Buenos Aires subterránea: un viaje a las entrañas de la ciudad a través de túneles y pasadizos

Una red de antiguos reductos, pasadizos, túneles y arroyos entubados dan cuenta de épocas remotas que marcaron el nacimiento de una gran metrópolis; historias de crímenes, leyendas y mitos urbanos.

Buenos Aires es una ciudad que late en sus calles, en sus parques, en los cafés y en las plazas; pero también vibra bajo tierra, entre túneles que cruzan capas de historia y relatos de época. A pocos metros de la vereda aparece otra Buenos Aires: pasadizos de ladrillo, bóvedas y desagües antiguos, rastros de fundaciones, epidemias, inundaciones, fortificaciones y vidas pasionales que marcaron el nacimiento de una gran metrópolis.

Túneles jesuitas de la Manzana de las Luces
Túneles jesuitas de la Manzana de las LucesNuva Turismo

Hay que decirlo: a diferencia de otras ciudades del mundo, como Estambul con su red de cisternas o las “Catacumbas” de París, la “Buenos Aires subterránea” no tiene una sola gran obra que lo explique todo. Son tramos, huellas, sectores que sobrevivieron a demoliciones, avenidas y modernizaciones.

También hay mucho mito y confusión acumulados durante décadas, pero, con guía en mano, se pueden recorrer circuitos que reconstruyen el paisaje urbano de otras centurias para ofrecer un viaje histórico repleto de leyendas y misterios.“Muchas veces existe el mito de que en los recorridos subterráneos solo se ven túneles oscuros. En realidad hay arquitectura, arqueología urbana y un cuento claro de cómo se fue expandiendo la ciudad”, dice Sebastián Cabral, al frente de Buenos Viajes Quiero, una de las agencias que realiza estas visitas a los túneles de la ciudad de Buenos Aires, y que pueden agruparse en tres recorridos principales.

Túneles jesuitas de la Manzana de las Luces
Túneles jesuitas de la Manzana de las LucesNuva Turismo

El Túnel Jesuita entre el misterio y la historia colonial

En el corazón de Monserrat, la Manzana de las Luces es el complejo histórico que mejor condensa el vínculo de la ciudad con el período colonial. Allí, bajo patios y pasillos, se conserva una trazado de túneles que conectaba dependencias y servía como infraestructura clave para la vida cotidiana de la época; con el paso de los siglos, ese laberinto subterráneo alimentó mitos y leyendas.

Túneles jesuitas de la Manzana de las Luces
Túneles jesuitas de la Manzana de las LucesNuva Turismo

“Toda esta manzana era de los Jesuitas. Ellos construyeron aquí lo que se llamó la procuraduría de las misiones en 1730 y aquí se administraban los bienes; a fines del siglo XVIII se agregaron otras obras que reforzaron el conjunto”, explica Cabral durante el descenso, donde los grupos avanzan en fila por bóvedas de ladrillo y sectores apuntalados que conservan la curvatura original. “Son túneles de desagüe y de servicio que, con el tiempo, fueron quedando debajo de nuevas capas de ciudad”, agrega Nicolás Loccisano, guía de Nuva Turismo, otra de las agencias que realiza estas salidas.

La existencia de estos túneles es un misterio fascinante. Fueron construidos en distintos momentos y con distintas técnicas, pero todos hablan de la misma necesidad: una infraestructura oculta que resolvía problemas prácticos —drenajes, circulación de personal, depósitos— y sumaba una ventaja defensiva en tiempos de inestabilidad, ya que podían utilizarse como vías de escape y comunicación.“Se trata del túnel más antiguo de la ciudad. Construido durante el período jesuítico, conserva partes con ladrillo colonial, arcos y respiraderos. Hoy solo se recorre un tramo breve, pero es testimonio de los túneles jesuíticos que hay en la ciudad”, explica Cabral.

El acceso principal al túnel se encuentra sobre la calle Perú, y la bajada se hace por un sector con barandas y escalones de metal; durante el recorrido, los guías detallan la historia y señalan huellas de restauración y sectores donde el tiempo dejó marcas de humedad y sedimentos.

Si bien se sabía de su existencia desde siglos atrás, empezaron a redescubrirse de forma más sistemática a partir del siglo XX, cuando obras y refacciones dejaron al descubierto pasajes enterrados. En una de esas ocasiones, en un aula de la Manzana de las Luces, el piso cedió por el túnel.“Tras venirse abajo el piso, el túnel quedó al descubierto. Por supuesto, no es algo que aparezca de un día para otro: hay arqueólogos, arquitectos y restauradores que trabajan años para estabilizar, estudiar y poner en valor cada tramo. Lo que hoy se ve en las visitas es producto de su esfuerzo y dedicación”, cuenta Loccisano.

