Indio Solari: su intimidad contada por Edgardo Andrés Kevorkian, su fotógrafo

El día anterior a esta charla, Edgardo Andrés Kevorkian pasó toda la tarde junto al Indio Solari en la casa que el astro habita desde hace décadas en Parque Leloir, a treinta kilómetros de Buenos Aires, en el Oeste del conurbano.

Fueron varias horas de escuchar música y compartir bromas regadas con cerveza, mientras revisaban el archivo del rocker. Recién cuando la luz natural se fue escondiendo y convirtió al jardín en penumbras, la tertulia llegó a su fin. Kevorkian es una de las escasas, muy escasas personas que pueden franquear el portón de acceso de la residencia emplazada en ese oasis agreste donde también dejó su huella el arquitecto naturalista Carlos Thays. «Es alguien con mucho sentido del humor», define para comenzar a trazar el perfil más desconocido de quien fuera el líder de la ya mítica agrupación Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, la banda más outsider del mainstream nacional, y que este domingo cumple 72 años.

Edgardo Andrés Kevorkian es uno de los fotógrafos más reconocidos del ambiente de la música, además de ser un diseñador gráfico vinculado al arte de diversas expresiones artísticas. Su fanatismo por Los Redondos lo llevó a seguir cada paso de la banda y, consecuentemente, la carrera solista de su máxima figura. De perfil bajo, lejos estuvo siempre de ser un desaforado entusiasta. Esa cualidad y el talento que despliega en cada uno de sus trabajos fueron la llave de la aceptación y extrema confianza que se fue ganando en el entrerriano Carlos Alberto Solari, y apoya, incondicionalmente, a su banda Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, que recorren su repertorio cuando el ídolo pasa a cuarteles de invierno.

Tras los muros

El Indio Solari vive casi sin contacto con la vida exterior y mucho menos se exhibe en apariciones públicas. Hizo de su casa un búnker convertido en el refugio donde puede crear desde la música o el dibujo, lenguajes que son herramientas para expresarse, decirse. Allí, en esa casa sin sofisticaciones, armó su estudio, la guarida para desplegar su creatividad y ejercer esa catarsis que le permite pensar su tiempo. En ese espacio, además, puede grabar, mezclar y masterizar sus nuevas creaciones. «Ayer estaba enganchado en armar algo con unos dibujos que está haciendo», cuenta Kevorkian, testigo del día a día de Solari, privilegio de casi nadie.

Luego de hospedarse en Caballito y Ramos Mejía, llegó a Parque Leloir cuando la zona era casi un área rural sin esnobismos. Hoy es el barrio escogido por celebridades como la ex vedette Moria Casán. Para los nacidos y criados en la zona, el Indio es un vecino más, ermitaño, que no se deja ver. Nadie lo molesta. Respetan su idiosincrasia, son pocos los fanáticos que se acercan. Saben que el portón no se abrirá. Ni siquiera hay excepciones de cumpleaños, como acostumbraba Sandro con sus «nenas». Acá el código es diferente. Otro palo. «Vive pensando en una sintonía artística, todo el tiempo tiene ideas de diversa índole: desde dibujar hasta producir y tocar. Vibra en su frecuencia, no está pendiente de los temas sobre los que puede estar atenta la mayoría de las personas. Está abocado a lo artístico ciento por ciento», explica uno de los pocos hombres de confianza del ídolo.

-Ese mundo tan personal en el que vive, ¿lo aleja de la realidad o está informado sobre el acontecer diario?

-A pesar de manejar una sintonía propia, el Indio está al tanto de las noticias. No mira televisión todo el día, pero está informado. Desde hace poco más de un año tiene su perfil en las redes y eso también le sirve como ventana para estar conectado. Lee todo.

-Esa aproximación a las redes le permitirá tener un contacto mayor con sus fans.

-Todos los días, por todos lados, la gente le manifiesta su cariño.

Su conexión con la realidad lo llevó a sospechar de los orígenes del Covid-19, de pensar en alguna responsabilidad en torno a los laboratorios. Preocupado por una salida a la pandemia, expresó su apoyo a la vacuna Sputnik V que se comenzó a aplicar en nuestro país.

Carlos Alberto Solari convive con Virginia, su mujer y madre de su hijo Bruno, de 21 años. Ese es el universo acotado en el que se mueve. Cada tanto, se permite romper la burbuja y compartir la reclusión elegida con colaboradores muy directos y de estricta confianza como el fotógrafo Kevorkian. «Lo ayudo con el contenido de lo que sube en las redes, seleccionamos material. Me siento frente a su computadora y veo qué hay para mostrar. También le doy una mano en la asistencia técnica, porque tiene mucho material y en diversos formatos».

