener un diálogo interesante siguen en el podio.
Otro estudio hecho a fines de septiembre indagó en las preferencias de las usuarias argentinas de la app Adoptá un chico, que es francesa y tiene la particularidad de plantear una lógica inversa al resto del mercado: las mujeres son mayoría y sólo ellas pueden iniciar el vínculo. De ahí el nombre que es, básicamente, una ironía.
Algunos resultados: el 50% dijo que prefiere ser la que elija dónde salir y qué plan hacer, el 70% prefiere dividir los gastos y el 62% cree que no hay límites respecto a tener sexo en la primera cita: si se da la oportunidad, lo harían sin problemas. “Hicimos esa misma encuesta en México y Colombia y allí sólo el 20% tendría sexo en la primera cita”, detalla Rocío Cardosa, vocera de la app.
A la cama
“Lo que sucede fuera de la cama, luego se traduce en la cama. Quien tuvo la iniciativa para iniciar el vínculo también suele tomar el protagonismo en la intimidad”, afirma la sexóloga Alessandra Rampolla.
El mensaje del feminismo llegó también al plano de la sexualidad y las mujeres están más proactivas. “Hay mayor libertad. El feminismo abraza al hombre y le quita la carga que siempre ha tenido, esa necesidad de ser quien inicia el vínculo, de lanzarse al vacío en tal de iniciar la relación”.
Rampolla sí detecta algunos patrones generacionales. Para los hombres jóvenes es más fácil interactuar bajo estos nuevos códigos, dice, porque tienen el mensaje integrado. “A los más grandes, de 40 años en adelante, les cuesta un poco más. Para algunos es un terreno desconocido.”
Así como la iniciativa se traslada de la seducción a la intimidad, también influyen las formas en las que se dio el vínculo. Ahí la sexóloga coincide en que la insistencia es un camino equivocado. “Si la tuviste que convencer, la otra persona está en un lugar donde no quería estar. Y puede no sentirse libre de expresarse y disfrutar. No es lo mismo un ‘ok’ que un ‘sí’ estusiasta. Y para el hombre también está bueno saberse deseado”.
“Hay un gran cambio para la mujer, que siempre tuvo un campo muy reducido en términos de seducción. Podías coquetear sólo hasta cierto punto. Si decías un ‘sí’ rápido era mal visto, eras una ‘puta’… Poder decir ‘esto es lo que yo quiero’ es liberador”, concluye.
La resistencia
Llevo el tema al «Club Social de Caballeros», una reunión quincenal que se hace en el bar San Bernardo, en Villa Crespo, entre mesas de pool y ping pong. Llueve y eso no ayuda en la convocatoria. Somos cinco a la mesa.
Propongo un debate abierto y franco, no busco opiniones individuales sino un recorrido cenital por las sensaciones de este cambio de era.
Cuento los datos y testimonios que recolecté hasta ahora. Pierdo por puntos el primer round: la hipótesis de que las mujeres toman la iniciativa es refutada. «Es una construcción mediática, queda bien decirlo. ¿Cuántas veces te encararon a vos? ¿Cuantas veces encaraste?». Nadie tiene saldo a favor en la mesa.
La charla va y viene. Uno desarrolla teorías sobre las chances de tener éxito al intentar seducir a dos amigas que toman una cerveza en una mesa cercana. Supone que son universitarias y enumera posibles temas de conversación.
Otro detalla una hipótesis personal: está convencido de que el 90% de la iniciativa femenina en un boliche recae sobre dueños, personal de seguridad, DJs y relaciones públicas. Dice que la mujer es más selectiva y cree que su interés se centra en los espacios de poder. Es inchequeable, pero si acepté el 65/35 de Palmer tengo que consignar este 90/10.
Lo más interesante de la charla brota del lado de los temores. Y sale de los más jóvenes de la mesa: un chico de 21 años, un gastronómico de 27 y un profesor de música de 32.
Uno comenta una condena por un abuso sexual en medio de una relación consentida, a la que considera injusta por datos que le contó un amigo abogado que fue parte del proceso judicial. Aclaro que no se trata de un juicio que se haya hecho público. Otro enumera casos de estudiantes expulsados de las universidades de Estados Unidos por denuncias de violación que luego se supo que eran falsas.
