Para escuchar en casa: diez discos claves de los inicios del rock and roll

ESCUCHÁ LAS CANCIONES. En la imagen de portada: Jerry Lee Lewis, uno de los grandes protagonistas de la generación del rock and roll.

Todavía persisten las discusiones sobre la fecha de nacimiento exacta del rock and roll. Si fue con una grabación de Roy Brown, Fats Domino, Bill Haley o Elvis Presley es en realidad un dato estadístico menos relevante que el enorme impacto popular que produjo esa música en sus inicios sencilla y orientada básicamente a la diversión. Las letras de rock de mitad de los años cincuenta, cuando el género empezó a consolidarse en Estados Unidos, eran casi siempre una sucesión no muy inspirada de eslóganes vacíos. Su objetivo era, antes que nada, funcionar como un código para teenagers que los adultos no pudieran descifrar del todo.

Los cantantes de rock más reconocidos a lo largo de la historia, eso sí, siempre fueron del Sur, una zona de Estados Unidos cuya música estuvo estrechamente relacionada con la mejor tradición del blues, el góspel y rhythm and blues: Elvis Presley de Mississippi, e l recientemente fallecido Little Richard de Georgia, Buddy Holly de Texas, Jerry Lee Lewis de Luisiana, Gene Vincent de Virginia.

Fueron ellos los que escribieron las mejores páginas de un género que consiguió que los artistas blancos pensaran en algo más que en el country y los negros también expandieran sus intereses más allá del rhythm and blues. Y se transformaron, además, en el motor de una pequeña revolución social apoyada en la bonanza económica de la posguerra, el contexto del baby boom y la afirmación de un negocio fabuloso para la industria del entretenimiento. Hay decenas de artistas notables que podrían formar parte de esta lista (Bo Diddley, Roy Orbison, por citar dos casos), pero toda selección, se sabe, es arbitraria y responde a criterios diversos. Diez discos importantes de los años del nacimiento del rock and roll, entonces:

Shake, Rattle and Roll (Bill Haley & His Comets, 1954)

Con su famoso rulo pegado a la frente con agua y fijador y su aspecto de joven bonachón, Bill Haley se ganó una importante legión de seguidores muy proclive a los disturbios. En sus shows era bastante habitual que la gente arrancara las butacas de la sala para bailar con más espacio. Musicalmente, su discurso era en verdad muy modesto: primero estudió de memoria los blues de mayor éxito de LA época (Louis Jordan, Wynonie Harris) y luego consiguió un enorme éxito con un tema rudimentario: «Rock Around The Clock», beneficiado por un ritmo pegadizo que en su momento sonaba a novedad. Se transformó en símbolo con muy poco.

Elvis Presley (Elvis Presley, 1956)

Antes de Elvis, el rock había sido un gesto de vaga rebelión. Con su explosiva aparición se transformó en un fenómeno que tuvo influencia en la ropa, el lenguaje y hasta la sexualidad de la juventud de los 50. Este disco -cuya tapa fue citada por The Clash en el magnífico London Calling – arranca con un clásico -«Blue Suede Shoes», popularizado primero por Carl Perkins- que sería expresión precoz de una obsesión colectiva por el consumo fetichista (zapatos, camisas, pantalones, motos, autos último modelo) y es un atrevido muestrario del mapa musical que El Rey ya dominaba a su antojo: rockabilly, blues, R&B, country y pop, todo interpretado con un estilo único.

Here’s Little Richard (Little Richard, 1957)

Si hay algo que debe destacarse de este singular artista que murió hace unos días es su magnífica expresividad. Tironeado por el deseo de una vida disipada y las exigencias de los mandatos religiosos, Richard Wayne Penniman supo cómo canalizar la furia, el descontrol y sobre todo la ambigüedad en sus canciones, como lo certifica «Tutti Frutti», su mayor éxito, referencia ineludible para la historia del género, anzuelo eficaz para los Stones y los Beatles y declaración velada de sus reprimidas preferencias sexuales. Las letras que interpretaba eran por lo general simples, pero muchas veces escondían alguna sorpresa bajo la superficie. Y él las cantaba con una fe ciega, por eso conmovía y conmueve.

At Home With Screamin’ Jay Hawkins (Screamin’ Jay Hawkins, 1958)

Uno de los artistas más escandalosos de la primera época del rock and roll. Su idea original fue ser cantante de ópera, pero terminó transformándose en un performer de humor macabro que podía subir a escena dentro de un ataúd. Su estilo salvaje está grabado a fuego en el emblemático hit «I Put Spell on You», y el delirio al que solía entregarse se puede chequearse en otra canción de este disco, «Hong Kong», puntuada por sus característicos alaridos y una graciosa chapuza que intenta pasar por idioma oriental. Su modo de interpretar y los arreglos que elegía para su repertorio lo consagraron como uno de los músicos más originales y osados de su generación.