-¿Cómo es el ida y vuelta entre ustedes? ¿Sobre qué hablan?

-Siempre está pensando en hacer, en crear. También pasamos horas escuchando maquetas de temas.

Indio Solari y Edgardo Andrés Kevorkian en el casi desconocido estudio que el músico montó en su residencia de Parque Leloir
Indio Solari y Edgardo Andrés Kevorkian en el casi desconocido estudio que el músico montó en su residencia de Parque Leloir Crédito: gentileza Edgardo Kevorkian

-¿Te permite alguna devolución?

-Quizás le hago algún comentario, intercambiamos ideas. No es que me meto en la parte musical, pero le comento qué me sugiere lo que me muestra, qué ambiente me genera. Más de una vez me hace escuchar maquetas de los temas emblemáticos de los Redondos que aún se estaban cocinando. Un lujo.

La generosidad del Indio habla también del respeto que su fotógrafo supo ganarse: «En los últimos años se dio esta confianza muy estrecha. Desgraciadamente, desde que se inició la pandemia, voy menos, porque él es una persona de riesgo, así que cuando lo visito tomamos todos los resguardos».

Batalla al cuerpo

«Anda circulando una versión que dice que estoy enfermo y es verdad. Mister Parkinson me está pisando los talones», dijo en la apertura de un recital realizado en Tandil, en marzo de 2016. Habló ante miles de seguidores y rompió el tabú. Su palabra confirmó los rumores que ya habían comenzado a preocupar y que siempre suelen ser más agoreros que la realidad misma. «Está como puede, toma bastantes medicamentos diarios, hace tratamientos de kinesiología, yoga, trata de acompañar a la enfermedad desde ese lado. Pero hay días en los que el dolor es insoportable y no le queda otra que aguantar, porque es una enfermedad que no tiene una cura. Dentro de todo lo lleva bastante bien, aunque es algo que avanza». La piscina de su casa le permite la ejercitación diaria de su cuerpo, aún en invierno las aguas climatizadas lo esperan para luchar contra su dolencia. Desde lo emocional, se las arregla con la contención de los suyos. La terapia no es un medio, sencillamente porque no cree en esos procedimientos amparados en Freud o Lacan.

-El Parkinson, ¿le imposibilita movilizarse?

-No. Quizás le podría llegar a impedir estar parado en un escenario dos horas seguidas, porque es una enfermedad que altera los músculos, da rigidez y, de pronto, puede tener los pies tensos. Estar parado muchas horas podría ser una complicación.

-Él habló de su enfermedad públicamente. En la intimidad, ¿es un tema al que se refiere?

-Sí. No lo oculta en absoluto.

-¿Se muestra abatido?

-No, no lo veo en la posición de un caído, sino siempre mirando para adelante. Hay días en los que hablamos sobre la necesidad de disfrutar de la vida. Sí es consciente que está grande, lo empieza a notar. Quizás se ve en un video de los 90 bailando a fondo y se da cuenta que pasó el tiempo.

-¿Piensa en la muerte? ¿Habla sobre eso?

-Habla y se lo toma con humor, no es un tema que no se toca. Hay una letra de su último disco que se refiere a eso de manera muy poética.

Edgardo Andrés Kevorkian se refiere a «La moda no es vanguardia», el tema en el que Solari reflexiona sobre eso que muchos ni siquiera pueden nombrar. «La muerte, esa tonta, me vino a buscar ayer. Vestida de negro se vino a llevar mi piel. Con una falda floreada, quizá le hubiera aceptado». Declaración de principios. Honestidad brutal para quien fuera el eterno rival de Gustavo Cerati, cosas de divos en el pasado.

-¿Debe cumplir con alguna dieta puntual?

-Come de todo. Cuando lo visito, depende el día, puede tomar un café, cerveza o whisky. Le llevo churros o helado que le encanta.

-Más allá de los dibujos, ¿está pensando en algún proyecto musical nuevo?

-Sí, está con infinidad de ideas de música. Incluso me comparte un montón, va cantando y lo escucho.

-¿Piensa en realizar algún show cuando pase la pandemia?

-Alguna vez me ha dado a entender que, con la enfermedad, es complejo. Quizás piense más en un streaming para este año. Es una persona muy activa y seguirá mostrando nuevas acciones.

