MasterChef Celebrity llevó a toda la familia a la cocina

A la par del fenómeno de MasterChef Celebrity, se consumó un cambio radical en la forma de alimentarnos: una renovada pasión por elaborar en casa nuestros propios platos y la colaboración colectiva para construir las recetas. Lo cuentan los protagonistas del suceso televisivo de la temporada, que termina el domingo próximo.

La cocina está de moda. Y la pandemia incrementó esta tendencia: la gastronomía y sus referentes atraen la atención de nuevos públicos. Tanto es así que en los últimos tiempos la cocina se volvió protagonista, no solo como el espacio dentro de la casa para las conversaciones familiares, sino que también sumó likes en el formato de recetas que circulan en las redes sociales, con las fotos en Instagram de los platos logrados, como oferta de productos para comprar y preparar en casa, en la búsqueda de cursos virtuales, así como en la figura del cocinero, en algunos casos en un nivel de estrella.

Una cocina que además se volvió el lugar del entretenimiento y la diversión, en donde a través del reality Master ChefCelebrity, y con la excusa de la cocina, la familia volvió a reunirse frente al televisor y los debates saltaron al siempre ríspido terreno de las redes sociales. Desde ese show televisivo, Donato de Santis, Germán Martitegui, Damián Betular y Dolli Irigoyen son las caras visibles de una tendencia clara: el regreso a seguir recetas y poner manos a la obra en la cocina.

«Cuando empezó la pandemia, el primer registro que sentí como consumidor, y como generador de experiencias gastronómicas fue que teníamos la oportunidad de que el mundo parara para repensar una nueva forma de alimentarnos y de vivir«, reflexiona Germán Martitegui, uno de los jurados rigurosos del programa, y alma mater del restaurante Tegui y del futuro Marti. «Lo vi como una oportunidad de frenar todo y barajar de vuelta Como consumidor empecé a cocinar en casa, cerca de mis hijos, a compartir recetas, pero con la convicción de que cuando los restaurantes volvieran a abrir, que es lo que está pasando ahora, algo tenía que cambiar. En términos de los productos que comprábamos, cómo pensamos nuestra alimentación, y también de cómo las empresas se comunican y qué información nos dan. En cierta manera, estuvimos en contacto con la muerte y veíamos en la tele a los coches fúnebre por las calles de Milán o de Nueva York. Eso te hace repensar cómo alimentarte».

Para Martitegui, hay una oportunidad para repensar la forma de alimentarnos
Para Martitegui, hay una oportunidad para repensar la forma de alimentarnos Crédito: Juan Pablo Soler

«Estos quince días me quedo en casa y descanso», dijo Damián Betular cuando arrancó todo, pero nunca se imaginó que, el Palacio Duhau, hotel donde es el chef ejecutivo, iba a cerrar sus puertas. Y cuando los restaurantes empezaron a ofrecer sus comidas en los hogares, la propuesta del hotel no era tan sencilla de trasladar. «Pensamos planes para brindar el producto en casa con un packaging que no se olvide de cuidar el medioambiente -cuenta Betular-. En el hotel estábamos trabajando para dejar de usar plásticos y con la pandemia veíamos que todos lo entregaban de nuevo. Que de vuelta todo era descartable y súper contaminante. Finalmente logramos que la gente reciba nuestro producto en un envase que se convierte en abono para las macetas. Todo el cartón de la pastelería es reciclado y reciclable. Fue un gran desafío».

A partir de la pandemia, la cocina tuvo cambios considerables. Y como explica Donato de Santis, «si bien cocinar en si, es tan antiguo como el hambre, pensar en la cocina de hace un año y en la de hoy es significadamente distinta. Por un lado, la necesidad de hacer preparaciones ultrasimples o simplificadas, sin importar los pasos intermedios; por el otro, una sofisticación en términos de búsqueda de ingredientes cada vez más exóticos o combinaciones zarpadas junto a tecnologías totalmente innovadoras», dice el cocinero que durante 2020, además, tuvo una fuerte presencia en redes y canales virtuales.

