Ignacio Arnedo presenta ‘Flashes de la música’, una muestra antológica con fotos de Divididos, El Bordo, Duki y Walas, de Massacre  

El fotógrafo oficial de La Aplanadora y exeditor de ROLLING STONE durante una década presenta una selección de sus mejores trabajos en el Centro Cultural Leopoldo Marechal, en Hurlingham

“Recibir la invitación de Isaac Castro, del área de Cultura de la Municipalidad, para mostrar mi trabajo en Hurlingham me puso muy feliz”, dice Ignacio Arnedo, Editor de Fotografía de ROLLING STONE durante una década (2013-2023), fotógrafo oficial de Divididos y uno de los profesionales más queridos, respetados y admirados del ámbito musical. “Esta muestra me llena de orgullo, porque tengo un sentido de pertenencia muy grande con Hurlingham, y cuando me preguntan de dónde soy, yo siempre digo que soy de ahí”.

Flashes de la música, así se llama la muestra, se inauguró el sábado en el Centro Cultural Leopoldo Marechal (Av. Vergara 2396), en Hurlingham, y se puede ver hasta el 10 de junio (todos los días, de 8 a 21). Se trata de una síntesis compacta y poderosa de la obra de Arnedo vinculada a la música. 

El Bordo, según la lente de Nacho Arnedo.

“Más que nada son retratos, muchos de ellos se publicaron en ROLLING STONE, y otros los hice de manera particular, directamente con los artistas”, explica Nacho. “ Hubo un proceso de selección de imágenes, y me ayudó mucho Aspix [seudónimo del histórico fotógrafo Carlos Giustino], que aportó su generosidad y sabiduría durante todo el proceso, desde que le conté que iba a hacer la muestra. Si bien las imágenes las seleccioné yo, estuvimos haciendo el diseño juntos y me asesoró con todos los temas de impresión. Y estuvo conmigo las doce horas que duró el montaje de la muestra. Aspix fue fundamental, aportando su sabiduría y su contención emocional”.

Walas, de Massacre. (Nacho Arnedo).

Una foto de Divididos es la que domina la muestra. “La idea fue armarlo como si esa foto fuera como una especie de Big Bang en mi obra, por eso hay un retrato grande de ellos. Es la única foto que es más grande que las demás, el resto tiene el mismo tamaño. Y a los costados salen las esquirlas”, explica. A partir de allí, utilizaron diferentes criterios para agrupar las fotografías: algunas fueron tomadas en la naturaleza, otros son retratos individuales, otros unidos por el color y otras en blanco y negro. “Una elección netamente estética, apuntando a un desarrollo más que nada sensorial”, argumenta. 

La música es una de las columnas vertebrales de la vida de Nacho. “Vivíamos con mi vieja, mi viejo, mi tío Pablo de Vega, mi abuela y mis hermanos. Mi viejo escuchaba mucho folclore. Tengo ahí unos lindos recuerdos de domingos de asado y folclore. A él le gustaba mucho Alfredo Ábalos, los Carabajal, los Manceros Santiagueños, Peteco Carabajal, Hugo Díaz y Atahualpa Yupanqui”, evoca. “Pero mi tío también tenía un tocadiscos Ken Brown, que parecía un mueble: era hermoso. Y ahí escuchaba vinilos de Led Zeppelin, Pink Floyd, The Doors, Génesis, Yes, Stevie Wonder, los Beatles… Y cuando empecé a elegir música yo, mis compañeros del colegio San Pablo, de Hurlingham, que era bilingüe, escuchaban la música que estaba de moda en ese momento: Sting, Paul McCartney, Bruce Springsteen. Pero yo empecé a escuchar a Sumo, obviamente, porque era la música que hacía mi tío Diego. Y cuando tenía once o doce años, mi viejo me llevó a un concierto de Sumo en el teatro Astros. El show se llamaba Anticipando la llegada de los monos, que era obviamente antes del lanzamiento de Llegando a los monos [1986]”.  A partir de ese bautismo de fuego, Nacho no sólo empezó a escuchar a Sumo, también artistas emblemáticos del rock nacional: Los Redondos, Soda Stereo, Virus, Miguel Mateos, Los Abuelos de la Nada y Git, entre otros. Yo considero que siempre la música siempre fue importante en mi vida”.

Pero, entre todas las bandas, Sumo era (es) especial. “Yo volví totalmente fanatizado después de ese primer show. Supongo que a través de Diego, mi viejo, me consiguió un afiche de los que pegaban en la calle para promocionar el show. Y había una foto de ellos, con todos ordenados en en fila. Ese póster lo tuve arriba de mi cama durante toda mi adolescencia, hasta que me fui de mi casa básicamente. Y años después, buscando fotos de Sumo, ya como editor en ROLLING STONE, me contacté con Aspix. Él me manda algunas fotos y de golpe me aparece la de ese afiche. Obviamente, lo llamé y le conté la historia. Y mirá qué loco que es todo, que ahora es ASPIX el que me dio una mano enorme. Para mí, él es el gurú de esta muestra, por su generosidad y por toda la sabiduría que aportó”. 

