Rodrigo de la Serna: «Ojalá pudiera ser el músico que deseo»

MIRÁ LOS VIDEOS. Llega con el estuche de la guitarra al hombro. Detrás, sus compañeros de La Yotivenco, su conjunto de música criolla. Caminan por el empedrado como unos «buenos muchachos» recién salidos de una milonga retratada por Scorsese.

Vienen de una radio y la caminata los hizo entrar en calor. «¿Compramos una cervecita?», propone para refrescar la tarde Rodrigo de la Serna, que este año repuso una gran obra como El Farmer, basada en la novela sobre Rosas de Andrés Rivera, se integró con mucha repercusión a la tercera temporada de La Casa de Papel y ahora -con su trío de guitarras y guitarrón- se dispone a desembarcar por primera vez en el Gran Rex.

«Hace quince años nos venimos preparando», dice con una sonrisa, ya instalado en el estudio de podcast que sirve como living. «Es uno de los máximos templos musicales de la ciudad, acaso el más importante, es un sueño de todos. Y el año pasado cuando llegamos al Opera y lo llenamos, lo mirábamos al salir y pensábamos: ‘Si ya llegamos hasta acá, ¿por qué no cruzamos la calle?’». La oportunidad llegó y ocurrirá este 13 de diciembre cuando la Yotivenco estrene el espectáculo «Volver en guitarra» con un rico repertorio de tangos, milongas, chamarritas, gatos cuyanos, rasguidos dobles y candombes amasado durante años.

«A esta edad -asegura De la Serna, que tiene 43, pero escucha tango desde los 18- se entienden las letras de otra manera. Hay una vida vivida. Y como actor me gusta poner al servicio de esa poética una interpretación que no solo está en lo vocal sino también en lo atmosférico. Todo lo que implica pausas, silencios, respiración», remarca. «En momentos de tanto vértigo, confusión y banalidad; de tanta fotito en las redes y superficialidad, la música criolla es música que te da un sostén, un anclaje cultural. Que te abraza si andás sin rumbo», se entusiasma.