Túneles jesuitas de la Manzana de las Luces - Nuva Turismo
Túneles jesuitas de la Manzana de las Luces – Nuva TurismoNuva Turismo

Por lo pronto, la extensión total de la red es desconocida. Se conocen tramos, con posibles conexiones hacia edificios que ya no existen o fueron reformados, pero toda esa cartografía subterránea se arma con paciencia, registros, planos antiguos y trabajo de campo. Entre bóvedas, respiraderos y paredes con marcas de pala, el túnel jesuítico es de los pocos que siguen en pie, y representan el último lazo con los habitantes de aquella Buenos Aires virreinal.

El Zanjón de Granados

A pocos metros de la Manzana de las Luces, el pórtico que da a la casa de Defensa 755 señala la entrada a uno de los yacimientos arqueológicos más singulares de la ciudad: el Zanjón de Granados. Debajo de salones y galerías restauradas, un entramado de pasadizos, cañerías y restos de antiguas viviendas cuenta la historia subterránea de San Telmo.

El recorrido permite ver secciones del viejo zanjón —un cauce natural que fue canalizado y cubierto—, muros con diferentes etapas constructivas y piezas rescatadas en excavaciones que, a simple vista, explican cómo se fue conformando el tejido urbano. Los guías combinan fechas, anécdotas y hallazgos concretos: ladrillos marcados, cerámicas, utensilios domésticos.

Zanjón de Granados
Zanjón de GranadosBuenos viajes quiero

En el Zanjón sorprende la superposición: abajo, el lecho del antiguo arroyo; encima, las obras que intentaron domesticarlo; más arriba, las casas que se construyeron cuando el barrio se expandió. El resultado es una sección de “capas de ciudad” visible a simple vista, que permite entender por qué ciertas zonas sufrían inundaciones, cómo cambiaron los materiales y cómo se resolvieron (o no) los desagües.

También hay lugar para las historias mínimas: un nombre grabado en un ladrillo, una pieza de vajilla, un borde de canal con marcas de uso. Cada detalle funciona como un hilo que tira de otra escena cotidiana. Para muchos visitantes, es el momento en que la arqueología deja de ser algo abstracto y se vuelve una secuencia de vidas reales.

Los túneles de Barracas

En Barracas, bajo casas antiguas y galpones, se conservan pasajes que pertenecieron a casonas de familias acomodadas y a instalaciones productivas. Los tramos que hoy se visitan combinan sectores residenciales y estructuras de servicio relacionadas con el drenaje hacia el viejo Arroyo Tercero del Sur.

Túneles de Barracas
Túneles de BarracasBuenos viajes quiero

“En una de las casas se preserva una cocina de familia de los años 1600, considerada una de las más antiguas de Buenos Aires, que está medio sepultada al lado de lo que era el Arroyo Tercero del Sur. Se sabe que la familia se dedicaba a vender pan”, cuentan los guías al detenerse frente a una hornalla de hierro y un hogar en desuso, donde aún se ven marcas de humo.

Los túneles de Barracas tienen un recorrido aproximado de 150 metros, más lineal que el de San Telmo, con menos recovecos. Aquí se encuentran construcciones sepultadas que primero fueron realizadas por una familia y posteriormente ampliadas, con tabiques que se agregaron para dividir cuartos y sectores de trabajo. En algunos puntos se aprecian cambios de ladrillo que delatan diferentes épocas y manos.

Túneles de Barracas
Túneles de BarracasBuenos viajes quiero

Aparecen también personajes y leyendas locales, como la historia de Rufina Cambaceres —que alimentó el mito del “entierro prematuro”— y la de Lisa Brown, más conocida como “La novia del Río de la Plata”, que se suicidó ahogándose en el Río luego de haber perdido a su amor, un joven marino. Son relatos que forman parte del imaginario porteño y que, en estos ámbitos, adquieren otra textura.“En Barracas hay una iglesia que empezaron a construir enorme, pero nunca llegó a terminarse, porque el sacerdote que la estaba construyendo se termina ahorcando por deudas de una hipoteca”, concluye Cabral.

De esta manera, Buenos Aires subterránea invita a descubrir sus tesoros ocultos con calma y curiosidad. No se trata solo de pasar por túneles: es entrar en otra escala de la ciudad, leerla desde abajo y entender que lo que hoy se pisa fue, alguna vez, techo, pared o cauce de agua. Cada tramo conserva una pieza del rompecabezas y, cuando se unen, aparece la escena completa.

Fuente: Alejandro Rapetti, La Nación