Daniel y Katherine Ray son pareja, viven en Montana y se conocen desde la escuela secundaria. Juntos tenían un sueño: construir con sus manos su casa y hacerla de arcilla, arena y paja.
La pareja conoció las viviendas de adobe en una visita a Gales y desde ese entonces se enamoraron de ese tipo de construcciones. A partir de ese momento comenzaron a juntar información sobre estas propiedades. Pero recién hace un par de años se animaron a convertir en realidad aquella fantasía.
Los padres de Ray eran dueños de una tierra, que estaba sin uso. “Allí nos hicimos nuestro primer hogar de adobe, de 91 metros cuadrados. Tres años más tarde, estábamos trabajando en una vivienda más amplia y cómoda, pero -esta vez- en un terreno de nuestra propiedad”, cuentan Daniel y Katherine.
La pareja adquirió un lote en Bitterroot Valley en Victor, Montana, y comenzaron a construir su segunda casa de adobe. Trabajaron en la propiedad durante casi tres años. Lo hacían a contra turno de sus empleos. Para levantar esa construcción destinaban por semana unas 40 horas. Su vida pasó a ser: del trabajo a la casa y de la casa al trabajo.
Ellos formaron parte de todo el proceso constructivo. No sólo diseñaron los planos, sino que también crearon los materiales para levantar la propiedad. Ellos usaron sus pies para hacer la mazorca, mezclando tierra, arcilla, paja y agua.
“El proceso para hacer la mazorca es sencillo. Se toma tierra, que generalmente tiene entre un 30 y un 50 por ciento de arcilla, y se la mezcla con agua hasta lograr una buena consistencia, similar al barro. Luego se le agrega la paja. Luego se apisona todo junto”, explica Ray. Como es lógico, todos los elementos utilizados fueron de la zona.
Antes de que se pudieran construir los muros, la pareja tuvo que excavar el suelo para hacer espacio para los cimientos. Para eso la pareja alquiló una excavadora pequeña, que debieron aprender a manejar. Recién después fue el momento de comenzar a levantar la casa.
Lo llamativo de la historia es que ninguno de los dos jóvenes tiene títulos ni experiencia en el mundo de la construcción. Ambos son graduados de antropología y cuentan con dos maestrías: en biblioteconomía y ciencias de la información. La pareja fue autodidacta en lo que tiene que ver con la construcción. Libros, videos y tutoriales sirvieron como material de aprendizaje y de consulta.
La experiencia, rápidamente, se convirtió en una aventura comunitaria, además de familiar. Ya que, cada vez que lo necesitaban, la familia colaboró con trabajo físico y apoyo moral.
Pero la pareja no se limitó a la creación de la vivienda, ya que también diseñaron los muebles: desde mesas, estantes hasta sillones. En cuanto a números, la construcción requirió tan sólo de US$20.000, “un presupuesto impensado para levantar una vivienda convencional, las cuales no bajarían de entre US$150.000 o US$200.000″, dijo Ray.
La vivienda terminada tiene unos 220 metros cuadrados, de los cuales 128 se encuentran en la planta baja y el resto se distribuyen en un altillo. Tiene dos dormitorios, un living, una cocina y un baño. La pareja se mudó al lugar en otoño de 2019, poco después que Katherine diera a luz a su hija.
En la actualidad, Ray y su esposa montaron un negocio por medio del cual les enseñan a otras personas a construir casas sostenibles de adobe. También organizan campamentos, de cuatro y nueve días, en los que los concurrentes aprenden a construir una estructura completa, trabajando en una casa de huéspedes.