  • -Por edad te criaste en el rock nacional y se sabe que te gusta. Sin embargo, al mismo tiempo, hay una clara autenticidad en tu interés por este tango y folclore. ¿Cómo y por qué te atrapó?
  • -¿Y por qué no? Es una música que más allá de los prejuicios de que ya pasó, de que es triste o para viejos, está muy presente en las peñas, en las milongas. La podés ver interpretada y bailada por gente joven; pibes de veintipico tocando el bandoneón o componiendo canciones. Es cierto que por ahí no tiene tanta difusión como otros géneros y estilos, pero existe. Por otro lado, es verdad que generacionalmente el rock me marcó muchísimo. Pero nací en un barrio que se llama el Bajo Belgrano que hasta los noventa conservó una mística y fisonomía arrabalística y tanguera, al punto de que todavía resuenan en mí las herraduras golpeteando en los adoquines, los almacenes en las esquina, los umbrales gigantes con olor a heno. Mi barrio era eso y de ahí salía tango. Y folclore. Lo mamé ahí.
  • -¿Y en tu casa qué se escuchaba?
  • -Ellos eran melómanos, más de escuchar jazz, música brasileña. Pero yo bajaba a comprar galletitas y los pibes estaba en la misma que yo. Mucho potrero, mucho baldío. Imaginate que yo nací en Migueletes y José Hernández: el autor del Martín Fierro y el cuerpo de milicias que repelió las invasiones inglesas. Haber pateado esas calles de pibe me marcó. Y a eso sumale el impacto que significó el haber conocido temprano a Goyeneche. A los 18.
  • -¿Recordás cómo fue?
  • -Sí. Estábamos con unos amigos en una quinta en Córdoba, en una experiencia algo psicodélica si se quiere (sonríe). No teníamos música. Abrí un cajón y ahí estaba en la tapa de un casete con su bigotito y su mirada algo burlona. Apenas lo puse fue una epifanía. Ese fraseo, esa capacidad de comunicar una tradición. Me encantó. Fue la punta de un ovillo de la cual luego tiré hasta descubrir todo un universo musical que me parece lo mejor que dimos como pueblo.
  • -Está claro que tu primera vocación es la actuación. Ahora bien, después de quince años de estar con El Yotivenco, la música no estaría siendo metejón de un día…
  • -No (risas). Ya no es hobby. Tampoco un pasatiempo o un capricho.
  • -¿Y qué es entonces?
  • -Y… Es una forma de vida. Una manera de darle una sentido a la existencia.
  • -Pero eso también es eso para vos la actuación. ¿O no?
  • -Sí. También. Por eso se complementan muy bien. Viste que el laburo de actor tiene sus parates. En este caso, los parates van bien para darle lugar a los ensayos y los shows de la banda.
  • -¿Qué Rodrigo de la Serna te permitió expresar la música que no había aparecido con la actuación?
  • -La música es un arte más sublime, más absoluto. Ojalá pudiera ser el músico que deseo…
  • -Pero más allá de la capacidad. ¿Que de vos conocimos con El Yotivenco que por ahí no habíamos conocido con tus películas, obras o series?
  • -Y… Eso no te lo puedo responder yo. Por ahí encontrás la respuesta viendo a la Yotivenco. Tal vez nada nuevo. Por ahí es una herramienta para ahondar en sensibilidades más puntuales, apetencias más personales. Porque el repertorio lo elegimos nosotros mientras que una película o una obra por ejemplo es una historia que es escrita por otro.
  • -Sin duda es una música que pone en presente la tradición. ¿Te genera añoranza que el contexto en el que nació un poco se haya ido perdiendo?
  • -Lo que pasa es que la música criolla no solo retrataba a nivel pintoresco un barrio o un pueblo. Fijate cómo Borges utiliza la figura del cuchillero para tratar asuntos universales. No depende de un pasado. Te corrés un poco de Buenos Aires y ya hay otra musicalidad en el aire, en el habla, que también es criolla. Por eso digo que sigue vigente, más allá de que cierta argentinidad que la originó esté condenada a desaparecer. O tal vez eso es lo que nos quieren hacer creer. Quién sabe.
  • -¿Ustedes ayudarían a que no desaparezca?
  • -Al revés, es música que nos ayuda a nosotros.
  • -Casualmente, hace poco, repusiste El Farmer, obra sobre un custodio de la tradición como fue Rosas. ¿Qué significó en lo personal encarnar su figura?
  • -Tanto hacer de Rosas como en su momento de San Martín fue maravilloso porque me permitió meterme en serio a estudiar esa época que hoy parece mitológica. Vistos desde hoy, son colosos los hombres y mujeres de ese tiempo. Me ayudó a entender por qué estamos como estamos. Y como es una obra que no pone el ojo en lo histórico-político sino en lo metafísico me permitió indagar en el juego del doble. La historia de un anciano que sabe que va a morir y entrar a la eternidad. Pero también que esa eternidad va a ser clandestina porque está condenado a ser un prócer maldito.
  • -Te incorporaste a La Casa de Papel, serie que rompió records de visualizaciones en el habla hispana. ¿Cómo resultó la experiencia?
  • -Impresionante. Fue meterse en el corazón de la industria. Netflix desembarcó con mucha fuerza en España y levantó unos estudios de nivel hollywoodense. Para una actor, entre comillas, «salvaje», como yo, de formas más caóticas, fue un desafío entrar a ese rigor de la industria. Pero claro, la idiosincrasia del español es parecida a la nuestra entonces el clima de laburo es maravilloso también.
  • -Hacés teatro, cine, televisión, música y además sos padre, tenés pareja, amigos. ¿Cuál es tu secreto para cumplir con todo?
  • -Pedir perdón (risas). Y perdonar también. Y perdonarme. Es un lío, pero me acompañan para que pueda.

Fuente: Juan Manuel Strassburger, La Nación