Fran Lebowitz y Martin Scorsese: diálogo cumbre sobre su exitosa serie en Netflix

MIRÁ EL TRÁILER. “Supongamos que Nueva York es una ciudad” ofrece comentarios mordaces y una sensación de anhelo por una metrópolis prepandémica. Sus impresiones y cómo cambiaron sus vidas en la era del Covid.

Si la víspera de Año Nuevo pasada hubiese sido normal, Fran Lebowitz y Martin Scorsese la habrían pasado como suelen hacerlo: juntos y con un grupo de amigos íntimos, en la sala de proyección de la oficina de Scorsese, mirando un clásico como Vértigo o Escalera al cielo.

El año que se encontraron para ver Barry Lyndon, miraron una versión de alta calidad y poco conocida creada a partir del negativo fotográfico original de Stanley Kubrik.

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“Y yo pregunté: ‘¿Qué es un negativo fotográfico?’”, recordó Lebowitz en una llamada grupal en video con Scorsese el martes 5 de enero. “Y entonces todos los dementes del cine me fulminaron con la mirada, como si hubiese reconocido que era analfabeta”.

En años anteriores, cuando se sentían con muchas energías, dijo Scorsese con algo de melancolía, “solíamos hacer una proyección antes de medianoche y otra después”.

Pero esta vez, su costumbre anual tuvo que quedar en suspenso. En cambio, explicó Lebowitz, “le hablé a Marty por teléfono. Nos compadecimos por lo mal que nos sentíamos, por lo horrible que era no hacer aquello”.

Escena de "Pretend It's a City", documental de Martin Scorsese, con Fran Lebowitz. Foto Netflix

Escena de «Pretend It’s a City», documental de Martin Scorsese, con Fran Lebowitz. Foto Netflix

Lebowitz, autora, humorista y cuentacuentos, y Scorsese, director de cine ganador de premios de la Academia, se comunicaban desde sus casas de Nueva York para hablar de su última colaboración, la serie documental Supongamos que Nueva York es una ciudad (Pretend It’s a City). Son amigos desde hace muchos años que, mientras esperan a que termine la pandemia de coronavirus, últimamente no han podido verse mucho uno al otro ni a la ciudad con la que irrevocablemente se los relaciona. 

Un clima agridulce similar se percibe en la serie de siete episodios, que Netflix estrenó el viernes 8. Continuación de la película de no ficción de 2010 Public Speaking de Scorsese, Pretend It’s a City (también dirigida por Scorsesesigue a la ácida Lebowitz a través de entrevistas, apariciones en vivo y caminatas por Nueva York mientras comparte historias sobre su vida y sus pensamientos respecto de la constante evolución de la ciudad en las últimas décadas.

Obviamente, la serie de Netflix se empezó antes de la pandemia, y Lebowitz y Scorsese son sumamente conscientes de que refleja una Nueva York bulliciosa y vital que ahora parece fuera de nuestro alcance… y que ambos esperan que vuelva pronto.

Entretanto, Pretend It’s a City ofrece una instantánea seductora de una Nueva York en flor, junto con los comentarios vivaces y sin remordimientos de Lebowitz sobre lo que significa vivir allí.

Como ella explica: “No me importa si la gente está de acuerdo conmigo o no. Lo que siento si alguien no está de acuerdo conmigo es: ‘Muy bien, usted está equivocado’. Eso es algo que nunca me preocupó”.

Scorsese responde suavemente: “Tenía esa impresión”.

Fran Lebowitz y Martin Scorsese sonn grandes amigos. Foto Netflix

Fran Lebowitz y Martin Scorsese sonn grandes amigos. Foto Netflix

Lebowitz y Scorsese también hablaron de la realización de Pretend It’s a City y del impacto que ha tenido en ellos la pandemia. Los siguientes son extractos editados de esa conversación.

–Me sorprendió enterarme a través de Pretend It’s a City que ninguno de ustedes recuerda cómo se conocieron.

–Lebowitz: Eso es porque somos viejos y tenemos muchas amistades. No digo viejos en el sentido de que no nos acordemos de las cosas, porque creo que ambos tenemos una memoria perfecta. Sino porque han pasado muchos años y hay mucha gente. Supongo que nos conocimos en una reunión, porque ¿dónde más podría haberlo conocido? Obviamente, voy a muchas más reuniones que Marty. Es por eso que Marty hizo tantas películas y Fran escribió tan pocos libros.