La manera como comemos, lo que comemos y cómo preparamos los alimentos está atravesado por nuestras prácticas culturales, y es ahí en donde la infancia y la familia tienen un peso fundamental a la hora de definir el capital cultural alimentario. Así lo propone el sociólogo francés Claude Fischler al plantear que es en la cocina en donde está marcada la presencia de lo afectivo, del sentido de pertenencia, de lo que nos une a nuestro origen y en donde se transforma la tradición culinaria.

En ese sentido se pronuncia Martitegui, mientras piensa como van a ser sus nuevas propuestas, tanto para Tegui como para la próxima apertura de Marti, espacio en donde se produce este intenso y revelador debate entre los cuatro cocineros. «La gente encontró placer en cocinar en su casa y pasar más tiempo en familia, y por eso hoy los restaurantes que están llenos son los que tienen aire libre, comida simple y que no es excesivamente cara -sostiene Germán-. Hubo un cambio que va a redefinir también lo que es el lujo; el hecho de que no haya turistas en la ciudad y que todos los cocineros estemos apuntando a los locales es algo muy bueno que está pasando».

Donato, desde sus locales Cucina Paradiso, en Belgrano, Palermo y el nuevo de Devoto, multiplicó sus propuestas con el formato Mercato Paradiso a través del take away y delivery de productos para cocinar en casa. «La cocina, entendida como una corriente de pensamiento y de cambios en la elaboración de productos, es camaleónica y muta cada día. Eso pasa porque se nutre de variados factores, algunos de esos factores son humanos y otros por causas de la naturaleza», explica el italiano. «En estos tiempos, la gente pregunta de todo, obviamente recetas y tips de todo tipo; pero lo que se acrecentó mucho es la compra de ingredientes para cocinar en casa. La gente comenzó a organizarse con las compras semanales, así como también noto una apreciación por la calidad del producto y la materia prima».

«Como que volvimos a cuarenta años atrás, cuando todo giraba alrededor de la cocina», teoriza Dolli Irigoyen. «La gente empezó a entrar en la cocina, un poco por obligación, pero luego le tomó el gusto y comenzó a disfrutar de cocinar. Empezó a elegir productos, a entender que hay una cocina más saludable, más casera y que es divertido. Eso cambió fundamentalmente, hizo que la gente vuelva al ámbito de la cocina, y se nutra con YouTube, Instagram, volvió a los libros y a buscar las recetas familiares. Hubo un cambio total«. Como explica la chef, ese clic fue esencial y llevó tanto a la gente como a los cocineros a elaborar platos mas caseros, cotidianos y saludables.

«Cambió también la manera en cómo comprar y adquirir productos, algunos que antes solo se podían probar en un restaurante», aclara Betular desde su cargo ejecutivo como chef del Palacio Duhau. «Los proveedores se preocuparon por facilitar el acceso a la gente de sus productos. Ello llevó a que todos se animen a cocinar eso que probaron alguna vez en un restaurante, algo que, como en todo oficio, necesita práctica. Y lo que sobró en la pandemia fue tiempo para practicar«. Gracias a ese tiempo Damián se explica el boom de la masa madre y que muchos se animaron a hacerlo. «Era como un secreto guardado, pero tuvieron tiempo para perfeccionar la técnica; la gente se animó y le gusta. Ojalá perdure. Porque ese tiempo que se pasa en la cocina es el momento que nos une. Ese que todos nosotros estábamos acostumbrados cuando éramos chicos, porque todo transcurría en la cocina».

Lugar de encuentro

No hay dudas de que en estos tiempos la familia se reunió alrededor de la cocina: para compartir, conversar, y pasarla bien. La cocina dejó de ser simplemente un lugar de paso, de tránsito o de trabajo, para convertirse en un espacio de encuentro, y para muchos, cocinar y recrear recetas dejó de ser una obligación y se transformó en un pasatiempo que cada día genera más adeptos. Donde volvieron a pasarse los trucos y recetas de generación en generación. «Se redescubrió la casa como un lugar en donde se puede estar y pasarla bien», plantea Martitegui, y se alegra de que los hijos de esta generación pudieron vivirlo: «Tuvimos la oportunidad de mostrar lo que se estaban perdiendo, eso que nosotros vivimos de chicos y nuestros padres aún más».

