Un viaje mágico: por el Paseo del Bajo hasta el mundo de Harry Potter

La nueva autopista porteña fue habilitada a tránsito liviano. Y la Torre Monumental de Retiro, transformada en escenografía.

El punto de partida fue la Usina del Arte y el destino, la Torre Monumental de Retiro -la “de los ingleses”-, que esta tarde de sábado fue una “torre mágica”, con proyecciones, escenografías y ascenso al mirador. La vía que conectó ambos puntos: el Paseo del Bajo, que por única vez se habilitó para vehículos livianos. El marco: La Nochecita, pensada para chicos de hasta 12 años, con espectáculos, talleres y visitas guiadas en 39 espacios culturales públicos y privados.

Pese al pronóstico de granizo, la lluvia paró y el paseo hasta la torre pudo hacerse sin problemas. El cielo casi cubierto regaló un atardecer en un degradé de naranja, rosa y lila y que ameritó decenas de fotos. Se hicieron desde el micro que a las 18. 30 partió cargado de chicos y grandes. Era uno de los cuatro buses que dispuso el Ente de Turismo de la Ciudad para la actividad.

«¿Así que va por el Paseo del Bajo? No sabíamos. ¡Qué bueno!», se sorprendió gratamente Jimena, de Boedo, que había traído a sus hijas Victoria (5) y Pilar (9). Ambas sonreían con sus caras llenas de glitter y sus pelos largos coloreados en el espacio de peluquería y maquillaje que se habilitó adentro de la Usina, también en el marco de La Nochecita.

Multitud. Para subir al mirador de la Torre de Retiro. / Rolando Andrade
Multitud. Para subir al mirador de la Torre de Retiro. / Rolando Andrade

Quienes sí sabían que verían la nueva autopista en trinchera eran Lidia y sus hijos Lautaro (8) y Joana (17). Sin embargo, esta última se entusiasmó más con el hecho de poder conocer La Boca, un anhelo que finalmente se concretaría, con un pequeño tour fuera de los planes.

Grandes. Se sumaron a los chicos en el viaje que partió de la Usina del Arte. / Rolando Andrade

Grandes. Se sumaron a los chicos en el viaje que partió de la Usina del Arte. / Rolando Andrade

Es que el chofer del micro en un momento se perdió en el recorrido, y el imprevisto sirvió como paseo improvisado por La Boca, hasta que pudiera encontrar de vuelta el camino hasta el Paseo del Bajo. Con todo, el viaje extendido se hizo ameno: los músicos y los malabaristas de la compañía Wepa cantaron, bromearon e hicieron sus piruetas, para hacer olvidar un poco el viento y el frío que se hacían sentir en el primer piso del bus.

En viaje. Hubo música y malabaristas./ Rolando Andrade

En viaje. Hubo música y malabaristas./ Rolando Andrade

Quince minutos después de entrar al Paseo el micro ya había llegado a la Torre de Retiro. Allí la fila serpenteante superaba los 200 metros de largo. El plato fuerte era la subida al mirador, que de pies a cabeza estaba «vestido» de la saga de Harry Potter. Para poder viajar en el bus que partió de la Usina, había que inscribirse en el sitio Web de Participación Ciudadana, del Gobierno porteño. Podía registrarse a uno o dos acompañantes, chico o grande. Entre todos los anotados, se sortearon 135 lugares.

Varita mágica. En la Torre Monumental. / Rolando Andrade

Varita mágica. En la Torre Monumental. / Rolando Andrade

Una vez dentro de la torre, los chicos eran recibidos por personajes de la saga en un hall “encantado”: había velas y candelabros flotantes, telarañas y luces violetas. Mientras algunos se sacaban fotos disfrazados en la estación del «Espejo Mágico», otros esperaban para subir al ascensor, a razón de cinco personas por viaje. Una vez allí arriba, podían sumergirse en el “Bosque prohibido” y luego salir al aire libre y disfrutar de la impactante panorámica en 360 grados. A lo largo de todo el paseo estuvieron los llamados “facilitadores”, personal que guió a los chicos para que pudieran hacer el recorrido seguros.

La Usina no sólo ofició de punto de partida del bus turístico, también fue una de las sedes más exitosas de La Nochecita en sí misma, con pista de baile embrujada, talleres de máscaras de monstruos, teatro de sombras, peluquería, espacio de maquillaje, clases de cocina y un gran atelier. Todas las actividades eran gratuitas, aunque para algunas había que reservar entrada previamente en el sitio Web del Gobierno porteño.

Fuente: Clarín