Inadvertido

Cuando, en 2005, Carlos Alberto Solari inició su carrera solista, Edgardo Andrés Kevorkian registró los primeros dos conciertos en el Estadio Único de La Plata y un tercero en Montevideo. Detrás del vallado correspondiente, fotografió aquellos recitales fundacionales. Nacía una nueva etapa en la carrera del Indio y se gestaba el primer eslabón en la relación directa del fotógrafo con el artista. Al tiempo, Kevorkian y un amigo se enteraron que existía el proyecto de la edición de un disco en vivo con lo grabado en aquellos conciertos. Durante semanas trabajaron en un posible arte de tapa. Cuando concluyeron la tarea, que nadie les había encomendado, se acercaron a Parque Leloir con un prototipo y se lo dejaron en mano a alguien que justo ingresaba a la casa del músico. «Por suerte se lo pudimos dar a esa persona, porque en el buzón no entraba». Causalidades. Aquel disco nunca vio la luz, pero al Indio le interesó mucho el trabajo del fotógrafo. En 2008, el manager del músico lo convocó para registrar un nuevo concierto, esta vez en Jesús María, Córdoba.

Aquel fue un año atípico, dado que se subió a un escenario en varias oportunidades, una rareza para un músico que escatimó siempre el contacto en vivo. En aquel concierto cordobés, Edgardo Kevorkian, por primera vez, cruzó una palabra con el artista: «Surgió mi parte más emocional y me acerqué para decirle que estaba buenísimo el concierto, fue un comentario al paso».

-¿Cuándo comenzás a tener un vínculo más fluido?

-En el siguiente show, que fue tres meses después, en el after pude hablar con él sobre las fotos del concierto pasado.

-¿Qué devolución te hizo?

-Me dijo que le habían gustado mucho, sobre todo algunas que tenían un contraluz interesante. Ese año estuvo en Córdoba, San Luis, Tandil y el Estadio Único de La Plata, donde hizo dos presentaciones que terminaron formando parte de Indio en concierto, una película que salió en 2015, grabada con 12 cámaras y masterización de audio en Abbey Road.

Fue el comienzo de un vínculo estrecho. Con aquellas fotos tomadas por Kevorkian, en 2009 se editó Porco Rex en fotos, un libro que se agotó ni bien fue puesto a consideración de la gente. En un posterior viaje al interior de la provincia de Buenos Aires, Kevorkian terminó de sellar el vínculo de confianza con el creador de «Mi perro dinamita», aquel himno que se preguntaba «¿por qué si es un rocanrol?». Corría 2010 y el Indio decidió hacerse una producción de fotos, experiencia inusual que había probado anteriormente con Eduardo «Dylan» Martí, otro reconocido profesional. Solari solamente se deja retratar en algunos pocos temas en el marco de sus conciertos, así que la propuesta no era para desperdiciar. «Me pidieron hacer una sesión en Epecuén, la villa en ruinas cerca de Carhué. Viajamos especialmente para eso. Fuimos tres días, estuvo genial a nivel relación y confianza. Fue salirse del esquema de los shows».

Indio Solari en las ruinas de lo que fuera la villa turística Epecuén, retratado por Edgardo Andrés Kevorkian. Una de las pocas producciones a las que accedió el músico
Indio Solari en las ruinas de lo que fuera la villa turística Epecuén, retratado por Edgardo Andrés Kevorkian. Una de las pocas producciones a las que accedió el músico Crédito: Edgardo Kevorkian

-¿Viajaron juntos?

-Compartimos el viaje en auto, éramos cuatro personas. Íbamos charlando, escuchando música. Él es muy gracioso, así que contaba anécdotas y, también, recomendaba música. Estábamos súper relajados.

-¿Cómo fue la convivencia en Carhué?

-Todo muy bien. El Indio no puede salir ni a la esquina, pero ahí estábamos en un pueblo muy tranquilo, así que a la noche nos fuimos caminando tres cuadras hasta el restaurante. Fue lindo.

-¿Nadie lo reconoció?

-No. Recién cuando volvimos al hotel y nos sentamos en el bar del lobby, empezamos a notar que pasaban motos, bicis, se había corrido la bola. Terminó sacándose fotos con unos diez pibes, pero no fue una locura. Nadie se podía imaginar que el Indio estaba en el pueblo, así que, cuando se confirmó la noticia, ya estaba en su habitación descansando.

-En los tiempos pre pandémicos, ¿tenía contacto con la calle? ¿Salía de su casa con fines recreativos?

-Hasta donde sé, no. Muy de vez en cuando iba a un restaurante a diez cuadras de su casa, pero nada más. Para hacer vida urbana, en los 90 se iba a Uruguay. Luego, cuando ya fue muy famoso allá, viajaba a Nueva York, allí podía caminar o ir a un show. De todos modos, no tiene un departamento en Estados Unidos como se dijo. Y si lo tuviera sería totalmente lícito.

Fuente: Pablo Mascareño, La Nacion