La nueva novela de Piñeiro despliega un relato coral que intenta explicar los hechos, en este caso, la historia de la chica escort que cae por un balcón de Recoleta.
Narradora, dramaturga, guionista, colaboradora en diferentes medios gráficos y figura clave de los grandes debates argentinos, Claudia Piñeiro nació en el Gran Buenos Aires en el año 1960. Su obra es reconocida y ha sido premiada en la Argentina y en el mundo y fue traducida a varias lenguas. Las tramas de sus ficciones combinan la narrativa policial con una mirada crítica de la sociedad y la política y su participación activa en la discusión pública fue progresivamente teniendo más lugar en sus ficciones. Varias de sus novelas fueron llevadas al cine. Algunos de los títulos de sus libros son Las viudas de los jueves, Tuya, Elena sabe, Las grietas de Jara, Betibú, Un comunista en calzoncillos, Una suerte pequeña, Las maldiciones, Catedrales, El tiempo de las moscas.
Su nueva novela se llama La muerte ajena(Alfaguara) y ya desde la imagen de tapa nos avisa algo central de lo que será el desarrollo de la historia. Una mujer cae desde un balcón. ¿Se tiró? ¿La empujaron? ¿La obligaron a arrojarse al vacío? Esa mujer que cae desde un quinto piso en Recoleta en el comienzo de la novela es escort y está relacionada con la política. Pronto sabremos también que tiene un vínculo familiar con una periodista de radio e investigadora muy conocida.
Como en otras novelas de Claudia, diferentes voces darán sus versiones de los hechos a través de testimonios orales pero también escritos y en forma de novela. El trabajo sexual y la llamada prostitución VIP, su relación con el poder, los servicios de inteligencia, la hipocresía social, el tratamiento de los medios y las tensiones entre lo público y lo privado son algunos de los temas principales. Otro de los ejes de La muerte ajenatiene que ver con el resentimiento y los vínculos familiares dañados y, también, con el modo en que ese daño original puede perseguirnos toda la vida.
— Uno de los grandes temas de la novela es el de los vínculos dañados, algo que todo adulto conoce y a veces hasta ha vivido, con adultos que no tienen idea de hasta qué punto sus decisiones terminan marcando la vida de los más chicos.
— Sí, tenés razón, porque la historia precisamente es la de dos hermanas que no se conocen y eso es, de alguna manera, por cómo actuaron los adultos. O sea, el padre abandona a la primera mujer y forma una nueva familia: la primera hija es una periodista y la segunda es una escort. Pero, justamente, no se conocen un poco por los fracasos de los adultos, porque podrían haber tenido una relación igual. Y, sin embargo, ahí hay una ruptura que tiene que ver con las acciones de los adultos.
«La muerte ajena», de Claudia Piñeiro, fue publicada por Alfaguara.
— Me gusta esa palabra que usás, fracaso. Porque la palabra fracaso también es otro de los temas de esta novela. Hay mucha gente fracasada en su deseo.
— O que se siente fracasada y no lo puede reconocer. Porque hay ahí como un rencor de “por qué a mí no me va tan bien como yo merecería”. Un poco me parece que tiene que ver con eso de tener una expectativa que no se concreta y de no poder conformarte con aquello a lo que sí accediste.
— Pensaba en el resentimiento y también en el periodismo y la literatura, que son dos esferas que conocés muy bien. Y recordaba ese cuento de Henry James, “La próxima vez”, un cuento sobre dos escritores -que son cuñados, a la vez- y que mientras ella tiene éxito y popularidad, él no consigue salir de un pequeño círculo de admiradores ni triunfar comercialmente. Y resulta que ambos preferirían estar en la piel y el talento del otro. Como si, efectivamente, no hubiera manera de conformarse.
— Me hace pensar lo que estás diciendo porque, qué interesante, vos estás hablando de deseos no conformados y la novela también habla de la falta de deseo. Entonces, hay una falta de deseo y, a su vez, esos pequeños deseos son un poco miserables, en un punto. Desear ser más que el otro y no lograrlo te deja una frustración. Pero, a su vez, el deseo que tiene que ver con lo más vital que es el deseo sexual, el deseo del amor, de los afectos, está bastante apagado en los personajes de la novela.
— Y eso es central también para el razonamiento que hace uno de los personajes y que es la justificación de por qué recurre a una escort. Como su mujer ya es grande y pasó por la menopausia, ya no desea como antes, dice. Porque se puede amar mucho, pero aparentemente hay un momento en que, viste, las mujeres se apagan (risas).
— Sí, sí. Y eso habilita a los señores –que no se apagaron– a buscar mujeres no apagadas, sería la excusa.