A partir de esto, también se entienden los rituales que permitieron volver a las fuentes, no solo de padres y abuelos, sino a los platos abundantes servidos para toda la familia. Así fue como desde Tegui salieron con una propuesta de gran calidad adaptada a un menú más simple para que se pudiera servir fácilmente en la casa. «Fuimos de los primeros que hicieron el cambio y pudimos cobrar una quinta parte para llegar a las casas. Porque la otra revolución dentro de todo esto fue la del delivery. Fue una revolución dentro de otra, la accesibilidad del precio y la de la logística. Todo elaborado con una calidad y un amor increíble, y un packaging tremendo. Eso va a cambiar al mercado para siempre».

Donato admite que en un año la manera de cocinar cambió de manera significativa
Donato admite que en un año la manera de cocinar cambió de manera significativa Crédito: Juan Pablo Soler

Donato agrega que hoy esos rituales cobraron más vida: «Al compartir la comida en el hogar se reforzaron los lazos que atestiguan la necesidad que todos tenemos de sentirnos abrazados y seguros. No importa si se comparte una milanesa fría de la heladera comida de dorapa o si se sientan a tomar un mate; esos son los momentos únicos, típicos del hogar, sea cual sea la situación».

Una de las cosas más llamativas que sucedieron en estos meses fue la relación que generaron los grandes cocineros con la gente; no solo respondían con tips o mandaban saludos, sino que, como hizo Dolli desde sus redes, también los representantes mundiales de la cocina compartieron recetas de cosas muy sencillas. «Todos adhirieron a esto de cocinar en casa, y por todo el mundo aparecieron recetas y consejos que sirvieron para que la gente se empiece a conectar«.

En esta nueva manera de relacionarse con el comensal, para Donato, «el consumidor vio afectada su libertad de decidir cómo, dónde y cuándo salir a comer; por otro lado, la mayoría aceptó el cambio de las modalidades: packaging, envíos, comida para take away, y toda una serie de propuestas nuevas y necesarias que, de alguna forma, fueron impuesta a todo nuestro público por obvias razones». Pero también la gente quiere relacionarse, es por eso que los saludos a cumpleañeros, a familiares y pedidos de todo tipo le llovieron al cocinero italiano «por el simple gusto de poder hacer conexión y charlar de algo».

Saber lo que comemos

«Creo que nada de lo que pasó este año es casual», opina Betular frente a una eminente promulgación de la Ley de Etiquetado, que sirve para saber qué estamos consumiendo. «Esta ley llega en un momento en que la gente aprendió y entendió que tiene que saber lo que come. Tiene que haber honestidad en quienes producen los alimentos. Luego quedará en nosotros querer o no querer consumirlo, pero las reglas deben estar claras, y hoy eso no está. Que la madre o el padre puedan leer la etiqueta y decidir qué y cuánto les da de comer a sus hijos».

Para Martitegui, hoy estamos comiendo a ciegas, porque los envases de los alimentos no cuentan la verdad. «Por ganar más dinero, las empresas mienten directamente, tanto en los paquetes como en las fotos. Necesitamos que la gente lo vea claramente para concientizarse de lo que está comiendo», dice el chef y padre de dos niños, y aclara que este proceso que ya se dio con el tabaco, debe darse también con la comida porque son las dos causas más grandes de enfermedad: la mala alimentación y el cigarrillo. «Es el momento de pensar en los consumidores y en los niños. Cuando no tenés la posibilidad de elegir lo que les das de comer a tus hijos, porque los envases son poco claros, es terrible. Información es poder, y en este momento el poder lo tienen las empresas y no el consumidor», advierte Martitegui, y hace un pedido: «Les digo a los políticos que esta ley no es un juego, no es una ley más. Ellos también tienen hijos y no pueden dejarse presionar por el lobby. Estamos en sus manos. Esto puede empezar a dilatarse o aprobarse rápido, como hay que hacerlo. Todos los cocineros estamos muy atentos, y le pedimos al público que también esté atento como nosotros».