Buddy Holly (Buddy Holly, 1958)

El estrellato de Buddy Holly fue construido en apenas un año y medio. En ese corto lapso de tiempo, un jovencito con pinta de nerd y debilucho grabó un puñado de hits con The Crickets y en solitario, una producción limitada que igual le sirvió para convertirse en leyenda inmediatamente después de su temprana muerte (a los 22 años) en un accidente de avión. Más allá de su magnetismo personal, asentado sobre todo en su extravagancia, Holly fue un compositor audaz y consiguió algunas veces un sonido innovador y estimulante (chequear la guitarra proto-punk en «Peggy Sue») que cautivó al público negro de su época y a estrellas como Paul McCartney (que terminó comprando los derechos de todo su catálogo), Elvis Costello (que le copió las gafas negras de pasta) y Patti Smith, entre muchas otras.

Fats Domino Swings (Fats Domino, 1959)

Avalado por unos cuantos éxitos de la época en la que trabajaba apoyado únicamente en el R&B y solo para el público negro de New Orleans, Fats Domino desembarcó en el rock and roll con «The Fat Man», el primer track de este disco, y una firme decisión de ampliar su audiencia. Se mantuvo como una referencia hasta mediados de los 60, cuando decidió suavizar más su música con la intención obvia de no desaparecer de los charts. Casi siempre estuvo muy bien acompañado por pequeñas orquestas que sonaban perfectamente ajustadas. Paul McCartney admitió que compuso «Lady Madonna» imitando su estilo.

St. Louis to Liverpool (Chuck Berry, 1964)

Letrista afilado y polémico, este gran músico fallecido hace apenas dos años sigue siendo uno de los guitarristas fundamentales de la historia del rock y también uno de sus compositores más talentosos, además del inventor del célebre paso del pato que se convirtió en su marca registrada sobre el escenario, síntoma claro de su muy buen humor. Proclamado por los Stones como uno de los más grandes héroes del blues, tuvo que tolerar que buena parte de la prensa dijera a mediados de los 60 que sus mejores días habían pasado, un juicio apresurado que este gran disco desmiente con gemas como «You Never Can Tell», «Brenda Lee» y el chispeante instrumental «Liverpool Drive».

The Golden Rock Hits of Jerry Lee Lewis (Jerry Lee Lewis, 1964)

Una de las figuras más salvajes y egocéntricas del rock primigenio. Copió los ataques al piano con los pies de Little Richard, pero le añadió golpes con los puños y los codos, además de una actitud provocativa que encendía invariablemente el ánimo del público. Cuando tenía todo como para que su carrera volara, se casó con su prima de 13 años y provocó un escándalo que detuvo ese impulso. Sus mejores temas están dispersos en distintos discos, con lo cual es más razonable escuchar este compilado muy criterioso que incluye clásicos como «Whole Lotta Shakin’ Goin’ On», «Great Balls of Fire» (también título de la película sobre su vida que protagonizó Dennis Quaid) y «Breathless», todos de la etapa previa a una desatinada mudanza al mundo del country & western.

Eddie Cochran: The Liberty Years (Eddie Cochran, 2020)

Igual que Buddy Holly murió a los 22 años, cuando su futuro parecía realmente muy prometedor. A menudo se lo cita como un pionero del rockabilly, pero su música, densa y musculosa, tiene el peso específico del rock and roll. Así lo creyeron tanto Pete Townshend como Johnny Rotten y Steve Jones (Sex Pistols), todos admiradores declarados. Otra similitud con Holly fue su gran influencia en la música inglesa. Sus letras son retratos muy ajustados de la vida de la juventud de su época, teñidas siempre de una elegante insolencia, y además Cochran era un guitarrista excepcional. Acaba de aparecer este compilado completísimo con 71 canciones, entre ellas clásicos como «Summertime Blues» (versionado por The Who y Divididos) y su propio «My Way».

Complete Recorded Works, Vol. 1 1938-1941 (Sister Rosetta Tharpe, 1996)

La dominación masculina es un dato categórico de la primera etapa de la historia del rock and roll. En ese terreno pantanoso para las mujeres, todo un síntoma de época, se movió con mucha soltura esta pionera que creció cantando gospel en iglesias de Arkansas y Chicago y fue una influencia casi siempre olvidada para Little Richard, Chuck Berry y Elvis. A finales de la década del 30 rompió esquemas cuando decidió colgarse una guitarra eléctrica para fusionar el gospel con el rythm’n’blues en un tema de avanzada como «Rock Me» (una de las primeras grabaciones que incluyó la palabra rock en el título), cuya osadía fue criticada ferozmente por los que, en el fondo, no toleraban que una mujer negra exhibiera una actitud tan independiente. Este compilado permite asomarse a ese repertorio inusitado (por más de una razón) para la época en la que fue concebido.

Fuente: Alejandro Lingenti, La Nación