“No frotes más porque no sale más magia”: el libro que relata cómo vivió Maradona sus últimos días

Una charla a fondo con Nelson Castro, autor del La salud de Diego. Allí cuenta desde los primeros medicamentos que tomó -muestras gratis de suplementos vitamínicos- hasta los últimos, antiepilépticos y antipsicóticos. “De haber estado en un lugar institucionalizado, pudo haber tenido otra chance”, aseguró el autor

Roberto Paladino, médico del plantel de primera división de Huracán, lo atendió cuando era un cebollita de 11 años por pedido de Francis Cornejo, su descubridor. “Póngamelo en forma a este pibe, ‘tordo’, que es un fenómeno”, le solicitó. Él era chiquito, bajito, no se había desarrollado. El médico lo encontró sano, pero según su diagnóstico carecía de peso y contextura física para jugar al fútbol. “Hay que hacerle ganar kilos y masa muscular”, indicó. Él le había reconocido que comía carne esporádicamente. Salió del consultorio con una muestra gratuita de suplementos vitamínicos y un recetario: aminoácidos, vitamina B12 y ciproheptina.

Fueron las primeras medicaciones que tomó Diego Armando Maradona. Sirvieron para generar proteínas, para madurar glóbulos rojos y para abrirle el apetito. El detalle ocupa líneas de la página 16 del libro La salud de Diego, en el primer capítulo. En la página 307, en el anteúltimo capítulo, ya habían pasado 49 años, trece capítulos y una vida de esplendores y excesos. Maradona vivía en una casa en el barrio privado San Andrés, de Tigre. Ese 16 de noviembre no se levantó de la cama. Tenía inflamado el abdomen.

Le recetaron 50 mg de Naltrexona, 500 mg de Levetiracetam y 80 mg de Lurasidona. Uno funcionaba para tratar su dependencia por el alcohol u los opioides, otro era un antiepiléptico, el restante un antipsicótico. Seguía consumiendo por la tarde, otra batería de medicamentos: 100 mg de quetiapina, 300 mg de gabapentina y vitaminas del complejo B. Fueron los últimos fármacos que tomó. Maradona murió nueve días después. Lo mató una insuficiencia cardíaca no detectada mientras dormía.

La última oración dice que “Diego Maradona fue enterrado sin el corazón”. Después de eso no queda más nada. Queda la investigación judicial. En una parcela del Jardín Bella Vista, ubicado en el partido de San Miguel, los restos de Diego Armando Maradona descansan en el mismo lugar donde fueron inhumados los cuerpos de Doña Tota y Chitoro, Dalma Salvadora Franco y Don Diego Maradona, sus padres. Con él, lo que no está es su corazón. Tampoco sus riñones y su hígado. Se los sacaron. Están en otro lado. El autor, que lo escribió con la naturalidad de un procedimiento forense habitual, descubrió la dimensión simbólica del dato cuando las últimas siete palabras de su libro se convirtieron en títulos de los portales de noticias.


La mañana del 25 de noviembre de 2020, a sus 60 años, Diego Maradona murió por la reagudización de una insuficiencia cardíaca crónica en una casa del Tigre (Reuters)

“Había una necesidad de preservar el corazón de Maradona para hacer la autopsia porque la causa es una insuficiencia cardíaca la que lo llevó a la muerte, después habrá que analizar si hubo un elemento que precipitó esa insuficiencia cardíaca vinculada a la medicación que tomaba o a alguna otra cosa. Y las autoridades judiciales detectaron a través de información de inteligencia que estaba en ciernes una movida por parte de algún grupo de la barra brava de Gimnasia y Esgrima de La Plata que quería robarse el corazón en ese tumultuoso velorio y entierro. Por eso se tomó la decisión de retirar el corazón de Maradona para la autopsia, y de tenerlo guardado: está en un frasco con formol en el Departamento de Anatomía Patológica de la Superintendencia Científica de la Policía de la provincia de Buenos Aires. Está custodiado para evitar que cualquiera pueda pensar en tomarlo visto la importancia que va a tener para el diagnóstico pericial que va a ser el eje fundamental del caso judicial que se está desarrollando a propósito de su muerte”, relata.

El estudio de su corazón podrá iluminar en la causa judicial que arbitra el flujo de responsabilidades de su muerte. Advirtió, el autor del libro, que el hecho de que Maradona haya sido enterrado sin su corazón y que una de los fundamentos sea un supuesto intento de profanación le otorga un aura de fantasía, de “Macondo”. “Estás con tanta información que no tenés la noción cabal de lo que termina impactando como hecho. Es algo realmente impactante. De hecho, murió de una insuficiencia cardíaca”, contrasta.