–Scorsese: Recuerdo que la vez que más hablamos fue en el cumpleaños de 50 de John Waters. Fue después que se estrenó Casino.

–L: Por supuesto, no fuiste reacio a escuchar cuánto me había gustado.

–S: No, no lo fui en absoluto.

–L: Aunque no soy tan italiana como quizá se imaginan [se ríe], los padres de Marty y muchos de los parientes de mi padre –que eran todos judíos de clase trabajadora– tienen muchos paralelos que son bien conocidos. La gran diferencia es que la comida es mejor en la casa de los italianos.

–S: A nosotros nos gustaba más la comida judía.

–L: No, no, no, no hay comparación.

–Después de trabajar juntos en Public Speaking, ¿qué les hizo tener ganas de colaborar en otro proyecto documental?

–S: Me divertí haciendo Public Speaking. Me pareció liberador en lo que hace a la narración. Pero básicamente la cuestión es estar cerca de Fran. Me gusta saber lo que piensa, prácticamente todos los días, mientras algo está ocurriendo. Me gustaría un comentario constante… no todo el tiempo sino uno en que pudiera darme un chapuzón y salir en algún momento del día.

El director de cine Martin Scorsese. Foto EFE/EPA/ETTORE FERRARI

El director de cine Martin Scorsese. Foto EFE/EPA/ETTORE FERRARI

–¿A alguno de los dos le preocupa que Fran sea un recurso finito y que alguna vez se agote su reserva de ingenio?

–L: ¿Me pregunta si me preocupa ya no tener cosas que decir? No. Me preocupa ya no tener dinero. Pero nunca se me ocurrió que no tendría algo para decir. Es algo que está. Es como tener un pulgar falso de prestidigitador.

–La serie se divide en capítulos fantasiosos como “Asuntos culturales” y “Departamento de Deportes y Salud”. ¿Cómo acordaron esos temas?

–S: Siempre nos pareció que teníamos que tener temas. Fran empezaba con un tema y después este se disparaba como un riff de jazz a miles de lugares distintos. Eventualmente, podríamos lograr recuperarlo. En muchas de las películas que hago, el tipo de actores con los que trabajo, el diálogo es como la música. Hay un timing y un énfasis. Ella tiene eso.

–L: Obviamente, soy la persona que habla con más digresiones del mundo, pero lo que en realidad están viendo es una edición. No recuerdo cuántos días tardamos en rodar esto, pero confío en que fue una cantidad infinitesimal de lo que Marty tardó en editar.

–S: Trato de llegar a ese tipo de libertad en mis películas narrativas, pero muy a menudo estoy limitado por un argumento.

–L: Yo carezco de argumento, así que no hay problema. [Risas]

–Entre las locaciones donde filmó a Fran está el Museo de Queens, donde la vemos caminando por el Panorama de la Ciudad de Nueva York, una maqueta a escala sumamente detallada que había construido Robert Moses para la Feria Mundial de 1964. ¿Cómo fue rodar allí?

–L: Volteé el Puente de Queensboro. El tipo que está a cargo de eso, el día que filmamos ahí, estaba en un ataque de pánico el tiempo entero. Y demostré que tenía razón.

–S: Esa fue la única vez que grité “¡Acción!”. No sé qué se apoderó de mí. Eso debe haberte confundido o algo así.

–L: No lo destruí; sólo lo volteé.

–S: Dicho sea de paso, es magnífica esa maqueta.

–L: No sé si compensa a Robert Moses. [Risas] Te hacía darte cuenta de que, si Robert Moses hubiese hecho todo en miniatura, no odiaríamos a Robert Moses.

–¿Cómo afectó la pandemia la realización de la serie?

–L: La filmamos mucho antes de que llegara el virus. Cuando el virus llegó, Marty dijo: “¿Qué debemos hacer? ¿Qué podemos hacer?”. En el momento de mayor confinamiento, salí a caminar por la ciudad, y Marty envió a Ellen Kuras [directora de fotografía de Pretend It’s a City] y lo que ella filmó fue increíblemente bello. Pero yo le dije a Marty: “Creo que debemos pasarlo por alto”.

