«¿Por qué escuchamos a Stevie Wonder?»

Ese es el título del libro publicado por Edgardo Scott, psicoanalista, escritor y músico radicado en Francia, quien armó su ensayo sobre el músico estadounidense a la manera de una playlist, con un random de canciones que no sigue una linealidad histórica.

Stevie Wonder cumplió 70 años el pasado 13 de mayo, y la editorial Gourmet Musical lo celebró con la publicación de Por qué escuchamos a Stevie Wonder. “Cuando me junté con el editor, me dijo que escribiera acerca de alguien muy conocido. Era como estar en una juguetería interminable. Aunque no podía elegir a John Frusciante: tenía que ser un número uno”, explica el autor del libro, Edgardo Scott, desde Francia, donde reside actualmente. “Podía escribir sobre Paul McCartney, David Bowie o Kurt Cobain. Y, de algún modo, se me cruzó Stevie. Supongo que porque tenía ese gesto inicial de ser lo primero que elegí escuchar”.

Tal como lo reconoce en la introducción del libro, el psicoanalista, escritor y músico argentino descubrió a uno de los emblemas de la música negra a partir del lanzamiento de su disco In Square Circle (1985), que secundó al exitoso I Just Called to Say I Love You(1984). “La elección de Stevie para hacer este libro tuvo menos que ver con la que hice a los ocho años que con ese recuerdo”, revela. “Ahí me armé ese mito de origen”.

-¿Este libro es también un reconocimiento a la música negra como parte fundacional de la banda sonora de tu vida?

-No sé si tengo una relación tan fuerte con la música negra. Eso demuestra que los libros son un poco del autor y otro poco del lector. A mí lo que me interesaba de Stevie era ver qué pasaba con una gran figura musical que me acompañó con intermitencias. No me atraía lo negro desde el costado del groove, sino por la cuestión reivindicatoria de una minoría desplazada, sojuzgada y demás.

-Si bien Stevie Wonder es un artista que tiene un sinnúmero de interpretaciones y apropiaciones, vos lo abordaste desde las canciones. ¿Cómo surgió esa idea?

-Si tomáramos a Bob Dylan, pensaríamos en las letras. Pero todos reconocemos en Stevie a un gran hacedor de canciones, a pesar de que muchos ni siquiera saben que son de él. Me pareció natural armar esa playlist, en la que cada tema iba haciendo de nudo, porque me permitía expandirme en algún sentido. Yo escribo ensayos, y lo hago a partir de las asociaciones. Una canción lleva a la otra, y se va armando una lógica variada. Otra cosa que me interesaba era dar una perspectiva suya lo más amplia posible como artista. Y para eso me animé a sacarlo de los hits, de la ceguera, y de la cuestión del músico de culto de los años setenta. Quería volver a recorrer su camino artístico.

-Tu libro se adapta a la manera aleatoria de hoy de escuchar música. ¿A qué se debió esa decisión?

-Ese random de las canciones, que rompía una linealidad histórica, fue una decisión previa. Me parece que si armaba un arco evolutivo, existía la posibilidad de cometer una fatalidad. Lo pude evitar yendo para adelante y para atrás.

-¿Por qué recurriste a otros artistas influidos por él, como Daft Punk, Prince o Spinetta, para descifrarlo?

-Este libro no deja de deberle a la literatura y al ensayo. Puede sonar raro porque los libros de esta colección están destinados a un público oyente que capaz no participa de la literatura. Pero era interesante para mí la gente que no está tan enfocada en eso. Me vienen otro tipo de preguntas y lecturas que son a las que estoy acostumbrado. Soy un escritor que aborda a un artista musical, y que desde ese lugar intenta armar algo. Por eso tiene tantas referencias no musicales, porque me parecía que lo primero que hay que hacer con la música es escucharla. Y eso es terreno de un musicólogo.

-¿Pudiste disociarte de tu trabajo como psicoanalista al momento de hacer este libro?

-El psicoanálisis es una práctica muy orgánica. Cuando uno se dedica a esto, hay una manera de leer que tiene que ver más con el inconsciente. Como eso ya está incorporado por mí, lo que trato de esquivar es que se me note.

-Pese a que su producción musical cayó rotundamente en los noventa, abordaste toda su obra, incluyendo su último disco de estudio, A Time To Love (2005). ¿Te sentiste obligado a hacerlo?

-Ahí viene mi parte universitaria o estudiosa. Me parecía que para hacer este libro tenía que escuchar toda la obra de Stevie, para tener una perspectiva integral de su obra. Aunque no me iba a meter con rarezas ni pensaba llevar adelante una tesis científica acerca de él. Pero sí debía sortear su escasa producción en los últimos años. Digamos que está en retirada. Creo que lo seguí hasta Characters (1987), en el sentido de estar atento a lo que se encontraba haciendo. Pero sí escuché hacia atrás. Fui conociendo más de sus discos anteriores.

-A diferencia de Stevie Wonder, a Charly García se le cuestionó por no estar a la altura de sus discos emblemáticos como solista de los ochenta o de sus trabajos grupales, cuando hizo un gran esfuerzo por mantenerse activo y en la contemporaneidad. Además, mientras el músico afroamericano disfruta de una imagen positiva por su activismo social, al icono local se le recuerda por su glorioso pasado y por sus no tan lejanos excesos. ¿Qué opinión te merecen esos contrastes?

Si uno pudiera comparar a Charly con Stevie, podés ver la trayectoria de dos artistas que no dejaron de surfear, de sobrevivir y de malvivir en el mainstream. Con las desproporción que significa que uno es latinoamericano y el otro estadounidense. Sin embargo, son dos proyectos artísticos y devenires distintos.

-El autor de Superstition actuó en cancha de Vélez en 2013. ¿Fuiste a ese show?

-Una de mis grandes tragedias es que no sólo no fui a ese shows, sino que también me ofrecieron las entradas. No recuerdo por qué no pude ir. Siempre me arrepentiré de no haberlo visto en vivo.

-La pregunta surge porque ese recital se pareció más al de un artista blanco como Elton John, en la era de El Rey León, que al de un ídolo de la música negra. Y el público se comportó de la misma manera.

-Entiendo a lo que te referís, y eso intenté resaltarlo en el libro. Pero el primer responsable de eso fue el propio Stevie. Si bien logró entrar en un mainstream blanco, me da le sensación de que ese reconocimiento opacó su origen negro. Estamos hablando de la representación, no tanto de la realidad. A él lo escuchamos como si fuera Elton John, con sus grandes éxitos. Es un señor gordo que tiene canciones de amor, y que las escucha cualquier familia en el auto o en el supermercado. 

Fuente: Página 12.