Betular destaca que los niños también se hicieron fans del programa
Betular destaca que los niños también se hicieron fans del programa Crédito: Juan Pablo Soler

«Etiquetar y poner al frente lo que tiene cada producto es educar -agrega Dolli-. Tenemos que educar y concientizar sobre esto, para que las nuevas generaciones coman más saludable y tengan la oportunidad de elegir. Es la única manera de que las empresas empiecen a cuidarse de agregar tanto aditivo y saborizante, y que trabajen más honestamente con lo que te están dando de comer».

El éxito de MasterChef

El interés que despierta la cocina es evidente, y la audiencia alcanzada por los programas de televisión gastronómicos sorprende. De aquel programa inicial de recetas al mediodía con Doña Petrona, pasando por el cocinero showman que fue El Gato Dumas, los magazines informativos con secciones de recetas, o los canales de viajes y gastronomía, la televisión se volvió un medio para una cocina que se vuelve espectáculo, donde ya no se dirige solamente a quien quiere cocinar, sino que se situó en el interés de los que quieren comer: es decir, todos. Allí es donde aparece la propuesta de los realities, pensados para un mercado estructurado y planificado con un contenido basado sobre la expectativa y el entretenimiento, donde el fin es distraerse y no tanto recibir la formación culinaria.

MasterChef Celebrity, que finaliza el domingo próximo, fue el programa más visto de 2020 en la TV abierta argentina. Uno de los últimos domingos, día de eliminación de algún participante, obtuvo un pico de share de 82,56%, es decir, que de toda la gente que estaba viendo televisión abierta, el ochenta y dos porcientos veía el programa liderado por los cocineros.

«No es solo el formato, que esta genial, sino que es un programa de entretenimiento neto y sano. También creo que influye mucho el momento que está viviendo el país y el mundo, porque la gente esta en su casa, reunida en familia, y el momento del programa es un momento más de reunión familiar«, dice Donato, y se sorprende por cómo la gente se toma a pecho las eliminaciones: «Es un programa de entretenimiento, es un reality. Alguien sí o sí, cada semana debe irse. Mejor plato gana; peor plato sale».

Crédito: Juan Pablo Soler

Damián plantea que, aunque la gente ya pueda salir, al programa le sigue yendo bien todos los días, y la ventaja de que sea una tira diaria, le da una continuidad positiva. «Creo que es una combinación de la atracción por lo culinario, la suma de lo lúdico y la chispa que le dan los personajes», sugiere Betular, y señala que como los participantes son conocidos, hay un paso de identificación que ya está resuelto. «No es como en los anteriores realities, en donde el amateur quiere ir a cocinar y como espectador desconocés al personaje. En MasterChef Celebrity ya está definido el villano, el bueno, el divertido; ya arranca con algo de información que te ahorrás. Llega Vicky y ya sabés quién es, y eso le da un condimento bárbaro».

¿Pantalla familiar o individual? Germán confiesa que en su círculo de amigos muchos tuvieron que aprender a poner el televisor en los canales de aire para poder ver el programa. «Combinado con la cuarentena, el programa dio la oportunidad de que la familia se junte para mirar algo en la televisión, contrarrestando la postal de estos tiempos, en donde cada uno estaba con su celular o tableta mirando su serie favorita y, además, no tenías que esperar a cada capítulo». Martitegui comprende que el programa, por un lado, tiene muy buena energía, y por otro, la comida atraviesa todas barreras sociales y de edad. «Todos nos conectamos al estar en una cocina, con hambre, tratando de comer. El hecho de que estos famosos se enfrenten a profesionales cuando prueban los platos genera una tensión que es muy divertida y donde la gente se siente muy identificada».

«La gente está cansada de las noticias, de la manipulación, y necesita un poco de aire, aislarse, y sacarse los problemas de encima», opina Dolli sobre la oportunidad que da el programa de jugar y divertirse. «Hasta hay apuestas familiares, porque cada uno tiene su preferido. Además, ofrece entretenimiento non-stop y sin aliento… hasta que llegan los avisos».