— Ahora que hablamos de este personaje, que también da su versión de los hechos ya que es el dueño del departamento de Recoleta de donde cae la chica, quería preguntarte cómo es poner palabras en boca de los personajes que hablan en primera persona y que dicen cosas con las que vos estás completamente en desacuerdo. ¿Cómo se lleva una Claudia con la otra?
— Yo creo que tenemos la obligación de poder ponernos en los zapatos de cualquier personaje y hablar desde ese lugar. Hay algunos que cuestan mucho más. Rosa Montero me había dicho: “Tendrías que escribir otra parte más con la voz del hombre que consume trabajo sexual de mujeres”. Pero era imposible para mí hacer una parte entera. Sí podía traer su voz a través de un recurso que es la novela que escribe un escritor y que lo tiene de protagonista. Y que contara ahí por qué a pesar de tener una familia, una mujer, etcétera, igual necesitaba estar con una trabajadora sexual. Y qué significaba para él eso en su vida. Todo eso sí lo podía poner en pequeños párrafos, pero pensar en sostener esa voz en toda una sección como hice con las otras voces me costaba muchísimo. Hay voces que son mucho más incómodas.
— Pensaba en este señor Sánchez Pardo, que también define la vida de sus hijos. Porque no son solo el padre y las madres de las chicas quienes hacen daño: Sánchez Pardo también ha tenido una influencia bastante negativa en los suyos.
— Muy manipulador, ¿no? Y, además, con vínculos con lo peor de la Argentina. Con algunos resabios de lo que fue la dictadura, que permean también hasta ahora. O sea, relaciones con los servicios de inteligencia, con determinados espionajes y cosas que vienen de otras épocas y que encuentran otras formas de manifestarse ahora.
— Vos decís que la mayoría de nosotros desconocemos todo eso, ¿no? No se sabe tanto o recién lo empezamos a ver a partir de noticias que se convierten en escándalos.
— Yo creo que sospechamos, no tenemos la confirmación. Si vos le preguntás a cualquier persona qué piensa de los últimos escándalos en los cuales estuvieron involucradas mujeres de trabajo sexual y algún político, todo el mundo se imagina que ahí atrás hay una red, que en esa red muchas veces están metidos los servicios de inteligencia y que, a lo mejor, esa mujer estuvo hasta plantada por un servicio de inteligencia para tomar información, para espiar, para lo que sea. Hay como un imaginario común de que eso puede suceder pero no hay nadie que después nos lo confirme. Yo misma, cuando quise hacer la investigación de esto, no encontré confirmaciones totales. Encontrás, no sé, alguna causa que tiene que ver con una agencia de modelos que avanzó hasta tal punto. Si hay dinero involucrado es más fácil que avancen, si no, es más difícil. Entonces, atrás de muchos de los escándalos que hemos escuchado en los últimos tiempos está esta sospecha pero la Justicia se da un poco contra la pared. Fijate Natacha Jaitt, que denunció tantas cosas de agencias de modelos, de servicios de inteligencia, y eso no avanzó. No sabemos mucho más de lo que pasó. La nombro a ella como podría nombrar tantos otros casos en Argentina.Claudia Piñeiro participó del debate final de la última Feria del libro junto con Dolores Reyes, Marcelo Birmajer y Tomás Abraham. (Cortesía @ferialibroba)
Trabajo sexual, ¿una elección?
— Recién pensaba en historias y en libros que hablan del tema de la trata, pero acá es otra cosa porque estamos hablando, entre comillas, de una elección por parte de la mujer.
— Claro, acá no hay trata por más que no sea una elección. No hay trata en el sentido de que no son mujeres secuestradas y traficadas, como sería en el caso de la trata de personas. Justamente lo que se discute entre abolicionistas y no abolicionistas con respecto al trabajo sexual es cuánto hay de elección genuina. Vos escuchás a las abolicionistas y te dicen bueno, pero nadie elegiría ser prostituta o escort si pudiera elegir otra cosa. Y después escuchás a las trabajadoras sexuales y te dicen: no, yo lo elijo porque recibo un dinero que no podría de ninguna otra manera recibir. Y, finalmente, la dignidad parece que solamente se juega en el trabajo sexual pero, por ejemplo, si una mujer tiene que ir a limpiar baños, no sé, a la Estación Retiro, no te parece que ahí hay indignidad en hacerlo. O si te pagan 2 pesos por un trabajo de 14 horas tampoco hay indignidad. En cambio, si tenés relaciones sexuales con un tipo y te paga, ahí hay indignidad. Hay ahí algo un poco…
Fuente: Infobae