No era un corazón estándar. “Era un corazón grande. Los deportistas tienen corazones grandes, pero el corazón de Maradona era mucho más grande. Era un corazón que pesaba medio kilo, para un peso normal de 300 gramos. Y por supuesto era producto de lo que venía sufriendo. Maradona murió en lo que se llama encharcado, producto de la insuficiencia cardíaca y de la cirrosis tenía líquido por todas partes. Su cuerpo estaba absolutamente desfigurado”.

El corazón de Maradona que está en formol en un frasco custodiado es el cierre de un libro que se nutre de más de 108.500 palabras volcadas en 353 páginas distribuidas en quince capítulos. Lo escribió Nelson Castro, periodista y médico. Asume de título La salud de Diego y presume un subtítulo ambicioso: la verdadera historia. Propone un viaje por la historia clínica de Maradona, libre de conmiseración y lamentos, sobrecargado de datos y despojado de piezas intimistas, sensible y, a la vez, crudo.


El coche fúnebre que transportó el féretro de Diego Maradona hacia el cementerio de Bella Vista: el libro de Nelson Castro develó que el astro argentino fue enterrado sin su corazón (Franco Fafasuli)

Sus asistentes lo convencieron rápido. Bastó que le dijeran “Nelson tenés que escribir sobre la salud de Maradona” para incluir en su horizonte de realizaciones un trabajo detallado sobre la biografía “íntima y trágica” de un ídolo argentino que acababa de morir. “Comencé a sumergirme en una historia médica de la cual algo conocía, pero de cuyo trabajo no dejé de sorprenderme en cuanto a la cantidad de cosas que aparecieron de una historia que representa un verdadero vademécum médico”, reconoce Castro.

Descubrió, mientras hacía el libro, tres cuestiones que lo sorprendieron: el nivel de detalles sobre el episodio de Punta del Este a fines del 2000 y la procesión de sus últimas días de vida; el derrotero de trastornos médicos que tuvo desde su primera lesión -el yeso que le colocaron en el Hospital Israelita desde el muslo hasta el tobillo por la patada de un grandote del colegio Don Bosco de Ramos Mejía-; y, a su vez, la confirmación de que Maradona tenía una personalidad autodestructiva.

Uno de sus hallazgos, que no había trascendido en su momento, era que Maradona había estado internado en la terapia intensiva de la Clínica Olivos. Llegó ahí a las 19:09 del martes 3 de noviembre, trasladado de un sanatorio de La Plata, donde se le había recomendado una intervención por un hematoma subdural en la cabeza. Ingresó al quirófano a las 21:05 de ese mismo martes. El miércoles 11 a las 17:30 horas, siete días después de su operación, recibió el alta clínica. No el alta médica. “Es decir -dice Castro-, estuvo en un lugar en el cual estaba monitoreado 24 horas en forma minuciosa y permanente. Maradona salió de una terapia intensiva para ir a ese lugar en Tigre que claramente era inadecuado. Desde el punto de vista médica fue una decisión errónea”.

“Maradona necesitaba cuidados permanentes de alta complejidad -insiste-. Eso no lo tuvo. Maradona pasaba horas, se desprende de la documentación, sin que nadie lo viera. Por eso digo esto que no se conocía: Maradona no estuvo en Olivos en una habitación común, estuvo internado en terapia intensiva. Y efectivamente si uno sigue los hechos y la cronología de los hechos que llevaron a su muerte, en las últimas 12, 24 horas debió haber tenido un control mayor que pudo haberle dado otra chance. Pudo haber permitido identificar que estaba ocurriendo una descompensación cardíaca que hubiera llevado a instituir tratamientos que no tuvo”.


«Maradona era un paciente que necesitaba estar institucionalizado más allá de sus deseos. Los hechos demuestran que efectivamente que el alta y haberlo dejado en un lugar no adecuado terminó siendo perjudicial para él», dice Nelson Castro

Nelson Castro está seguro de algo: “De haber estado en un lugar institucionalizado, Maradona pudo haber tenido otra chance. Después, el resultado no lo sabemos, como siempre pasa en medicina. Pero sin duda pudo haber tenido una chance que no tuvo estando en ese lugar porque no estaba adecuadamente monitoreado”. En su análisis, desde una evaluación de los criterios médicos y amparándose en el respeto profesional por sus colegas, se asume crítico de la gestión de Leopoldo Luque, el médico personal del último Maradona: “Es evidente que hubo un manejo médico inadecuado. Porque esa decisión de externarlo, de sacarlo de un ámbito institucionalizado fue sin duda erróneo. Eso representó un riesgo agregado para Maradona, porque terminó estando en un lugar no adecuado para el nivel de cuidado que exigía su patología”.

