“San Francisco y el lobo”: la confesión de David Lebón sobre un clásico literario que Serú Girán cruzó con el “Blackbird” de The Beatles

La canción integra el segundo disco del grupo, La grasa de las capitales y contiene una rica historia que cruza a San Francisco de Asís con Rubén Darío; el recuerdo de uno de sus compositores, El Ruso Lebón

“Buenas noches, el lobo comenzó a hablar”. Así comienza una de las más bellas y delicadas canciones del repertorio de Serú Girán: “San Francisco y el lobo”, escrita por Charly García y David Lebón. Y aunque la historia no es original, la manera de contarla sin duda que sí. Es una versificación que surge de la prosa. Porque esa primera frase no es la de una canción ni la de un poema sino la de un relato. Como si estuviéramos leyendo un libro y la aclaración de quien está hablando apareciera frente a nuestros ojos entre guiones. Esto es un brevísimo relato y debe leerse (y escucharse) así. “Buenas noches –el lobo comenzó a hablar-. Estoy aquí, por última vez verás. En el bosque, mis días solía pasar. Salvaje y cruel, seguro en mi soledad”.

La letra de la canción está inspirada en el Lobo de Gubbio y la vida de San Francisco de Asís. Entre 1327 y 1337 el religioso Ugolino Brunforte junto a otros consagrados escribieron una obra en latín llamada Actus Beati Francisci et sociorum eius que, en 53 capítulos, compilaba historias de la vida del Santo, su pensamiento y sus milagros. Años después, otro fraile recopiló, junto a otros textos, 24 de esos capítulos en el libro Fioretti di san Francesco (Las florecillas de San Francisco).

La historia de ese lobo feroz que asolaba Gubbio también quedó retratada en un texto de Rubén Darío. El poeta lo llamó Los motivos del lobo y con ese título va a lo medular de la historia. Porque el motivo de la ferocidad está justificado en los mismos actos de los seres humanos. El texto, tanto el original como la interpretación versificada de Rubén Darío hablan de un lobo al que nadie podía detener hasta que Francisco de Asís lo busca en su cueva y gracias a su capacidad para conectarse con los animales lo lleva al pueblo con la promesa de que estaría bien alimentado y no sería necesario matar a otros animales ni a personas, nunca más.

David Lebón y Charly García
David Lebón y Charly García

Así lo describen Charly García y David Lebón en la canción, con absoluta precisión y síntesis. El único que habla en esta canción es el Lobo y en esta estrofa se refiere a San Francisco. “Tu voz me hizo ver, tu luz me alejó del mal / Los niños sonreían al mirarme, el amor me hacía llorar”.

En los versos siguientes se resume la partida de Gubbio de San Francisco y la vuelta del lobo al bosque y a su ferocidad. “Pero un día el hombre mal me empezó a tratar. Abrieron heridas que no cerrarán jamás”, entona Lebón apenas acompañado por la guitarra.

A su regreso, San Francisco vuelve al bosque para buscarlo y el lobo le relata cómo había sido maltratado y cómo los hombres se maltrataban entre sí. La historia no hace más que poner al lobo (especialmente su ferocidad) como espejo del hombre. Ese que caza y mata muchas veces no por hambre sino por el hecho de matar y ver sangre.

Rubén Darío hace una descripción minuciosa. “Hermano Francisco, no te acerques mucho… Yo estaba tranquilo allá en el convento; al pueblo salía, y si algo me daban estaba contento y manso comía. / Mas empecé a ver que en todas las casas estaban la envidia, la saña, la Ira, y en todos los rostros ardían las brasas de odio, de lujuria, de infamia y mentira. Hermanos a hermanos hacían la guerra, perdían los débiles, ganaban los malos, hembra y macho eran como perro y perra, y un buen día todos me dieron de palos. Me vieron humilde, lamía las manos y los pies. Seguía tus sagradas leyes, todas las criaturas eran mis hermanos: los hermanos hombres, los hermanos bueyes, hermanas estrellas y hermanos gusanos. Y así, me apalearon y me echaron fuera. Y su risa fue como un agua hirviente, y entre mis entrañas revivió la fiera, y me sentí lobo malo de repente; mas siempre mejor que esa mala gente”.

En la canción de Serú Girán, el lobo llama “Padre” a San Francisco, y le cuenta cuál será su destino con una síntesis magistral.

Padre, ¿volveré a ser feroz?, mi garra será mortal

¿Volveré a dar temor? El miedo será mi hogar

El bosque escuchará aullidos de tempestad

¿Volveré a ser feroz? Un rayo en la oscuridad

“San Francisco y el lobo” es el segundo tema de la cara A del LP La grasa de las capitales, que Serú Girán publicó en 1979. Este segundo disco es más directo que el primero. Carece de manierismos pero se destaca por la originalidad de las composiciones. Es un álbum atravesado por varios temas, muy diferentes entre sí. Va de la crítica social de la canción que le dio título, al trágico final de un suicidio, un viernes, de madrugada; de la melancólica supervivencia juvenil en años de dictadura al ocaso de un astro, a la manera de un artista de Hollywood; o de la superficialidad desenmascarada en “Frecuencia modulada” al altísimo vuelo que alcanza una pieza excelsa, como “Noche de perros”. En medio de todo eso aparece “San Francisco y el Lobo”, tema engañosamente pequeño (lo parece, porque apenas está interpretado por la voz y la guitarra de David Lebón), o con una síntesis poderosa y gran belleza melódica.

“Yo me inspiré con ‘Blackbird’ –recuerda Lebón, a más de cuarenta años de la publicación de la canción de Serú-. Un día me acuerdo que estaba viviendo en la casa de Rinaldo Rafanelli [ex bajista de Sui Generis, Color Humano y Polifemo] cuando salió ese tema. Me volví loco para sacarlo. No sé cómo explicarlo. Para mí no eran acordes, era una cosa clásica. Yo era muy bruto. Cuando grabamos el primer disco de Serú Giran, se notaba la diferencia de cada músico. A mi me costó un poquito amigarme en el sentido de poner lo que cada uno traía para hacer la tortilla y que todo saliera bien. En ‘San Francisco y el lobo’, puntualmente, se pensó en ponerle varias cosas, pero finalmente quedó como un ‘Blackbird’. Y la historia a mí me cabía totalmente. ‘Volveré a ser feroz. Yo soy quien soy y mi guitarra será mortal’ [se ríe]. Ya ni recuerdo como salió la letra pero sí que laburábamos muy bien. Éramos laburadores. A mi me costaba bastante porque al principio Serú no era lo que yo venía haciendo. Por suerte, sabía hacer canciones. Aprendí a hacer canciones gracias a Los Beatles. Eso ayudó mucho para que pudiera estar en Serú Girán”.

Entre sus versiones, además de la original, de 1979, se puede encontrar la que el grupo regaló durante su concierto de “reencuentro”, en 1992, en el Estadio de River Plate. No es solo de guitarra y voz sino con toda la banda. Poderosísima. En el otro extremo, en la propuesta más intimista, hay una exquisita y reciente versión que Lebón hizo con Pedro Aznar, con bajo y guitarra.

Fuente: Mauro Apicella, La Nación