“Con sudor de tinta”: la flamante antología de cuentos policiales de Roberto Arlt

El título de la obra proviene del prólogo a la novela “Los lanzallamas”, continuación de “Los siete locos”. Wainstein señala que para poder realizar esta serie tuvo que leer trabajos académicos, además de recorrer archivos y hemerotecas, “ya que la mayor parte de las novelas y cuentos de Arlt se publicaron en revistas literarias y suplementos culturales de diarios y, si se editaron como libros, no fueron reeditados”.

Roberto Arlt Arlt se ubica en el otro extremo del histórico eje sarmientino, es la irrupción de la barbarie.

“No jugaba, no bebía; le agradaba la vida en sí, la música negra y los ballets de Stravinsky. En síntesis, si no se hubiese dedicado a matar a sus prójimos como perros, habría resultado una bellísima persona”. El párrafo pertenece a La venganza del mono, un homenaje a Edgar Allan Poe, escrito con ironía, que así describe a su protagonista. El relato forma parte de Con sudor de tinta, la flamante antología de cuentos policiales de Roberto Arlt, compilada y con prólogo de Gabriel Marcelo Wainstein.

El título de la obra proviene del prólogo a la novela Los lanzallamas, continuación de Los siete locos, que es una verdadera declaración de los principios arltianos: «El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un ‘cross’ a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y ‘que los eunucos bufen’. El porvenir es triunfalmente nuestro. Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la ‘Underwood’, que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora, hora tras hora».

Hijo de la austro húngara Ekatherine Lobstraibizer y del prusiano, Karl, Roberto vivió durante las primeras cuatro décadas del siglo veinte. Durante la infancia, su padre lo maltrataba y a los 16 años se fue de la casa. Pasó por distintos trabajos hasta que ingresó a una biblioteca y comenzó a colaborar en periódicos barriales. En paralelo despuntó su faceta de inventor.

En su primer libro, El juguete rabioso, el protagonista Silvio Astier aspira a ser poeta como Baudelaire y bandido como Rocambole. Allí incluye recursos como el voseo, el lunfardo carcelario, la madeja inmigratoria de las grandes ciudades “con sus lenguas híbridas y las confrontaciones ideológicas”.

Wainstein integró la primera generación de estudiantes de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, Cuba. Además, conduce junto a Daniel Symcha Hilando fino, de Radio Mestiza, un programa de análisis político. De Con sudor de tinta, el relato “Epístola de un L. C. Erudito al Jefe de Policía” es uno de sus preferidos. Y aclara que L.C. es la abreviatura de “ladrón conocido”, que se usaba en los sumarios policiales.

Creador y conductor desde hace una década del programa El dulce veneno de la novela negra en la radio de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, en 2019 comenzó a dedicar una serie de programas a la historia poco contada -y mucho menos conocida- del género policial en la Argentina. “Como suele suceder, nuestro país fue pionero en este terreno, la primera novela policial, La huella del crimen, se publicó en 1877, diez años antes de la aparición de Sherlock Holmes”.

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Wianstein Wianstein (Sin Credito)

Cuenta Wainstein que para poder realizar esta serie tuvo que leer “trabajos académicos”, además de recorrer archivos y hemerotecas, “ya que la mayor parte de las novelas y cuentos de Arlt se publicaron en revistas literarias y suplementos culturales de diarios y, si se editaron como libros, no fueron reeditados”. En ese trayecto descubrió textos desconocidos incluso por otros investigadores, como dos novelas apócrifas de Sherlock Holmes, publicadas por entregas en la revistaPBT entre 1908 y 1909, que relatan las aventuras del detective inglés en Argentina.

El punto de partida de Con sudor de tinta (editado por Mil Botellas, de Ramón Tarruella) se sitúa en el momento en que el ciclo radial llegó a la década del ’30. “Comencé a investigar los policiales de Arlt. En el primer capítulo de Asesinos de papel, un texto canónico de Jorge Laforge y Jorge Rivera, se mencionan ocho cuentos policiales publicados en las revistas Mundo Argentino y El Hogar entre 1937 y 1940, recopilados y publicados en un libro por Omar Borré, biógrafo del escritor”.

Surgió entonces la pregunta acerca de la posible existencia de más cuentos del género. “Encontré menciones de unos cuantos. Cuando los ubiqué en las revistas en las que se habían publicado originalmente, me di cuenta de que algunos no eran estrictamente policiales, sino de espionaje o de otros territorios literarios. Al final, recopilé diecisiete cuentos que pertenecen al género policial, que creo que son todos los que escribió”. Con esos textos a la mano, el periodista guionó el programa y decidió la factibilidad de la realización de un libro que revelara una faceta poco conocida del autor.