Rastreó a todos los médicos que trataron al astro argentino. Accedió a archivos secretos, testigos, documentos inéditos, componentes que dotan un profuso historial médico. Y todos coincidieron en dos aspectos. Lo reproduce Castro: “La responsabilidad que significó tratar a alguien con Maradona, conscientes de lo que significaba para sus carreras: el éxito o el fracaso; y la constancia de un paciente difícil. Maradona fue un paciente difícil para casi todos los médicos, con algunas contadas excepciones. Un elemento que también surge de sus relatos y que para mí resultó interesante, como periodista y también como médico, fue escuchar sus vivencias: no solamente contar lo que le pasaba a Maradona, sino también lo que le pasaba a ellos atendiéndolo a Maradona”.

Los médicos también coinciden en un punto: el Maradona portador de un físico de excepción. “El doctor (Carlos) Álvarez dice que él sobrevivió en aquel cuadro de intoxicación en Punta del Este a dosis de cocaína ante las cuales otros mueren. Se pudo recuperar de la miocardiopatía dilatada, aun cuando se cuidaba muy poco. Efectivamente, así como había una genética que lo llevaba a la adicción, había una genética de un físico realmente notable con una capacidad fenomenal de resistir. De no haber sido por eso hubiera vivido menos y seguramente en Punta del Este hubiera encontrado su muerte”.

El Maradona de la supervivencia, de las rehabilitaciones, de las agonías y las resucitaciones, el gordo que se hizo flaco y volvió a engordar. Fue un hombre acostumbrado a renacer. “Daba la idea de alguien indestructible -aporta el autor-. Era alguien omnipotente, creía que estaba por encima de todos. Lo dicen los médicos: ‘Él necesitaba ser el centro de todo’. Su relación con los médicos en general era mala y era muy difícil imponer una disciplina. Era alguien al que vos le decías ‘no hagas esto’ y él lo hacía”.


El reciente libro de Nelson Castro sobre la salud de Diego Armando Maradona fue incorporado a la causa judicial que trata las responsabilidades de su muerte

Castro habla de una pulsión “autodestructiva” y reconoce en su bagaje clínico un cúmulo de adicciones. Dice que Maradona era adicto, además de las drogas y el alcohol, al sexo y a la comida. “Era un hombre con una voracidad sexual impresionante. Era un hombre que además practicaba sexo sin cuidado, lo que preocupaba muchísimo a su entorno, a sus médicos. Coppola lo cuenta con todo detalle y eso generaba alguna discusión entre ellos”, dice. Contó que en Cuba adquirió la adicción al tabaco al punto de fumar seis o siete habanos por día y que canalizaba también su voracidad con la comida: “Se podía comer siete u ocho milanesas con puré en una comida”.

El 24 de noviembre de 2020, en su último día de vida completo, no comió nada. Al menos eso indica el seguimiento médico que se le hizo. Taffarel, el terapeuta, lo notó entregado y con la voz entrecortada. Había rechazado el desayuno, el almuerzo. No tenía apetito. A las 21:38 le ofrecieron un té con galletitas que también declinó. “Maradona estaba muy depresivo -resume Castro-. Creo que él tenía conciencia de su estado y le daba mucha pena verse como estaba. Uno de los acompañantes terapéuticos que lo ve en la clínica Olivos, le hace masajes en las piernas para deshincharla y él le dice: ‘No frotes más porque no sale más magia’. En un momento, él habla con una autoridad médica de la clínica y le explica: ‘Mire doctor, lo que vaya a vivir, lo voy a vivir’. Era consciente de su deterioro físico”.

Pero no quería morir. Lo que no sabía era cómo seguir viviendo así: vulnerable y sin los superpoderes que su cuerpo alguna vez le había suministrado. “La explicación es simple -dice-: Maradona no tuvo los cuidados adecuados, hizo una insuficiencia cardíaca no detectada y se murió. La causa es simple, lo que se investigará es por qué no se diagnosticó previamente, por qué se lo llevó allí, por qué no se le buscó otro lugar y demás, pero la causa de la muerte de Maradona no es compleja en cuanto a establecer el por qué. Lo que se investigará serán las responsabilidades médicas de unos y otros que llevaron a ese desenlace. La causa de muerte no es compleja, está perfectamente determinada”. En la causa que queda, la judicial, el libro de Nelson Castro será incorporado.

Fuente: Infobae