La hija de un empleado de comercio y una obrera textil es la más barroca de las escritoras argentinas gracias a la educación pública, como suele repetir. Gabriela Cabezón Cámara se revuelca en la lengua para crear novelas que desafían las convenciones entumecidas de los géneros, pero también para cuestionar las perspectivas que intentan encorsetar las diversidades de los mundos que habitamos. La autora argentina es semifinalista del National Book Award en la categoría Literatura Traducida con Las niñas del naranjel, traducida por Robin Myers al inglés como We Are Green and Trembling (New Directions). La novela, publicada en 2024, ganó el año pasado tres premios en un mes: el premio Sor Juana Inés de la Cruz, que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México); el Premio Fundación Medifé Filba y el Ciutat de Barcelona de Literatura en Lengua Castellana. Cabezón Cámara se podría convertir en la segunda escritora argentina en obtener el National Book Award, después de Samanta Schweblin, que lo ganó en 2022 por la traducción que hizo Megan McDowell de los cuentos Siete casas vacías. El primero en ganarlo en 1967 fue Julio Cortázar con la traducción de Rayuela, de Gregory Rabassa.
Las niñas del naranjel despliega una trama volcánica y de una belleza perturbadora que sobrevuela la violencia en los tiempos de la conquista de América. Antonio –que nació como Catalina de Erauso, la legendaria Monja Alférez que escapó del convento en el que permanecía recluida para enrolarse en una misión a América vestida con traje de soldado– huye en la selva con dos niñas guaraníes, Michi y y Mitãkuña, indómitas en su curiosidad y el afán por preguntarlo todo. En esta fuga lo acompañan dos monos que las niñas bautizan como Tekara y Kauru (“caca” y “pis” en guaraní), una perrita llamada Roja, la yegua Orquídea y su potrillo Leche. La novela alterna una voz en primera persona, la de Antonio, que le escribe una carta a su tía, priora del convento del que se fue siendo novicia, en la que le cuenta las peripecias de su travesía en una lengua que remeda lo que podría haber sido la lengua del Siglo de Oro Español, con una tercera persona que registra la convivencia de Antonio con las niñas y los animales.
El National Book Award es uno de los premios literarios más importantes de Estados Unidos. El 7 de octubre se anunciará la “lista corta” con los cinco finalistas en cada categoría (Ficción, No Ficción, Poesía, Literatura Juvenil y Literatura Traducida) y el 19 de noviembre se conocerán los ganadores. Cada uno recibirá 10 mil dólares y una escultura de bronce. La novela de Cabezón Cámara compite con otras nueve semifinalistas: Imposible decir adiós (We Do No Part), de la premio Nobel de Literatura, la surcoreana Han Kang; La reina de espadas (The Queens of Swords), de la mexicana Jazmina Barrera; On the Calculation of Volume (Book III), de la danesa Solvej Balle (Anagrama publicó el tomo primero y segundo de El volumen del tiempo); The Remembered Soldier, de la holandesa Anjet Daanje, Hunchback, de la japonesa Saou Ichikawa; We Computers: A Ghazal Novel, del uzbeko Hamid Ismailov, exiliado en el Reino Unido desde 1992; Sleep Phase, el egipcio Mohamed Kheir; Perfection, del italiano Vicenzo Latronico, traducida al español como Las perfecciones; y Sad Tiger, de la escritora francesa Neige Sinno, traducida por ella misma al castellano como Triste tigre, un libro en el que cuenta la historia del abuso sostenido que sufrió por parte de su padrastro entre los 7 y los 14 años.
Cabezón Cámara (Buenos Aires, 1968) es autora de la novela Las aventuras de la China Iron, reescritura del Martín Fierro en clave feminista, poscolonial y LGTBQ+, con la que llegó a ser finalista del premio inglés Booker Prize, un reconocimiento que la colocó en el radar internacional. La autora de La virgen cabeza, Le viste la cara a Dios y Romance de la Negra Rubia explicó por qué la conquista nunca terminó en una entrevista con este diario, cuando publicó Las niñas del naranjel. “Somos estados colonizados; el trabajo de la extinción del otro es constante. Si el indio levanta la voz, es terrorista. Si se deja matar, es un buen muchacho pero necesita que hagamos caridad. La extracción de materias primas y el ‘doradismo’ sirve nada más que para seguir siendo colonia. El agua vale más que el litio o que el oro porque es un bien escaso. Se está secando la cuenca de la Amazonía y todo nuestro sistema de energías y de la pampa húmeda depende de esa cuenca. Esa ilusión de que la burguesía argentina va a acumular y entonces se producirá una transformación al industrialismo es mentira; son oligarcas, no son burgueses: agarran y fugan”.
Fuente: Página12