Unos años más tarde, Nacho se hizo fanático de Divididos y de Las Pelotas. “A Divididos los iba a ver a todos lados, era muy fanático de la banda desde casi sus inicios. Me acuerdo de haber ido a El Galpón, una noche que Mollo dijo: ‘Vamos a tocar un tema nuevo que se llama ‘¿Qué tal?’. A partir de Acariciando lo áspero [1991] no paré de ir a verlos por todos lados, todas las veces que pude y fueron muchas. Fue muy loca la vivencia musical con ellos, porque lo hice desde un lugar de fan durante muchos años, viviendo muy a pleno todos los shows y después me tocó hacerles las fotos, ¡una locura!”.

Duki, retratado por Nacho Arnedo para la tapa de Rolling Stone en 2018.

Nacho empezó a sacar fotos mucho antes de soñar, siquiera, con convertirse en el fotógrafo oficial de Divididos. “Yo entré tarde a la fotografía. Suelo decir que tuve otra vida. Me recibí de Licenciado en Comercio Internacional y trabajaba en el Departamento de Comercio Exterior del Banco Piano. Ya tenía la vida armada, por lo menos en el plano profesional y laboral, hasta que tuve una crisis muy grande con eso. En un momento me cayó la ficha de que le había errado por 1000 kilómetros en la elección, pero tampoco sabía lo qué quería”, reconoce. “La primera vez que saqué fotos fue en un viaje que hice con un amigo a Córdoba, en carpa y bicicleta. Dos días antes de irme, mi tío Pablo, el mismo que escuchaba vinilos en el equipo Ken Brown, había dejado de sacar fotos. Tenía una Canon AE-1  [considerada una de las clásicas de la fotografía analógica], y dos días antes de irse se la pedí prestada. Contento de que alguien le diera uso, no sólo me la prestó, también me acompañó a comprar unos rollos y a ponerlos. Me explicó cómo se medía la luz con un fotómetro electrónico y con esa data me fui de viaje”, recuerda Nacho.

Fueron varias semanas en el Valle de Calamuchita, y las sierras fueron la escenografía de esas primeras fotos. Cuando llegamos yo todavía trabajaba en el banco y las llevé a revelar a Casa José, que quedaba en Florida y Lavalle. Ahí me preguntaron: ‘¿En qué tamaño las querés?’. Yo no tenía ni idea y le dije ‘El del medio’. Eran unas fotos de 15 x 21, bastante grandes. Y cuando las fui a buscar no lo podía creer. Me pasó algo corporal, me vino una emoción tremenda. Llamé a mi amigo, me fuí para su casa y estábamos enloquecidos”, relata. “Ahí fue que empecé a sacar fotos, pero no a dedicarme a la fotografía. Hasta que me puse a estudiar pasaron un montón de años, pero en un momento naturalmente fue decantando. Ahí sí, con el afán de aprender y un entusiasmo desmedido, estaba todo el día con la cámara”.

Hasta que un día dejó la estabilidad económica que le daba el trabajo en el banco y entró a la redacción de la revista Siete Días de la mano de Gustavo Correa. “Ahí hacía cualquier tipo de fotos. Me podía tocar retratar a un chef, un actor, un músico, una modelo, un político… ahí hubo de todo. Después, trabajé tres años en la revista Hola, y ahí retraté a la ‘realeza argentina’. Hice muchos retratos que no tenían que ver con lo musical, aunque en paralelo también cubría distintos tipos de espectáculos y festivales como Ciudad Emergente, el Bafici y el Festival Internacional de Jazz de Buenos Aires. Estando en Siete Días empecé a colaborar en la revista Brando y en ROLLING STONE, sus editores eran Fernando Dvoskin y Fernando Gutierrez [actual editor de RS] respectivamente. Con Dvoskin ya tenía una relación de amistad por haber estudiado en sus cursos y talleres que daba en aquel momento y fue él que me llevó a la revista Hola!. Al mismo tiempo, Gutiérrez me llamaba para hacer fotos en ROLLING STONE. Cada llamado era una emoción tremenda: era el lugar en donde quería estar, y disfrutaba mucho cada vez que me tocaba hacer fotos. Se unían la fotografía y la música, y me encantaba la revista. De hecho estaba suscripto desde el número uno y admiraba sus fotografías. Después Dvoskin y Mariana Eliano reemplazaron a Gutierrez y me siguieron llamando. Hasta que hubo una reestructuración en la revista y Dvoskin me propuso ser el editor. No lo podía creer, estaba feliz y a la vez me daba mucho vértigo el desafío. Obviamente sin dudar le dije que sí. Encontré un lugar que disfruté, me hizo crecer y aprender mucho. Estar en contacto durante años, todo el tiempo, con fotos de colegas de acá y de afuera fue muy nutritivo” asegura.
“Tanto Dvoskin como Gutierrez fueron muy especiales y trascendentales en este recorrido: por las oportunidades, el lugar y el trato que siempre me dieron. Hoy somos amigos”, asegura.