«Esta buenísimo que no haya interrupciones durante el programa, se genera una expectativa como la que se produce al estar viendo una película en el cine«, compara Donato. Pero no todo está en lo que se ve, sino que el trabajo que hay detrás de cámara es gigantesco, y eso se nota. Se graban cerca de 50 horas semanales con ocho cámaras en el estudio y dos en el área digital. Para la posproducción trabajan por turnos las 24 horas.

«La gente se encontró con el tiempo para mirarlo, las ganas de evadirse un poco, pero a la vez disfruta de un producto que tiene un trabajo y una puesta enorme -se enorgullece Martitegui-. Todo eso hizo que la gente se esté preguntando: Ah, ¿entonces la televisión no estaba muerta? Solo había que hacer cosas de mucha calidad. Es una apuesta gigante en un momento en donde no se producía nada, con un ritmo y calidad que no estábamos acostumbrados. Fue la única superproducción televisiva argentina del año. Durante el tiempo en que Dolli me reemplazó, lo veía sin saber qué iba a pasar y era increíble».

Para Betular, el nivel de repercusión se palpa al día siguiente, cuando todos replican el plato de la noche anterior: «Te mandan las fotos, como pasó con los profiteroles, la pizza, o los huevos. Tiene una llegada increíble, y sobre todo sorprende el rango etario, lo mira desde el más chiquito hasta las abuelas«.

Donato asiente: «Es muy notable cómo los niños y los adolescentes se han copado, algo que atribuyo a la frescura del programa, porque también, de alguna forma, es un programa aspiracional para esa franja de público».

Germán agrega que «la cantidad de mensajes que recibimos es increíble. La gente esta muy agradecida diciendo que esta en un momento terrible y que le alegrás la noche. O es muy graciosos los mensajes de las madres que te dicen ‘no aguanto más a mis hijos porque cuando sirvo la comida me ponen tu cara’, o la maravilla de los chicos que se quieren poner a cocinar». Esto de haber calado en el corazón de la familia, para el chef es un sueño: «Quién de los que cocinamos no soñó con que la gente se reúna a cocinar o vuelva a cocinar, o se entusiasme al probar sabores, o vean un programa en donde todo el tiempo se está cocinando. Que pase esto es lo más reconfortante de hacer el programa».

Pero no solo se divierte la familia: los protagonistas aseguran pasarla muy bien porque arrancó con un grupo de dieciséis personas que por su profesión lo que buscan es agradar y seducir. Y eso al principio, marcó la diferencia con las ediciones anteriores de los realities, ya que sacó a los chefs un poco de su lugar.

«Te sonríen, te hacen un chiste, te tratan un poco de igual a igual. Al principio no me podía ubicar en el papel, porque si me ponía a juzgar con la exigencia que se hace en la gastronomía, no iba a funcionar», cuenta Germán. Es por eso que los jurados tuvieron que aprender a interactuar con los personajes, aunque aseguran que, a la hora de probar, las respuestas siguen siendo súper profesionales.

«La parte que más me gusta del programa es salir por las estaciones para arengar a los participantes, hacerles sentir la presión como si estuvieran en el despacho de uno de mis restaurantes, trasmitir adrenalina al equipo, eso me encanta«, dice Donato, y Germán suma que «ellos están pensando hacer una cosa y vos les decís que así no les va a funcionar y les das consejos. Ese es el momento del encuentro con el cocinero, porque se lo digo a ellos, pero también pienso en la gente que está escuchando. Es como el momento más de cocina del programa. Es increíble que al final, todos los platos que hacen son cosas que nunca pensaron que iban a poder preparar».

Eso sí, el chiste va y viene, pero no puede ganar cualquiera: a la hora de los bifes, lo importante es la cocina. Pero no solo se trata de cocinar bien, porque hay gente que lo hace pero que no soporta la presión, el límite de tiempo, o que en el medio de algo le cambian la consigna. El que gane, según el jurado, tendrá que ser lo más parecido a un cocinero, ya que las pruebas a los que los sometieron, son todas cosas que pasan en una cocina profesional. «El ganador será quien esté relajado, entregado, natural y que sepa escuchar nuestros consejos y pueda materializarlos», aclara Donato.