Algunos relatos estaban dispersos en la edición de sus Cuentos Completos, otros integraron recopilaciones de escasa difusión. El mencionado “Epístola de un L. C.” estaba inédito como libro, sólo se había publicado en la revista Don Goyoen 1926. Hay otro, «Nuestra Policía, la mejor del mundo», que vio la luz quince días después y formó parte de un apéndice en la primera edición de la biografía escrita por Borré. Era una continuación de la Epístola y, aislado, perdía parte de su sentido.

Al publicarlos en conjunto, en orden cronológico y citando los medios donde aparecieron, se hace posible conocer otra dimensión de la obra de Arlt, en la que existe una relación innegable con la literatura policial en sus novelas El juguete rabiosoLos siete locosLos lanzallamas.

Un mes después de publicar Los siete locos, en noviembre de 1929, Arlt explicaba “En sí, la novela ofrece tres aspectos. Uno psicológico, otro policial y otro de fantasía”. En cuanto a El juguete rabioso, de 1926, una lectura contemporánea hace posible apreciar elementos “que la aproximan a la novela negra, género que recién tendría su punto de inicio en 1929, con la publicación de Cosecha roja”, de Dashiell Hammett.

Las Fieras, publicado en 1928, incluido en esta antología, es la primera expresión del género negro en Argentina. Relata, en primera persona, la decadencia de un proxeneta en el final de su vida. La brutalidad extrema que rige como ley en los ámbitos en los que se mueve, las formas degradantes de la explotación sexual y la violencia sin límites contra las mujeres, el goce en el sufrimiento de las víctimas, la complicidad del poder y la crudeza explícita del lenguaje nos trasladan al corazón del género negro. Con una salvedad: cuandose publicó, ninguna editorial estadounidense habría aceptado un relato que mostrara sin eufemismos, con tanta crudeza, los ámbitos de la violencia sexual. De ninguna manera Las fieras hubiera pasado el filtro de la censura norteamericana.

Desde hace cuatro años, Wainstein participa en el Encuentro Internacional de Literatura y Cine Negro Córdoba Mata. Este año se sumó a la organización y estuvo en dos mesas: una, acerca del escritor siciliano Andrea Camilleri, creador del comisario Salvo Montalbano, de quien en 2025 se cumplieron 100 años de su nacimiento; otra, sobre las nuevas corrientes en la novela negra. En febrero comenzarán a preparar la próxima edición. También estuvo en la Semana Negra de Buenos Aires, moderando una mesa con “un título llamativo: Voces del Noir Latinoamericano, escribir por uno y por otros”.

En la Argentina, hay numerosos autores y autoras muy valiosos, algunos a la altura de los mejores del mundo, “pero no abundan los lectores”, advierte. “Novela negra no es cualquier texto policial, tiene en su centro una mirada fuertemente social relacionada con la violencia esencial del capitalismo”. “Escritores muy talentosos se encuentran con grandes dificultades para publicar, aporta Wainstein. “Parte del problema se debe a la desaparición de las editoriales grandes argentinas y su absorción por conglomerados multinacionales que promueven la lógica del consumo. No combinan sus objetivos económicos con los culturales. Las editoriales independientes tienen limitadas posibilidades de acceso a las grandes cadenas de librerías. Se promueve el género del thriller, una derivación de la literatura policial que generalmente adopta fórmulas de éxito comercial ya probadas. Son muy pocos los escritores de novela negra, un género que siempre cuestiona el orden social, que logran superar esa barrera”.

Considerada durante mucho tiempo un género menor, sus creadores Hammett y Chandler fueron enormes escritores. “Hay libros mejores y peores. Se puede deducir que lo menor era la capacidad intelectual y la sensibilidad estética de los críticos que la menospreciaron. Como dijo Jorge Luis Borges: ‘Cabe sospechar que ciertos críticos niegan al género policial la jerarquía que le corresponde, solamente porque le falta el prestigio del tedio’”.

“Desde su nacimiento en el siglo XIX , la literatura policial argentina responde a un ideal civilizatorio en la búsqueda de una versión argentina de las narraciones policiales a la inglesa. Arlt se ubica en el otro extremo del histórico eje sarmientino, es la irrupción de la barbarie, de lo plebeyo, de los personajes que viven en la más profunda miseria, un mapa de la desesperación y un uso de la palabra donde conviven el idioma de la calle, las expresiones de literatura folletinesca, las lenguas híbridas de los inmigrantes y el lunfardo carcelario. Define un nuevo punto de partida para nuestra identidad cultural, distante del modelo artístico de las elites, una literatura sólida y original, poderosa , que se sostiene por sí misma”, explica Wainstein mientras recuerda que en El Informe de Brodie, Borges hace un homenaje a Arlt, en su cuento ‘El Indigno’, inspirado en El juguete rabioso.

Fuente: Página12