Así se hizo y está en la actualidad el primer túnel “carretera” del mundo que construyeron los romanos en el 36 a.C

El arquitecto Lucio Coceyo Aucto quedó en la historia como el creador de uno de los pasos bajo nivel más famosos del Imperio; su ingeniería sirvió de ejemplo para las siguientes obras del continente

Los romanos son considerados grandes escultores y arquitectos de la antigüedad, con diferentes edificios que se alzan a lo largo y ancho de los territorios que conquistaron en la actual Europa, norte de África y Medio Oriente. Una de las pruebas irrefutables de su desarrollo es el coliseo romano, entre otros. Sin embargo, en Nápoles se encuentra otra obra maestra de la ingeniería civil. Se trata del primer túnel carretera del mundo, el cual se creó en el 36 a.C.

Entre los siglos 36 y 37 a.C, Marco Vipsanio Agripa, amigo personal del emperador Augusto, estableció la base romana naval más importante de todas en el puerto Iulius o Julio, en honor a Julio César y que construyó el arquitecto Lucio Coceyo Aucto.

Así es el plano del túnel hecho por los romanos
Así es el plano del túnel hecho por los romanos(Fuente: Biblioteca Comunale di Cava de’ Tirreni)

El imperio romano no solo era fuerte por tierra, sino que también por mar. Y allí se hospedaban sus grandes y más poderosos navíos, por lo que era necesario protegerlos de posibles ataques. En particular, a los que estaban en proceso de elaboración. Para ello, se tuvo en cuenta el lago Averno, que ni desde la orilla ni desde alta mar era posible divisarse.

Además, ese centro de carga y descarga se convirtió en uno de los más importantes para la ingeniería antigua, con lo que se diseñaron diferentes establecimientos para depositar las mercancías, puntos de venta y demás. Su organización era ejemplar y el mismo se extendía hacia el interior de la ciudad de Cumas.

En la actualidad el túnel permanece al resguardo de su uso civil, debido a la fragilidad frente al desgaste exterior
En la actualidad el túnel permanece al resguardo de su uso civil, debido a la fragilidad frente al desgaste exteriorAlexandre Albore – (Fuente: Ruthven)

Su tamaño demandó de un muelle de 372 metros de largo sobre arcos con 15 pilotes cuadrangulares. Allí se establecieron astilleros también y, a la entrada de la vía Herculanea, que conectaba el mar con el lago, se había ubicado una muralla de defensa.

Para conectar el puerto central que estaba en el lago y la ciudad se excavó un túnel sobre piedra volcánica, capaz de proveer una salida rápida si era necesario. A este espacio se lo reconoció como la primera carretera dentro de una montaña de todo el mundo y fue hecha por los romanos.

En la actualidad existe y se la conoce como la Gruta de Cocceio. Tiene un kilómetro de longitud, un desnivel de 40 metros y una altura de 12 metros. Su anchura va de entre 5 a 6 metros, por lo que es posible que dos carros en paralelo circulen sin problemas por allí.

Así es la Gruta de Cocceio por dentro
Así es la Gruta de Cocceio por dentro(Fuente: Parco Archeologico Campi Flegrei)

Este mismo se erigió en el Monte Grillo. Sobre la entrada al lago Averno, se encontraba una columna con nichos que soportaban esculturas, las cuales en la actualidad ya no existen. Uno de los detalles que asombró a los ingenieros de nuestra era contemporánea es que los romanos pensaron hasta en la ventilación e iluminación interior del mismo. Para ello, perforaron pequeños agujeros de 30 metros de altura.

En paralelo al primer túnel, se alzó otro de dimensiones más pequeñas y que también contó con un acueducto, para que el agua llegue desde el lago hacia la zona urbana, bautizado como Aqua Augusta. Lo cierto es que con el traslado de la base naval Miseno en el 12 a.C, este perdió importancia y solo funcionó como vía comercial civil.

Hoy en día el gobierno italiano lleva a cabo diferentes obras para resguardar su patrimonio arqueológico, entre ellos, la Gruta de Cocceio, que en la Segunda Guerra Mundial sufrió detonaciones accidentales que lo deterioraron. Con el paso del tiempo y la invasión de murciélagos, se intentó salvarlo de la erosión externa.

Fuente: La Nación