«Todos están muy parejos», asegura Damián frente a esta última semana de programa en la que se va a evaluar la trayectoria que tuvieron durante la competencia, cómo arrancaron y cómo llegaron a la final… «y obviamente tienen que cocinar rico».

«Hay mucha gente que ya ganó por el solo hecho de participar y de haber llegado hasta donde llegó», dice Germán. «La vida de ellos cambió para siempre porque logramos mostrarles una parte de esta profesión. El ganador tiene que cocinar rico, haber evolucionado mucho durante la competencia y ser digno de ese premio que lo va a poner en un lugar diferente».

El gusto nacional

El cambio gastronómico de este año fue inmenso, y uno de los ejemplos está dado por el crecimiento de las búsquedas en Google relacionadas con la cocina, una categoría que se posicionó entre las de mayor crecimiento. Por eso la pregunta que subyace es qué nos gusta comer más a los argentinos, o por dónde pasa hoy el gusto nacional.

Dolli cree que es clave educar a las nuevas generaciones sobre los productos
Dolli cree que es clave educar a las nuevas generaciones sobre los productos Crédito: Juan Pablo Soler

Para Dolli, el gusto de los argentinos es muy dispar. La capital, por un lado, las provincias por otro. Afirma que la gente de campo es quien tiene un muy buen gusto por la comida, porque conoce más sobre el producto y come comida más casera. «En general, si a la gente la ponés frente a un asado, está feliz; frente a una empanada, está feliz, frente a unos ravioles, también. Pero no podemos juzgar solo por eso. El gusto se ha desarrollado de manera vertiginosa, porque la gente se a animado a probar y degustar«.

«Uuuuu, qué difícil», dice Donato, «pero si tengo que decir, lo que opino y lo que veo, es la preferencia por carne».

Todos coinciden en que el gusto evolucionó mucho y la gente sabe mucho más de comida que hace 20 años. «Creo que la evolución del gusto pasa por dos cosas -aporta Martitegui-: una corriente que rescata sabores regionales, y que sabe las diferencias entre la empanada salteña, mendocina, tucumana, cosas que podía saber mi papá pero que esta generación desconocía, y por otro lado, una nueva generación que hace masa madre, o de cocineros que son reconocidos por sus familias; porque si antes la frase era «mi hijo el doctor», ahora cuando voy a ver a mi familia a Necochea me hablan de que el hijo de la vecina está estudiando para chef. Igual, coincido con Dolli en que a un asado no hay con que darle ni lo habrá por mucho tiempo; por más que uno explique que no es sostenible. Eso es parte de la Argentina».

«Vengo de una ciudad pequeña-explica Damián, que nació en Dolores, provincia de Buenos Aires-; los tres somos del interior y Donato expatriado. Yo soy muy simple y el gusto argentino es muy simple. Porque sin darnos cuenta tuvimos la oportunidad de tener un producto simple, pero de mucha calidad. En el campo, el huevo era de la gallina criada a maíz, y en mi casa, hoy sigue viniendo el productor en su Citroneta y el pollo llega recién faenado de la pollería. En cada provincia hacen su empanada con lo mejor de su tierra, su ensalada y lo mismo pasa con el asado. El gusto argentino es simple, pero de muy buena calidad«.

Locación: Marti, restaurante. Producción: Dolores Saavedra. Asistente de fotografía: Sebastián Luraghi. Asistente de producción: Romina Higa. Make-up y pelo de Donato de Santis: Soledad Olveira @soleolveiramakeup. Make-up y pelo de Damián Betular y Germán Martitegui: Nat Córdoba @elblogdenatt. Make-up y pelo de Dolli Irigoyen: Carmen Da Silva y Sol Lunardi para Cerini @cerininet. Agradecimientos: Tosone @tosoneshop y Morph @morph.com.ar

Fuente: Sabrina Cuculiansky, La Nación