Yataians, por Nacho Arnedo.

Arnedo, dijimos, es el fotógrafo oficial de Divididos. “Para mí, eso es recontra especial, es como un sueño cumplido. Antes de ser fotógrafo yo era fan de la banda. Y todavía lo soy. Los he visto años y años sin dedicarme a la fotografía. Y, obviamente, cuando me empecé a dedicar a la fotografía, lo que más quería era hacerle fotos a Divididos. Me acuerdo que en  2006 lo llamé a Diego y le pregunté con un entusiasmo desmedido si podía hacerles fotos en un show en Obras. ‘Déjame que lo hable con los pibes y te digo’, me lanzó. Fueron los dos días más largos de mi vida, hasta que me llamó y me dijo que estaba todo bien. Fui a obras a hacerle fotos con una cámara pocket que era la que tenía en ese momento: una cámara pocket y un entusiasmo desmedido. También, una emoción tremenda y un cagazo acorde a esas circunstancias. Eso habla de la generosidad de los tres, del lugar que me dieron,porque la verdad es que hubo un montón de años que yo estaba aprendiendo y no paraba de ir a hacerles fotos a sus shows. Es muy inspirador estar en una banda como como Divididos, por lo que son y por lo que transmiten. Me siento muy afortunado por estar con ellos, y muy agradecido, también”, cuenta emocionado.

Sobre el desafío de retratar a los mismos músicos todo el tiempo, Nacho explica que hay una multiplicidad de factores que le alivian la tarea: “Para empezar, van cambiando las listas todo el tiempo, entonces en los shows pasan cosas diferentes todo el tiempo. Además,  tocan en escenarios muy diferentes todo el tiempo: van del Teatro de Flores al Luna Park, del Movistar a un estadio de fútbol. Además, tiene un equipo de luces, encabezado por el iluminador Marcelo Marini, y un equipo audiovisual, a cargo de Lucas Botero, y ellos también son muy creativos. Van variando todo el tiempo la apuesta, y eso hace que uno sienta que no está haciendo siempre lo mismo. Al principio, cuando les empecé a sacar fotos a ellos, me grabé un show de ellos en un vhs, lo miraba y buscaba situaciones y momentos para hacer fotos. Me las anotaba y llevaba una especia de guion. Miraba la lista y en cada tema ya sabía qué iba a hacer. Ahora, en cambio, voy más relajado. De todos modos, pienso cómo voy a encarar cada show para no hacer lo mismo”.

Otra inauguración: Argentinos 1995-2025, de Maxi Vernazza, en el Centro Cultural Ricardo Rojas

Este martes, 20 de mayo, a las 19, se inaugura en la Fotogalería del Centro Cultural Ricardo Rojas, Corrientes 2038, CABA, la muestra Argentinos 1995-2025, un recorrido en imágenes a través de las últimas décadas más álgidas de la historia política argentina, según la lente de Maximiliano Vernanzza. Una muestra histriónica y divertida que exhibe como en una amplia paleta de colores vibrantes, desde la excentricidad de personajes como Carlos Menem y Susana Giménez hasta la chispa mística de Diego Maradona, pasando por íconos del rock y la cultura como Charly García, Fito Páez, Pappo, Sandro y Pablo Lescano, entre otros. La muestra, con entrada gratuita, se puede visitar de lunes a sábados, de 10 a 20, hasta el 21 de junio.

Pappo en su taller, retratado por Maxi Vernazza.

Maximiliano Vernazza comenzó sus primeros cursos de fotografía en el Sindicato de Empleados de Comercio en 1990. Su interés principal fue el fotoperiodismo, y en 1996 realizó un taller en la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA), dictado por Tony Valdez. Se especializó con reconocidos fotógrafos como Juan Travnik, Eduardo Gil, Alfredo Willimburgh, Adriana Lestido, Daniel Merle, Alberto Goldenstein y Carlos Fadigatti. En el año 1997 ingresó a Editorial Atlántida, donde trabajó para revistas como El Gráfico, Para Ti, Billiken y Gente, hasta marzo de 2019. Desde diciembre de 2019 hasta agosto de 2022 se desempeñó como Jefe del Departamento de Fotografía de La Honorable Cámara de Diputados de La Nación. De septiembre de 2022 hasta noviembre de 2023 se desempeñó como jefe de fotografía en el Ministerio de Economía. De diciembre de 2023 hasta la actualidad pertenece al departamento de fotografía de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación. En el año 1999 recibió el Premio PLÉYADE a la mejor foto periodística del año (Asociación de Editores de Revistas), por su retrato de Diego Armando Maradona en su intimidad. Realizó innumerables muestras individuales, destacándose “El Charly que yo conozco” y “Jorge Vernazza es así”, entre otras. Participó en todas las muestras anuales de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA) entre los años 1998 y 2024. 

Sandro, por Maxi Vernazza.