La «momia» acusada de hundir el Titanic e iniciar una guerra mundial

En el Museo Británico de Londres a hay objeto muy particular, que aseguran que está maldito u que trae mala suerte. Incluso, se le atribuyen múltiples desgracias mundiales. Se trata de una tapa de ataúd egipcia de madera y yeso pintada, que una vez cubrió a la momia de una mujer, posiblemente una sacerdotisa de Amón Re.

Hace unos años, la cubierta fue bautizada como la «momia de la mala suerte» (the unlucky mummy), aunque en realidad tal momia no existe, dado que solo es una tapa de ataúd, que mide 1,62 metros, está pintada de vivos colores y cubierta de inscripciones jeroglíficas.

La pieza data de finales de la dinastía XXI (950-900 a.C.), según señala National Geographic, y en la representación se puede ver que la figura lleva peluca, un gran collar y tiene las manos colocadas de un modo extraño, a la altura del pecho y de forma horizontal, con las palmas hacia afuera.

La tapa de ataúd cubría a la momia de una mujer, posiblemente una sacerdotisa de Amón Re.
La tapa de ataúd cubría a la momia de una mujer, posiblemente una sacerdotisa de Amón Re. Crédito: ancient-origins.net

La fama de estar maldita comenzó, cuando varias personas comenzaron a vincular los acontecimientos negativos y desgracias que sucedían a sus propietarios. Los rumores llegaron a personajes respetados y a portadas de diarios serios. William Butler Yeats, Arthur Conan Doyle y Henry Rider Haggard hicieron referencia a la «momia de la mala suerte», y en 1921 The Times publicó una nota sobre los peligros que corrían quienes se cruzaban en su camino.

Una serie de «eventos desafortunados»

La cubierta de momia fue adquirida por Thomas Douglas Murray de ladrones de tumbas en Tebas, Egipto, entre 1860 y 1870. El hombre y su equipo se llevaron el objeto a Inglaterra, pero múltiples desgracias acaecieron al grupo. Uno de los compañeros se perdió en el desierto y desapareció, otro recibió un disparo accidental en un brazo y perdió la extremidad. Pero una vez que llegaron a Inglaterra, las situaciones extrañas continuaron. Uno de los miembros del equipo contrajo una grave enfermedad que lo dejó postrado.D

El objeto terminó, finalmente, en manos de Warwick Hunt, hermana de uno de los damnificados del transporte de la «sacerdotisa» a Europa. Sin embargo, las desdichas continuaron y afectaron a quienes vivían en su casa, por lo que en 1998 la mujer decidió donar el objeto al Museo Británico.

Según la leyenda, el objeto viajaba en el Titanic durante el trágico hundimiento del trasatlántico
Según la leyenda, el objeto viajaba en el Titanic durante el trágico hundimiento del trasatlántico Crédito: BBC Mundo

En el museo, los rumores de «mala suerte» continuaron. Uno de los más graves fue cuando se acusó a la cubierta de las muertes de un fotógrafo que intentó tomar una imagen del objeto o la del periodista Bertram Fletcher Robinson, quien falleció en 1907 por fiebre, y se dijo que la causa fue la momia, dado que el reportero había divulgado algunos de sus maleficios.

El hundimiento del Titanic

La leyenda también afirma que la pieza arqueológica fue la causante del hundimiento del Titanic el 12 de abril de 1912. Según se dice William T. Stead, que viajaba a bordo del Titanic y que no sobrevivió al accidente, contó el relato sobre las maldiciones de la «momia» a los tripulantes, y aseguró que esta viajaba a bordo del embarque.D

Tras el hundimiento, de acuerdo a la leyenda, la «momia de la mala suerte» flotó y fue recogido por una empresa que intentó devolverlo a su propietario, que estaba en Londres. Pero el barco que transportaba a la «momia de la mala suerte» de vuelta a Inglaterra, el Empress of Ireland, también se hundió, y el sarcófago fue de nuevo recuperado de las aguas. Luego, aseguran que la momia fue entregada al káiser Guillermo, en Alemania, y poco después comenzó la Primera Guerra Mundial. Todas estas versiones, sin embargo, no han podido ser corroboradas.

El artefacto se exhibe actualmente en la Sala 62 del Museo Británico, donde su leyenda oscura parece haber llegado a su fin. Al menos, por ahora.

Fuente: La Nación