–S: Probamos hacerlo. Editamos secuencias. Quedaba bien, y entonces, una semana después, la ciudad volvió a cambiar. Todos los comercios estaban cerrados y con las vidrieras cubiertas por tablas. Una semana después, cambió otra cosa. Así que dije: “Paremos aquí”.

–L: No somos periodistas. No tenemos que estar al día con las noticias.

–¿La serie les parece distinta debido a la pandemia?

–L: Sin duda, hay una diferencia. Pensé en el títulos, Pretend It’s a City, cuando Nueva York estaba llena de tarados que se quedaban parados en medio de la vereda. Yo les gritaba: “¡Muévanse! ¡Hagan de cuenta que es una ciudad!”. La gente que la ha visto desde entonces… mi representante me dijo: “Ah, es una carta de amor a Nueva York”. Antes del virus, era yo quejándome de Nueva York. Ahora la gente piensa que tiene un significado más lírico, más metafórico.

–¿Teme que Nueva York no vuelva a ser del todo como era antes de la pandemia?

–L: He vivido lo suficiente en Nueva York para saber que no permanecerá como está ahora. No hay un metro cuadrado de Nueva York, ni un solo metro cuadrado, que sea igual a como era cuando llegue aquí en 1970. Así son las ciudades, aun sin una plaga. Pero me gustaría señalar que había muchas cosas en ella que estaban mal antes. Después de las grandes protestas del SoHo, vi a un periodista entrevistar a una mujer que era la gerente de una de las tiendas elegantes de allí. El periodista le preguntaba: “¿Qué va a hacer?”. Y ella decía: “No hay nada que podamos hacer hasta que no vuelvan los turistas”. Le grité al televisor y dije: “¿En serio? ¿No sabés qué hacer con el SoHo sin turistas? ¡Yo sí! Dejame que te dé algunas ideas”. Porque yo lo recuerdo sin turistas. ¿Qué te parecería que vivieran allí los artistas? ¿Qué te parecería que los alquileres no costaran 190.000 dólares por mes? ¿Qué te parecería eso? Probemos con eso.

Fran Lebowitz, la escritora que hace reír a Scorsese. Foto Netflix

Fran Lebowitz, la escritora que hace reír a Scorsese. Foto Netflix

–¿La pandemia los ha hecho sentirse más vulnerables o más conscientes de su propia fragilidad?

–L: Me hace estar más enojada. Afortunadamente, he logrado destilar todas las emociones humanas hasta convertirlas en enojo. No importa cuál sea la emoción inicial: puede ser desesperación, tristeza, miedo… yo básicamente lo experimento como enojo. Me hace enojar porque no tenía por qué ocurrir.

–S: Yo, en realidad, no sé cuál es mi lugar en la isla. Crecí en el centro cuando era una zona bastante difícil. Ahora es muy elegante. Ya no lo siento como mi hogar, eso es seguro. He crecido y me he ido, en cierto sentido. He estado encerrado y trabajando a través de FaceTime. Estoy tratando de hacer una película [Killers of the Flower Moon] desde marzo. Cada dos días, me dicen que avanzamos. Y después me dicen, no, no avanzamos. Estamos en un estado de preocupación y tensión. Pero, en realidad, no he salido mucho. No puedo arriesgarme.

–El día que termine la pandemia, que no haya más peligro de contagiarse el coronavirus y podamos volver a nuestra vida habitual, ¿qué es lo primero que harán?

–S: Diría que lo primero será, ¡por favor!, ir a un restaurante. Hay algunos que extraño mucho. Nunca voy a comer en la vereda. No sé cómo puede uno sentarse ahí y respirar el humo de los colectivos. No lo entiendo. No es París.

–L: Yo he salido a comer. No hay mejor testimonio de lo mucho que detesto cocinar que el hecho de que me siento afuera con menos dos grados, tratando de comer con los guantes puestos. Me gustaría comer en un restaurante. También me gustaría gatear debajo de las mesas de la sala de libros raros de la librería Strand y, cuando lleve las cosas a la caja, y el tipo me diga: “¿Dónde encontró esto?”, decirle: “Debajo de la mesa”. “¡Todavía no le hemos puesto precio! No tendría que haberlo sacado de ahí abajo”. Bueno, lo hice, así que ¿cuánto cuesta?

The New York Times y Clarín

Traducción: Elisa Carnelli

Fuente: Clarín