Ha sido distinguida por diversos jurados por su calidad creativa y muchas de sus obras fueron adquiridas para ser exhibidas en hoteles de lujo. Sin embargo, su exitosa carrera se puso en pausa cuando tuvo que enfrentar el dolor que le causó la partida de sus hijos al exterior en busca de otros horizontes. En esta nota, conoceremos a una profesional que fue rescatada del gris síndrome del nido vacío por la mas colorida paleta de las bellas artes
Periodista: Contanos en qué punto de tu carrera tus hijos despliegan sus alas en busca de un porvenir y cómo te afectó profesionalmente
Viviana Drago: Bueno, yo creía que tenía una vida tranquila, sencilla, me sentía dichosa, afortunada, trabajaba de lo que me gusta, que no es poca cosa. Hasta ese día que uno de mis hijos me comunicó que se iba a ir del país. A los pocos meses otro de mis hijos siguió sus pasos. Y no mucho después, el tercero de mis hijos tomó la misma decisión. En menos de seis meses, se fueron los tres. Me sentí desolada, devastada. Cuando las cosas parecían estar perfectas, de repente todo había cambiado.
P: Te pusiste en «pausa»…
V.D: Sí, El mundo se me había derrumbado. Empecé a extrañar la vida juntos, la compañía constante, la casa llena los fines de semana. Había perdido el interés casi por todo. Sabía que tenía que volver a encontrar la motivación necesaria para volver a disfrutar de la vida y sentirme plena otra vez. Me refugié en el arte. Al principio, mis obras reflejaban lo que me pasaba por dentro, mostraban tristeza. Me acuerdo que pinte una niña llorando, probablemente esa niña triste era yo.
P: ¿Cómo lo revertiste?
V.D: El arte es sanador. Poco a poco, empezaron a fluir ideas que peleaban por asomarse en la tela. Empecé a pintar todos los días sobre bastidor, con acrílicos, con pintura asfáltica. Ahora viajo mucho para visitar a mis hijos y vuelvo con aire renovado a seguir con mi pasión que me espera en casa, donde tengo mi taller.
P: ¿De dónde proviene tu inspiración?
V.D: Muchas veces mi inspiración llega por una imagen que veo, o un color, y otras veces no hay una inspiración previa. A veces poniendo la primera pincelada aparece una historia. Puedo estar entre 4 y 6 horas sin parar pero en realidad no hay nada fijo, no soy muy metódica.
P: ¿Qué podés contar de tu técnica y tu diferencial?
V.D: Mis pinturas navegan entre lo abstracto y la figuración, inclinándome más recientemente hacia lo minimalista.. Creo que eso habla del orden y el desorden, una cierta entropía, en donde los elementos abstractos conforman una sintaxis diferente enalteciendo los gestos pictóricos informales, como las manchas, garabatos, incluso el uso de materiales no convencionales, como la brea. La composición de mi pintura está basada en los contrastes de color, de formas, colores que pueden ser aguados o compactos, formas de carácter geométrico aparecen junto a patrones que evocan a un empapelado. Trabajo sobre soportes de tamaño grande con acrílico como materia principal con un predominio de colores tierra, naturales, ocres, grises y negro. Los mismos colores van creando relaciones espaciales adelantando o atrasando planos. Me gusta incursionar con nuevos elementos, la parte lúdica del pintor, poder lograr nuevos matices con el uso del té, el café o la cúrcuma.
P: ¿Cómo definirías al arte?
V.D: El Arte para mi es una herramienta de comunicación personal, hay un diálogo entre la obra y quien la observa, un diálogo muy íntimo. El observador la carga de sentido. Todas las interpretaciones son válidas en función de los estímulos que nos ofrece. Cuando pinto hay algo en movimiento. Uno está concentrado y, de repente, hay un salto a lo incierto, una intuición placentera, confiada.
P: ¿Se puede vivir del arte?
V.D: Vivir del arte a veces se hace difícil pero uno puede trabajar para el branding de alguna empresa o ser muralista o dedicarse a la docencia. Está el artista muy cotizado que tiene la oportunidad de vivir del arte, pero no es así para todos. Además, el arte también tiene su grado de inversión, soportes, materiales. Herramientas. Muchas veces lo que se gana termina reinvirtiéndose
P: ¿Qué le dirías a un joven que hoy se inclina por el camino del arte?
V.D: A un joven le recomendaría que se forme todo lo que pueda, que acuda a quien considere un referente, que participe y se presente en convocatorias, becas, subsidios, premios.
P: ¿La era digital aniquiló el talento creativo?
V.D: No, todo lo contrario, lo potenció. La virtualidad se transformó en una vía de producción artística: producciones estéticas hechas digitalmente, redes sociales capaces de crear verdaderos collages, pero los museos están vivitos y coleando. Las obras se siguen colgando en las paredes. Es más, antes si uno quería visitar el Museo de Arte Moderno de N.Y tenía que comprar un pasaje de avión. Hoy está la posibilidad de verlo en nuestros celulares, acceder a una conferencia en vivo. A favor también puedo decir que nos permite a los artistas llegar a un público mas grande a través de su plataforma digital que es una gran vidriera para promocionar su arte.
P: ¿Qué lugar considerás que ocupa el arte en la actualidad?
V.D: Hay una gran movida de jóvenes artistas o consumidores de arte. Hoy la calle parece una galería abierta, muralismo, arte callejero. Ahí hay mucho potencial, mucho talento. También hay una movida cultural nocturna muy interesante, relacionada también con el turismo. Hay muchas propuestas y hay mucha recepción. Hay un público interesado en conocer el patrimonio de la ciudad, las galerías, los espacios culturales. La nueva camada de artistas está transforma lugares marginados, abandonados, sucios, grises, en barrios atractivos, pintorescos, que mejoran el entorno y, por ende, la calidad de vida, así como lo hiciera Benito Quinquela Martín con La Boca.
P: ¿Podrías hoy vivir sin pintar?
V.D: No. El arte me permite convertirme en muchos personajes, en volver a dar vida. La creación es como dar a luz. Cada cuadro es un hijo. El arte cura, doma demonios, cumple fantasías. Salva.