«Estuvimos en contacto constante, nos veíamos a menudo. Yo era parte de su vida, ella era parte de la mía», dijo Alain Delon en declaraciones a la prensa francesa sobre la muerte de la madre de su hijo mayor, Anthony.
Precisamente fue Anthony quien ayer publicó una foto junto a su madre con la leyenda «Descansa en paz» y luego informó a la prensa internacional que su madre «falleció de un cáncer rápido rodeada de los suyos».
Nacida bajo el nombre de Fancine Canovas y hasta adoptar el apellido de Delon, su vida discurrió entre su Oujda (Marruecos) natal y Francia.
Su trayectoria como actriz incluye las cintas «El Samurai» (de Jean-Pierre Melville, 1967, Francia); «Una lección particular» (de Michel Boisrond, 1968, Francia); «Las hermanas» (Roberto MAlenotti, 1969, Italia); «Yo te amo, Nathalie» (Jacques Deray, 1971, Francia); «Barba azul» (Edward Dmytryk, 1972, Italia); «El monje» (Ado Kyrou, 1972, Francia); «La inglesa romántica» (Joseph Losey, 1975, Reino Unido), «Una esposa infiel» (Roger Vadim, 1976, Francia).
Antes de llevar el apellido Delon, Nathalie se casó por primera vez con Guy Barthélémy con quien tuvo una hija también llamada Nathalie. Luego se divorció y atrajo todas las miradas cuando el 13 de agosto de 1964 se casó con la figura pública más idolatrada del momento, de la que se divorciaría cinco años después, en 1969.
NATHALIE
La mujer detrás de una sombra. Ese podría ser uno de los poéticos (o sólo cursis) sobrenombres bajo los que se ocultó Nathalie Delon, la mujer de origen español nacida como Francine Canovas. Primero fue la sombra y la presencia de la estrella Alain Delon la que la silenció hasta apropiarse de su nombre. Y más tarde, o quizá a la vez, o tal vez siempre, la sombra eterna la de Romy Schneider la que hizo el resto.
Según contó en sus memorias publicadas en 2006, la actriz que interpretara a Sissi y que Delon abandonó por ella, fue un fantasma en todo lo que duró el matrimonio. Así lo reconoció ella misma. «Alain», dijo Nathalie en una entrevista, «nunca me habló de ella pero de vez en cuando veía una sombra de tristeza en sus ojos».
Nathalie Delon murió. Falleció en París a los 79 años. Para el recuerdo cinéfilo queda su papel, no necesariamente brillante pero sí memorable, en ‘El silencio de un hombre‘, la película de Jean-Pierre Melville con alma de bisturí. En ella, la actriz ya con el nombre de su marido ofrece su presencia perfecta al fuego de una obra maestra con el alma helada; un thrller estilizado y profundo en el que el cine americano de gángsteres de los años 40 se cruza con el policíaco francés hasta convertirse en una pieza icónica de la cultura popular de los 60. Al fondo, la soledad del tigre en el bosque, la soledad inmarcesible de un hombre frente a la muerte, el samurái Jef Costello algo más que sólo interpretado por Delon.
Su hijo, Anthony Delon, dio la luctuosa noticia: «Mi madre», dijo, «murió esta mañana a las 11, en París, rodeada de los suyos. Murió rápidamente a causa de un cáncer». «Descansa en paz», escribió en Instagram, donde acompañó su mensaje con una foto abrazado a ella.
Hasta llegar a adoptar el apellido de Delon, su vida discurrió entre su Oujda (Marruecos) natal y Francia. Era hija de Louis Canovas (1915-2003), pied-noir de Orán (Argelia), que la abandonó a los ocho meses en 1942. Su madre era de Melilla. Se casó por primera vez con Guy Barthélémy con el que tuvo una hija también llamada Nathalie. Pronto se divorció.
Y así hasta atraer hacia ella todas las miradas cuando el 13 de agosto de 1964 se casara con la figura pública más idolatrada del momento. El Alain Delon que se encontraba permanentemente en lo medios por su permanentemente tormentosa relación con Schneider se convertía en su marido y, de paso, en la sombra que ocultaría hasta su nombre real. En el plató de la cinta de Melville, cuentan las crónicas, la tensión entre los dos creció hasta desembocar poco tiempo después en divorcio en 1969.
A partir de los año setenta continuó su carrera como actriz. Títulos como ‘Barba Azul’, de Edward Dmytryk; Una inglesa romántica, de Joseph Losey, o ‘Una mujer fiel’, de Roger Vadim, jalonan una carrera discreta y algo oculta en la que también tuvo ocasión de dirigir dos películas: Ils appellent ça un accident y Dulces mentiras. Toda una vida ensombrecida e iluminada a la vez por un apellido y, en sus palabras, un fantasma.