Mario Benedetti: a diez años de su muerte, muchos homenajes y un poco de olvido

El uruguayo convocaba multitudes. este 17 de mayo se cumplieron diez años de su muerte. Fue uno de los autores de habla hispana más leídos de la segunda mitad del siglo pasado, pero hoy sus libros se venden poco en la Argentina. El Instituto Cervantes quiere devolverle protagonismo.

 Poeta del amor y del exilio, y escritor prolífico, Mario Benedetti (Paso de los Toros, 1920- Montevideo, 2009) rogaba, en sus últimos años, que no le hicieran más homenajes. Fiel a una idiosincrasia más propia de los rioplatenses de la otra orilla, y más allá de la popularidad que él mismo había forjado y terminaría por abrumarlo en cierto modo, el uruguayo era cultor de una discreción que ejercía en sus modos y también se traducía a sus poemas, en los que hacía de la sencillez una estética. A diez años exactos de su muerte, que se cumplen este viernes, quizás valga contradecir su voluntad y rendirle tributo al autor, uno de los más leídos y vendidos de habla hispana, yun auténtico best seller en su pequeña patria de escritores enormes.

Galardonado en 1999 con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y en 2005 con el Internacional Menéndez Pelayo, Benedetti abordó todos los géneros literarios: fue novelista, cuentista y periodista. La coherencia con sus convicciones políticas -fue un hombre de izquierda, detractor histórico de las políticas de los Estados Unidos- le valió, a su vez, el exilio en los tempranos 60.

Antes de convertirse en uno de los poetas más leídos durante la segunda mitad del siglo XX en América latina, donde marcó a una generación de lectores con la que supo establecer un vínculo estrecho, pasó por privaciones económicas y ejerció los más diversos oficios -fue cajero, vendedor, librero, periodista, traductor, empleado público y comercial-. Hasta que con sus obras abrió un paréntesis que lo consagró en el mercado de habla hispana.

Es sabido que muy pocos autores tuvieron en vida tantos fervorosos admiradores como él, dueño de público multitudinario: él mismo se consideraba un “reclutador de prójimos”. Lo nutrieron también numerosos artistas que cantaron sus letras, entre ellos Joan Manuel Serrat, Pablo Milánés, Daniel Viglietti o Nacha Guevara. También aportó a su éxito Sergio Renán, que llevó a la pantalla grande sus novelas Gracias por el fuego (1985) y La Tregua (1974), protagonizada por Héctor Alterio y Ana María Picchio y que se convertiría en la primera película argentina en ser nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera.

La cotidianidad gris y rutinaria, marcada por la frustración y la ausencia de perspectivas de la clase media urbana, impregna las páginas de esta última ficción, que, adopta la forma de un diario personal, y relata un breve período de la vida de un empleado viudo, próximo a la jubilación, cuya existencia se divide entre la oficina, la casa, el café y una precaria vida familiar dominada por una difícil relación con unos hijos ya adultos. Una inesperada relación amorosa, que parece ofrecer al protagonista un horizonte de liberación y felicidad personal queda trágicamente interrumpida y será tan sólo un inciso –¿una tregua?– en su lucha cotidiana contra el tedio.

¿Se lee?

Aunque ahora, a diez años exactos de su muerte,  y mientras la conmemoración del aniversario promete animar las calles de su Montevideo natal, las nuevas generaciones de lectores parezcan desconocerlo en gran medida. ¿Se trata de un autor olvidado?

“Hoy se lee poco, no son demasiados los lectores que piden por sus libros”, admiten en la librería Eterna CadenciaY lo mismo asumen en Cúspide: «Ventas no tiene, aunque se trate de un autor valioso». Mientras que en Hernández el librero Ecequiel Leder Kremer explica: «Benedetti ya no es lo que era; hace bastante tiempo que está desposicionado de la preferencia de los lectores y de las ventas. Se sigue vendiendo La Tregua en edición pocket, porque la piden algunas escuelas, algo de Montevideanos o La borra del café, que también vienen en ediciones pocket, alguno de sus títulos de cuentos… pero las nuevas generaciones de lectores parecen no conocerlo, algo imprevisto si se tiene en cuenta que con el retorno de la democracia fue furor. Hoy, sin embargo, parece haber caído en el olvido».

Convencidos, de todos modos, de que su legado merece ser recordado e incluso revalorizado en estos tiempos, el viernes en Montevideo se concretarán diversas actividades durante el día, que impulsa la Fundación Mario Benedetti, heredera legal de la obra del autor: habrá una muestra del artista plástico Antonio Frasconi, una ponencia del crítico y un espectáculo a cargo de tres músicos que leerán sus poemas, entre otras. Mientras que el Instituto Cervantes también encara, de ambos lados del océano, una gesta orientada a devolverle protagonismo a la obra del autor: el programa se conocerá el año próximo, cuando se celebre el centenario de del nacimiento del Benedetti, aunque el director de la institución, Luis García Montero, y el coordinador general del Instituto Nacional de Artes Escénicas de Uruguay, José Miguel Onaindia ya suscribieron esta semana en la capital uruguaya un acuerdo de cooperación para promover la obra del uruguayo de manera coordinada.

