(«dime de qué presumes y te diré de qué careces», sentencia nuestro refranero) y donde tener miles de ‘likes’ es la horma de la valía, resulta casi extraño encontrarse con seres humanos que habitan en el ‘planeta humildad’.
La cualidad que poseen estos marcianos, también llamada modestia, contrariamente a lo que pueda parecer, ayuda a que la vida sea más placentera, pues «las aspiraciones, éxitos y derrotas personales carecen de excesiva importancia… es una ventana abierta hacia su interior», en palabras de Martin Seligman, padre de la psicología positiva, que considera la modestia una de las 24 fortalezas humanas. En definitiva, una persona mesurada no necesita ser el centro de atención, ni hace girar su vida gira entorno al éxito y el reconocimiento lo que en sí mismo es un gran logro vital y una enorme fuente de tranquilidad.
Sin embargo, este planeta humilde también tiene su cara oscura y se llama ‘complejo de Jonás’, en referencia al profeta hebreo que engullido por un gran pez pasó tres días en su barriga orando y arrepintiéndose, para ser devuelto a la tierra y cumplir la enorme misión que Dios le tenía encomendada: salvar a Nínive, la ciudad corrupta y pagana.
Este término fue acuñado por el psicólogo norteamericano Abraham Maslow, padre de la psicología humanista, para describir el miedo al éxito, a mostrar el propio talento, a desarrollar todo nuestro potencial. Diseñó la famosa ‘Pirámide de Maslow’ jerarquizando las necesidades humanas desde las más básicas a las más complejas por este orden: 1. fisiológicas; 2. seguridad; 3. afiliación; 4. reconocimiento; 5. autorrealización. El ‘complejo de Jonás’ quedaría encuadrado dentro de las dificultades de autorrealización, como una forma de autosabotaje ante las posibilidades que se despliegan en la vida.
¿QUÉ ES?
Quien mejor puede describir este complejo es Belén (nombre ficticio de una persona real), una brillante química de 40 años, que casi contagia el desasosiego profundo que siente cuando recibe admiración o es el centro de atención positiva por parte de los demás, algo difícil de evitar porque de verdad es una mujer con mucho talento y una gran belleza interior y exterior.
La parte peor de su problema es cuando ella misma cierra las puertas de su merecido éxito con conductas de sabotaje como cuando recogió a un mendigo en su coche -una conducta de buen samaritano- si no fuera porque era el día de su último examen de la carrera, al que llegó tarde, rogando que la aceptaran y en un estado de severa ansiedad o cuando escuchó como pronunciaban su nombre para recibir un diploma por méritos escolares, pero no fue capaz de recogerlo, no por timidez, sino porque pensaba que no lo merecía.
El miedo a ser rechazados y el deseo de encajar y no ser el raro, el empollón, hace que niños y niñas prefieran no llamar la atención por sus notas o no levantar la mano en clase para responder a una pregunta y así no fomentar la envidia de sus compañeros. La contra-valoración por destacar puede favorecer el seguidismo y el autosabotaje de este complejo.
El recelo a ser exitoso se detecta cuando resulta difícil hablar de tus logros, si evitas proyectos que podrían dar un espaldarazo a tu vida, si comprometes tus objetivos para evitar conflictos, si sientes que no te mereces los premios o si tienes una actitud negativa en cuanto a sostener ese éxito en el futuro.
Surge también una profunda vergüenza y ganas de salir corriendo cuando alguien te alaba y sientes malestar ante los merecidos aplausos. El sentimiento de culpa también puede activarse pues tienes la impresión de que vas a hacer sombra a otros que no consiguen tu éxito, o en palabras de Belén «no tienen tu misma suerte» (olvidando sus muchas horas de esfuerzo). El castigo por esta culpa se traduce en un sentimiento de no merecimiento, una parte de ti cree que no merece disfrutar de la vida. Esta es la razón por la que a menudo muchos afectados optan por posponer las cosas en lugar de simplemente hacer lo que saben que deben hacer.
VIVIR EN UN LABERINTO
Poder destacar, brillar y exprimir nuestro potencial suena muy bien ¿Por qué alguien no desearía eso? En muchos casos, estas personas fueron educadas para no brillar. Belén recuerda como su profesora le pidió que no sobresaliera tanto para no activar los celos de su insegura (y perezosa) hermana o cómo escuchó a su padre decir que no la halagaba «para que no se lo creyera» (desde luego consiguió su objetivo) y para eso utilizaba bromitas sarcásticas para meterse con ella que solo le hacían gracia a él ¡cuánto daño hacen a la autoestima estos ataques disfrazados de humor!
Otras veces los motivos están en el temor que produce luchar por lo que se desea porque asusta la posibilidad de sufrir, la sobrecarga de responsabilidad y el exceso de trabajo que conlleva el éxito. Otras es nuestro brillo lo nos asusta. Como expresa Alexander Lowen en su libro «Miedo a la Vida», nuestro temor hace que nos mantenemos ocupados para no sentir.
Por otra parte, sabemos que las personas que destacan pueden ser blanco de envidias y críticas por parte de los menos talentosos. Ser admirado puede ser agradable y subir la autoestima, pero ser envidiado puede ser peligroso. Crear un camino propio es siempre más difícil que seguir el de los demás porque perdemos la seguridad del grupo, tenemos miedo a que el éxito traiga consigo la soledad.
La grandeza implica asumir el miedo y avanzar con él. Significa tolerar la incertidumbre y aceptar que el desasosiego puede formar parte del trayecto. Ante esta situación podemos plantearnos si tenemos lo necesario para llegar a buen puerto. ¿No será más seguro conformarse con una vida más tranquila? ¿No comprometernos con la búsqueda de nuestro potencial es siempre negativo? ¿Acaso no podemos elegir entonces ser mediocres si así lo deseamos?
Maslow es contundente cuando expresa su opinión en este asunto: «Si deliberadamente planeáis ser menos de lo que sois capaces de ser, os prevengo que seréis profundamente infelices para el resto de vuestros días». Desde un punto de vista teórico la elección de no desarrollar todo nuestro potencial sería respetable y sana si es hecha desde la libertad. La duda que me queda es si una persona libre elegiría esta opción.
Fuente: El Mundo, España