Misión Imposible: la sentencia final (Mission Impossible: The Final Reckoning, Estados Unidos-Reino Unido/2025). Dirección: Christopher McQuarrie. Guión: Christopher McQuarrie y Erik Jendresen. Fotografía: Fraser Taggart. Música: Max Aruj y Alfie Godfrey. Edición: Eddie Hamilton. Elenco: Tom Cruise, Hayley Atwell, Simon Pegg, Ving Rhames, Esai Morales, Angela Bassett, Pom Klementieff, Henry Czerny. Duración: 169 minutos. Distribuidora: UIP. Calificación: solo apta para mayores de 13 años con reservas. Nuestra opinión: muy buena.
Hace por lo menos una década que Tom Cruise y Christopher McQuarrie ya tenían en la cabeza la fórmula para cerrar el arco narrativo de Misión Imposible en el cine, abierto en 1996, casi 30 años atrás. La pista más certera que anticipa todo lo que veremos a partir de hoy en los cines apareció al comienzo de la quinta entrega, Misión secreta (2015), cuando Ethan Hunt (Cruise) llega a una disquería vintage de Londres para escuchar instrucciones grabadas en un vinilo que se autodestruirá en cinco segundos.
“Su misión, si decide aceptarla, es enfrentar su destino. Si nos persigue, será capturado. Si se resiste, será asesinado”, dice una voz anónima antes de que el villano más frío e impersonal de toda la saga cometa un acto imperdonable. Quienes vienen siguiendo la historia de Misión Imposible en el cine saben muy bien lo que ocurre desde ese momento. Primero, el Sindicato; luego, los Apóstoles, y finalmente un ente indefinible que responde a una autoconsciente expresión de la inteligencia artificial (AI) instalan en el mejor héroe de acción creado por el cine en las últimas décadas lo más parecido a un dilema existencial.
De allí en adelante, el derrotero de Hunt responde en acción (y jugándose todo el tiempo el pellejo) a una pregunta única: qué sentido tiene su presencia en el mundo. Por eso, para entender en toda su magnitud lo que propone el episodio ¿final? de Misión Imposible, lo más aconsejable es ver en orden cronológico las entregas anteriores, a las que de paso esta octava entrega rinde merecido tributo. Hablamos no solo de las dirigidas por McQuarrie, que desde la quinta película formó una alianza creativa indestructible con Cruise. Hay que volver al origen, sobre todo al magistral comienzo dirigido por Brian De Palma, desde el cual se produce el más inesperado (y bienvenido) de los regresos en este cierre.
Despliegue visual y audacia
Desde ese punto inicial, Cruise no se apartó del objetivo que se impuso cuando decidió adaptar una de las más clásicas series de espías de los años 60: construir el mayor entretenimiento posible en pantalla grande, con el máximo despliegue visual, sonoro y tecnológico que el cine nos provee, de la mano de un continuador del linaje de Douglas Fairbanks, Buster Keaton, Harold Lloyd, Jackie Chan, figuras que entendieron al cine poniendo en juego sus elementos esenciales: espacio, tiempo, movimiento.
Cada vez que corre contra el reloj, se suspende en el aire y desafía toda clase de riesgos sin ayuda, poniendo él mismo el cuerpo, Cruise no solo rinde tributo a esa noble tradición. Lo que hace es mostrar de paso que la experiencia del héroe llega al corazón y las emociones del espectador cuando se sienten reales. Todo lo inverosímil que pueda envolver a una aventura sobre un puñado de personas resueltas a salvar al mundo entero desaparece cuando sentimos que detrás de un personaje (en este caso Ethan Hunt) hay una persona que acusa el golpe y procesa en su propia integridad el vértigo, el dolor, el miedo a la muerte.
La historia completa de Ethan Hunt queda a la vista en este octavo capítulo, que en realidad es la segunda parte de un único film iniciado en 2023. Tiene enfrente a un villano virtual, cuya extensión corporal es una especie de fantasma que, como vimos en Sentencia mortal, viene del pasado. Pero mucho más importante que eso (y de un personaje que pedía a los gritos ser más poderoso e intimidante que Esai Morales) es la cruzada que llevan adelante Cruise y McQuarrie con esta elección: el enemigo es una suerte de nuevo orden que viene a arrasar con el pasado y a eliminar toda una historia y una memoria (¿el cine tal como lo conocimos?) que merecen ser preservadas. Por esa causa pelean nuestros héroes.
McQuarrie renuncia aquí a las clásicas persecuciones terrestres para regalarnos escenas de acción con Cruise en su salsa (una submarina y otra en el aire) que quitan el aliento, y con el reloj y el peligro hasta el último segundo como lo hacían los viejos y gloriosos seriales. Pero hay algo más importante, que hasta logra disimular en un momento la caída en cierta solemnidad impostada con tintes patrióticos, a la que Angela Bassett parece siempre dispuesta. Detrás de todo eso aparece el gesto poco común de un protagonista indiscutido (Cruise) que al mismo tiempo se muestra siempre dispuesto a ceder protagonismo y entregárselo a sus compañeros.
No será La sentencia final el mejor capítulo de esta gran historia (la cuarta y la quinta entrega son insuperables), pero la excelencia de Misión Imposible queda a la vista en su conjunto y deja la vara altísima para cualquier historia de acción, aventuras o espías que Hollywood conciba de aquí en adelante.
Aquello del héroe que nunca se salva solo y de lo viejo que todavía sirve cobra pleno sentido en una aventura dispuesta a enfrentar con las mejores armas del cine (nobleza, espíritu clásico, humor, emoción, personajes con espesor propio, escenas de acción que se entienden) a los males de este mundo y de este tiempo. Aunque en este capítulo final sobren algunas explicaciones sobre el estado actual de las cosas y se empiece a notar cierto cansancio, todavía hay ganas de seguir peleando.
Fuente: Marcelo Stiletano, La Nación