En México también lo recuerdan: el sábado habrá una guerra de bandas con canciones inspiradas en su obra.

En ese marco, el protocolo general de actuación contempla que el Instituto Cervantes difunda, tanto en su sede central en España como en sus centros por todo el mundo, la obra de creadores uruguayos, especialmente la de Benedetti, para dotarlo de una vigencia renovada. Montero resaltó en este sentido que el autor dejó como enseñanza en su obra que «la poesía no es inventarse un lenguaje raro». Dijo que «hay gente que quiere confundir calidad con dificultad y cree que el mejor poema es el que no entiende ni Dios.Él nos enseñó que la poesía no es inventarse un lenguaje raro al margen de la sociedad sino tratar de la manera más respetuosa posible el lenguaje de la tribu», dijo. Y agregó: «La necesidad de una dimensión cívica y ética de las palabras me parece importante y ahí está la enseñanza de Mario Benedetti». En 2010, además, se celebrará la tercera edición del Festival Internacional Cervantino de Montevideo, creado tras el nombramiento de la capital uruguaya como “ciudad cervantina” en 2016.

La editorial Planeta, por su parte, aportará a este nuevo impulso sobre Benedetti. En dos meses y hasta fin de año relanzará La tregua, Montevideanos, Gracias por el fuego e Inventario. No viene mal: aunque hay títulos del autor en las librerías argentinas, se lo encuentra de manera despareja.

Hasta en el Luna Park
Lejanos parece haber quedado aquel tiempo en que Benedetti, que perteneció a la generación del 45, junto a otros grandes compatriotas uruguayos como fueron Idea Vilariño o Juan Carlos Onetti y publicó en total más de 80 libros, ejercía con sus lecturas un efecto magnético en los países por los que pasaba y en los que llenaba auditorios y hasta estadios, entre ellos el Luna Park, en Buenos Aires. Su relación con el público parecía inquebrantable.

«En Hernández era un escritor sagrado», recuerda Leder Kreme. «Una noche, debe haber sido a mediados de los 90, llegó a firmar libros con un ataque de asma que le impedía respirar: tenía la cara de varios colores, se lo veía realmente muy mal. Le dije que suspendiéramos todo. Había muchísima gente esperándolo. No hubo manera, bajó al subsuelo y con la puerta del patio abierta se puso a firmar. Lo hizo durante más de tres horas seguidas. Yo pensaba ‘Se nos muere acá…’. Por suerte pudo terminar bien».

Su primer libro fue de poesía, La víspera indeleble (1945), el segundo del género fue Sólo mientras tanto (1950) y el tercero –con el que obtuvo éxito masivo- Poemas de la oficina (1956). De los que siguieron pueden mencionarse Poemas del hoy por hoy (1961), Inventario (1963) y Contra los puentes levadizos (1966).

“Cuando la poesía abre sus puertas, uno siente una verdad gratuita y novedosa, todo cambia y cambiamos con el cambio, todos traemos desde la infancia uno o dos versos que son como un lema y los guardamos como una reserva que nos hace bien”, decía él. ¿Y quién no lleva en su reserva personal –o llevó en su juventud- alguno de sus versos?

Entre sus novelas, además de La Tregua y Gracias por el fuego (1965) sobresale Primavera con una esquina rota (1982), pero también están sus artículos periodísticos y críticos, reunidos en libros como Peripecias y novela (1948), Marcel Proust y otros ensayos (1951), El país de la cola de paja (1960), Literatura uruguaya del siglo XX (1963) o Sobre artes y oficios (1968). Mientras que su actividad como cuentista –en general, la más apreciada por la crítica- incluye los volúmenes Esta mañana (1949), El último viaje (1951) y Montevideanos (1959), La muerte y otras sorpresas (1968) y Esta mañana y otros cuentos (1972).

Mario Benedetti promovía aquella “defensa de la alegría” -que hoy puede sonar naif, porque cada época impone sus propios lenguajes- entendida como una apuesta por la vitalidad y la humanidad, y que alguna vez Joan Manuel Serrat convirtió en himno: “Defender la alegría como un estandarte / defenderla del rayo y la melancolía / de los males endémicos y de los académicos / del rufián caballero y del oportunista. / Defender la alegría como una certidumbre / defenderla a pesar de dios y de la muerte / de los parcos suicidas y de los homicidas / y del dolor de estar absurdamente alegres.”

Uno de sus poemas
No te salves
No te quedes inmóvil

al borde del camino

no congeles el júbilo

no quieras con desgana

no te salves ahora ni nunca

no te salves

no te llenes de calma

no reserves del mundo

sólo un rincón tranquilo

no dejes caer los párpados

pesados como juicios

no te quedes sin labios

no te duermas sin sueño

no te pienses sin sangre

no te juzgues sin tiempo

pero si pese a todo

no puedes evitarlo

y congelas el júbilo

y quieres con desgana

y te salvas ahora

y te llenas de calma

y reservas del mundo

sólo un rincón tranquilo

y dejas caer los párpados

pesados como juicios

y te secas sin labios

y te duermes sin sueño

y te piensas sin sangre

y te juzgas sin tiempo

y te quedas inmóvil

al borde del camino

y te salvas

entonces, no te quedes conmigo.

Fuente: Clarín.