El libro «50 años de rock» se presentó en el Museo Histórico Nacional

El encuentro para hablar sobre los dos volúmenes -de 300 páginas cada uno- fue en el marco de la muestra “Los 80. El rock en la calle». Además de los autores, también participaron el editor Miguel Dente, Sebastián Matategui, Sebastián Schachtel y Pablo Potenzoni.

La presentación fue en el patio abierto del Museo.. Imagen: Mariano Nieva

Charla relajada bajo los árboles añosos del Parque Lezama. Miguel Dente, Daniel Gaguine, Matías Recis, Sebastián Matategui, Sebastián Schachtel y Pablo Potenzoni departen a mesa larga y pleno sol, sobre 50 años rock, el libro publicado por Disconario del que, de una u otra forma, todos fueron parte. “Claro que los músicos fueron la columna vertebral del libro”, se adelanta Gaguine, periodista que, junto a su colega Recis, se encargó de las entrevistas que resolvieron el propósito: contar los cincuenta años del rock argentino, a través de cincuenta bandas, en dos lados a manera de volúmenes: el A (de Los Gatos a Sumo) y Lado B, de Los Redonditos de Ricota a Babasónicos. “En este volumen, por tomar un caso, tuvimos la dicha de hablar con los músicos de La Renga, banda reticente a dar entrevistas… De hecho, no había participado en el ningún libro”, comentó Recis, en el patio abierto del Museo Histórico Nacional, con el cañón y los leones como testigos, y la muestra “Los 80. El rock en la calle”, como marco.

“Como dijo Matías, nos interesaba principalmente llevar la palabra de los músicos, pero también la de los managers, productores, de gente que ha estado alrededor de los grandes discos, y de las grandes bandas”, amplió Gaguine, poniendo el foco en las entrevistas logradas por el dúo de periodistas. “Tuvimos el honor de hablar con Chris Frantz, baterista de los Talking Heads, y con Andrew Loog Oldham, por sus trabajos con los Cadillacs y los Ratones Paranoicos, respectivamente. Desde ese lugar, quisimos contar la forma en que se realizó cada disco y, a través de eso, la historia de cada banda”.

Músicos, obvio, pero también ingenieros de sonido, diseñadores, asistentes propietarios de salas de ensayo, y productores fueron parte de este arduo trabajo que marcó el cierre de una colección que nació en 2010, con la edición de Tícher de luz (referido a Luis Alberto Spinetta), prosiguió con Un Dios aparte (dedicado a Charly García); Nueve vidas (a Pedro Aznar), Sicodélica Star (a Fito Páez), Elegancia Pop (a Gustavo Cerati), y El bohemio va, sobre vida y obra de Litto Nebbia. “En el caso de 50 años…, lo más complejo fue decidir qué banda iba a ser parte del libro, porque tenían que ser 50. Cuando empezó la elección nos preguntábamos, por ejemplo, qué elegir entre Don Cornelio y la Zona o Los Visitantes, y bajo qué criterios hacerlo. ¿La producción? ¿La cantidad de discos vendidos? ¿La visión de la crítica?”, evocaron los periodistas. “Y sí, porque la idea fue arrojar luz sobre las distintas gamas de un rock argentino que cada vez se fue haciendo más amplio, y es lo que resultó. En algunos casos estuvimos más de acuerdo que en otros”, intervino Dente, editor del texto, y del resultado final del libro. “No fue sencillo hilar todo el trabajo que hicieron ellos”.

Refiriéndose también al recorte, Schachtel tiró una humorada, cuando preguntó por qué no se había incluido a La Portuaria en tal. Y Recis se hizo cargo: “Hubo muchas bandas que quedaron afuera: Spinetta Jade o Aquelarre en el Lado A, y Don Cornelio o La Portuaria en el B… La decisión no fue fácil”, admitió. “Igual, los salva que el título es 50 bandas fundamentales, y no ‘las’ 50 bandas fundamentales”, terció Matátegui entre risas.

Otro de los protagonistas que Gaguine y Recis consideran un hallazgo es, precisamente, Pablo Potenzoni, también presente en el Lezama. “Él nunca había hecho una entrevista después de que se separó de Todos Tus Muertos, pero terminamos hablando siete horas”, recordó Recis. Por supuesto, el batero -hoy dedicado al dub- refrendó in situ. “Los artistas sabemos ver cuando algo se está haciendo con interés. Matías me contactó por Facebook un sábado a la tarde en el que yo había preparado todo para ir al cine trasnoche. Como entonces vivía afuera y me tenía que ir el lunes, no me quería perder la salida, porque en otras partes del mundo las trasnoches no existen. La verdad es que no tenía ganas de hacer una nota, pero fue tal la insistencia que le dije que sí, siempre y cuando viniera a General Rodríguez, donde estaba viviendo”, evocó Potenzoni.

Esa noche llovía pero Recis fue igual. “Vino en transporte público, paragua en mano, hasta allá. Ahí dije ‘este es un campeón’. Me sentí identificado con él y fue más que una nota. Duró siete horas y muchas cosas que se hablaron parecían más para hablar con un psicoanalista”, rió el exbaterista de TTM, época Dale Aborigen, para luego regalar algunas palabras sobre aquel disco emblemático de los ’90. “Era todo muy caótico, pero un caos creativo si lograbas poner un poco de orden. Grabábamos todo lo que nos salía en un grabador común y después pulíamos en el estudio. El problema fue que el caos se multiplicó cuando empezamos a convivir durante la grabación. Fue divertido y ríspido a la vez”, recordó Potenzoni acerca del contexto que rodeó Dale aborigen, trabajo en el que participaron Manu Chao y Fermín Muguruza.

Schachtel refrescó por su lado los días en que Skay Beilinson por un lado y Gustavo Cerati por otro lo convocaron a participar de las grabaciones de A través del mar de los sargazos y Once episodios sinfónicos. “Skay y Poli venían a ver a La Portuaria a La Matriz, y charlábamos mucho después de los shows. De ahí vino la convocatoria y fue una experiencia divina que haya pasado eso”, señaló el ex Clap, La Portuaria, y actual tecladista de Las Pelotas. “Con Cerati toqué el sintetizador como si fuese una especie de theremin. Una experiencia increíble, también”, refirió otro de los músicos que pobló, con sus testimonios, el ciclópeo trabajo de dos volúmenes, a 300 páginas cada uno. 

Fuente: Págin12