Me hago cargo de la franqueza que propuse para la charla y planteo que los casos puntuales no hacen a la media. Y pienso en voz alta, sin ironía, que hay más chances de ganar el Quini 6 o de amanecer sin un riñón en una bañera con hielo que de ser víctima de una situación así. El gastronómico saca su teléfono y muestra una catarata de mensajes de una chica. Lo insulta y amenaza por WhatsApp y, cuando la bloquea, sigue por mensaje de texto. Tuvieron sexo el fin de semana y el martes él no la invitó a ver Guasón. Quería ir solo.
No llegamos a un acuerdo y creo que no lo haríamos aunque debatiéramos por horas. Quizás sean las diferencias generacionales o las experiencias personales. Me llevo la impresión de que hay un temor latente que es real, y eso es independiente de que sea real o no el factor que lo genera.
Mientras pedimos la cuenta, el abogado Fernando Carnevale (38), organizador del club, se hace cargo del cierre: «Hoy muchos plantean que los hombres tienen que ser sumisos, quedarse esperando la iniciativa del otro. No estoy de acuerdo ya que después cuando salen a buscar pareja con esa actitud, no consiguen resultados, se confunden y se frustran. Lo que buscamos transmitir desde el Club que es el hombre tiene que cumplir su rol y ser protagonista».
Todavía llueve. Llega la cuenta y hay 270 pesos que pagar por un fernet. Uno de los cinco sale del bar más seco de lo que entró.
Un nuevo paradigma
“Estamos ante un cambio de paradigma, ya no hay lugares inamovibles para el hombre y la mujer, sino que son más cambiantes. Hay personas que ni siquiera se definen como hombre o como mujer. Y se pueden enamorar de uno o de otra, porque se enamoran de la persona”, dice el psicólogo Juan Eduardo Tesone, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Plantea que hay atribuciones que la sociedad le dio al varón, que ahora no son las mismas. Y que el conflicto radica en la confusión entre masculinidad y machismo: “Se siente incómodo por no tener un lugar jerarquizante, un lugar que la sociedad le atribuía y que creía que tenía”.
¿Hay un hombre desorientado? El psiquiatra Enrique Stola ve más sorpresa que desorientación. “Sorprendidos por los fundamentos emocionales y racionales que las jóvenes mujeres expresan”, dice. Los desorientados, apunta, son los que estaban “acostumbrados a moverse con impunidad” y que hoy ven que muchas mujeres en su red social empiezan a marcarles la cancha.
Le pregunto si percibe un temor de cierto grupo de hombres hacia mujeres que tienen posiciones públicas o militancias de género. La respuesta es contundente. “¡Claro! A muchos hombres les seduce esa mujer activa e independiente y a la vez temen acercarse”, dice. Para muchas mujeres, asegura, esto termina siendo un obstáculo para poder establecer una pareja heterosexual.
El desafío para el varón, dice Stola, es renunciar a los privilegios, al rol de “macho dominador”. Y asegura que eso le permitirá ganar “libertad y placer”, generando espacios democráticos, lúdicos y de profundo respeto.
“Creo que el hombre desorientado es el que no entiende la realidad que se está viviendo hoy. O está desinformado o no empatiza con los reclamos y nuevas posiciones de las mujeres. Para quien sí lo hace, no es difícil hacer el cambio”, dice la psicoanalista Virginia Ungar. «Para aquellos que no transiten ese camino, puede resultar difícil establecer vínculos y relaciones sanas con mujeres hoy”.
“Los feminismos han puesto a la mujer en otro lugar y esto tuvo impacto en todos nosotros -continúa-. Para los varones es necesario abandonar un machismo transmitido generacionalmente. Los que no atraviesan ese proceso, se van a quedar afuera.»
Ungar descree del temor del hombre hacia la mujer empoderada. “Es un tema complejo y que tiene matices. Se trata de la mujer transformada, la que ha roto con el mandato de silenciar su voz. Veo que hay hombres en proceso de deconstrucción, pero este es un proceso que involucra también a las mujeres.»
“La imagen de la mujer en un lugar pasivo tiene que ver con mandatos culturales. Y eso no es sólo atribuible a los hombres. También han sido aceptado y transmitido por muchas mujeres. Todos tenemos que pasar por ese proceso de deconstrucción de aquello que está incorporado«, concluye.
Fuente: Clarín