El Centro Cultural de la Cooperación, entre lo virtual y lo presencial

A la hora de confeccionar la programación anual del Centro Cultural de la Cooperación, el Director artístico del espacio, Juano Villafañe, describe que la intención siempre ha sido “contactar imaginarios: público con acontecimientos artísticos, a través de la relación que establecen los medios, la crítica, la comunicación”.

La pandemia ha provocado que se produzcan ciertas variantes a la hora de programar, sobre todo teniendo en cuenta que el edificio aún no está habilitado para realizar funciones de manera presencial. El Centro, conformado por siete pisos, requiere de diferentes protocolos que recién podrán comenzar a implementarse a partir de marzo. Esto hace que el CCC presente una programación virtual que tendrá lugar entre el 19 de febrero y el 21 de marzo.

“En las condiciones actuales –explica Villafañe–ha ocurrido una gran transferencia, muy abrupta, muy rápida de lo que ha sido el campo de lo presencial a lo virtual. Esto ha generado ciertas desconexiones entre los vínculos, se instalaron las nuevas tecnologías y el tema teatro, que implica un ritual, un convivio muy particular, se transforma. Para nosotros reconocer la búsqueda de una programación teatral se asocia ahora a trabajar con los protocolos y las nuevas tecnologías”.

Antoaneta Madjarova, destacada titiritera y especialista en teatro infantil y curadora de esta programación de verano recuerda que anualmente, en esta época, el Centro de la Cooperación ponía especial interés en programar una serie de festivales que tenían mucha repercusión entre los espectadores, como el festival Humoris Causa, Novísima dramaturgia, Teatro de títeres para adultos y el festival del amor.

“Para esta oportunidad –comenta la creadora– elegimos obras que ya están previamente filmadas y de las que se ha realizado una edición muy cuidada. ¿Cuál fue el criterio para elegirlas? Tomamos piezas que formaron parte de la cartelera del CCC e hicimos una programación variada respecto de los géneros artísticos, a las temáticas y a las poéticas”.

El ciclo está conformado por Rojos, globos rojos, de Eduardo Pavlovsky, dirigida por Cristian Forteza; Mandinga en el paraíso, un varieté desopilante de Claudio Gallardou; Tarabust, títeres para adultos, una pieza que formó parte de uno de los festivales de títeres para adultos y cuenta con dirección de Daniela Fiorentino y Carlos Peláez.

Rojos globos rojos, de Eduardo Pavlovsky
Rojos globos rojos, de Eduardo PavlovskySebastian Ochoa

“El resto de la programación –aclara Madjarova– está conformada por obras muy distintas y están destinadas a las infancias. Empezamos con un clásico de Silvina Reinaudi, Siete vidas, la gatópera, que cuenta con música de Carlos Gianni y dirección de Roly Serrano; Música maestro, que dirijo yo, que es teatro negro con títeres, actores y efectos especiales. Sigue Liebre, otra obra que estuvo dentro de nuestro repertorio durante dos temporadas con muy buenas críticas. Es de Daniela Fiorentino y Carlos Peláez y cuenta las historias de un abuelo que recuerda su infancia encontrándose con distintos animalitos del bosque. Luego se verá ¡Dale!, de Javier Zain, otro personaje muy reconocido dentro de los espectáculos para las infancias que hace por lo general obras musicales también con una muy prolija producción. Es una comedia musical con clown y humor”.

Durante esta breve temporada habrá un único estreno y hará una sola función. Se trata de Pulgarcita, #Niunamenos. Según se adelanta se trata de un experimento. Una obra multimedia, recreación del cuento de Andersen recreada con teatro de sombras, mapping y animaciones que dirige Sebastián Pascual. Está pensada desde la perspectiva de género, dirigida a un público más adolescente.

“Frente a lo que fue un vacío muy grande de una programación teatral durante 2020 –comenta Juano Villafañe–, donde el acto presencial desapareció, comenzó a darse y de una forma acelerada un proceso de decantación que hemos ido observando nosotros y que ha interesado a los directores y los elencos, llevándolos a reconsiderar esta relación entre lo teatral y lo cinematográfico. Que, por otro lado, no tiene porque estar en contradicción. Y en todo caso en la medida que avance el proceso sanitario y mejoren las condiciones de la ciudadanía con las vacunas seguramente el teatro presencial volverá a estar presente como corresponde. Pero creo que esta impronta que le dio el fenómeno de la pandemia ha recolocado una series de cruces estéticos que hay que considerar. Creo que lo experimental y las búsquedas que ha ocasionado la pandemia ha sido un impulso importante”.

Antoaneta Majdarova, frente a esta nueva realidad, sostiene que “ahora le damos un uso mayor a esas nuevas tecnologías. Aparecieron tantas plataformas competitivas también porque en un año aprendimos mucha. El Zoom, el Meet, dar clases virtuales, etcétera. Yo, que siempre apuesto por lo positivo, busco cuáles son las ventajas y entiendo que tendremos llegada a un público mucho más amplio”.

En este proceso de recepción también asoma la disposición del público frente a estas experiencias virtuales. “Los espectadores no tienen tanta experiencia porque hay que acostumbrarse a sentarse frente a una pantalla a ver una obra de teatro –reflexiona Madjarova–. Estamos en esa etapa de cambio y espero que sea positiva. Hemos debatido estos temas. Todos nos vamos a replantear nuestra forma de crear. El teatro presencial seguirá existiendo. Seguramente aparecerá un tercer género que sería teatro y audiovisual. Cambiarán nuestras formas de producir, de pensar las dramaturgias, la obra, la puesta en escena y, seguramente, todos los directores de teatro vamos a tener que aprender a manejar la cámara también”.

A modo de adelanto Villafañe comenta que está previsto que se estrene en el Centro Cultural, en marzo, un proyecto creado por Pompeyo Audivert. Se trata de una versión de Macbeth que fue creada en tiempos de pandemia y cuyo título es Habitación Macbeth.

Fuente: La Nación