Mollo, Pettinatto, Luca (tapado por Superman Troglio), Daffunchio y Arnedo. Sumo, en la lente del fallecido fotógrafo Jorge Pastoriza.
El rock argentino registra un “antes y un después” de Sumo, pero más precisamente de la salida del primer álbum oficial del grupo, Divididos por la felicidad, una obra rupturista editada por CBS el 1 de abril de 1985 que determinaría la irrupción del post-punk en el medio local. Si bien ese mismo año marcaría también el debut discográfico de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, y Los Violadores ya habían editado su disco homónimo en 1983, el impacto que provocó este trabajo en la escena no fue algo casual. Fue, justamente, lo que Luca se había propuesto desde el comienzo con la formación de Sumo. “Me di cuenta de que había un hueco enorme en la música… Acá faltaba locura. Mucho cerebro y nada de rock, de algo que te golpee”, le decía el cantante a este cronista en una entrevista realizada poco después de la edición del álbum. El nombre del disco es un homenaje velado a Joy Division y la historia trágica de su líder Ian Curtis, cuyo suicidio en 1980, a los 23 años, dejaría una huella indeleble en la psiquis de Luca: el título Divididos por la felicidad surgió jugando con el nombre del grupo inglés, como una traducción de “divided by joy”.
El primer álbum oficial de Sumo también incorporaba en el rock argentino la influencia del reggae tocado con autoridad y un conocimiento profundo del género, que Luca había absorbido de primera mano escuchando en vivo a Bob Marley (estuvo en 1975 en el recital del Teatro Lyceum donde se grabó el disco Live) y estudiando los singles que vendía como empleado de una de las sucursales de la cadena Virgin en Londres. Esa pasión por el reggae fue la que después le transmitió a Diego Arnedo, Alberto “Superman” Troglio y Tito “Fargo” D´Aviero, con quienes de forma paralela a Sumo integró la Hurlingham Reggae Band. En una época en la que no había grupos locales que cultivaran el reggae (excepto, quizás, Alphonso S’entrega), la incursión de Luca en el género fue clave para que el productor Walter Fresco convenciera a CBS de contratar a Sumo. Inicialmente Fresco había sido atraído por los temas de la HRB, pero Pettinato y compañía lo persuadieron de que canciones como “Kaya” y “El reggae de paz y amor” podían pasar a integrar el repertorio de Sumo para fortalecer –al menos ante la mirada de los ejecutivos del sello– el lado más “accesible” del repertorio de la banda.
La novedad que traía Divididos por la felicidad se extendía a todos los planos, desde la temática hasta el tratamiento rítmico de las canciones. Todo era único y personal, y si bien las influencias en algunos casos eran claramente detectables, la combinación de elementos convertía al disco en algo totalmente singular. Pettinato tenía el sonido de un saxofonista demente que parecía haberse escapado de un disco de Van Der Graaf Generator: tocaba de una forma más deudora del free jazz que del uso típico que se le daba al saxo en las bandas de los 80. Ayudado por el aprovechamiento creativo de una antigua cámara de eco a cinta, Luca cantaba con su voz desaforada como un tipo auténticamente desesperado, ya sea en inglés o en un castellano imperfecto que transformó en su marca registrada. En su entonación podían advertirse los ecos de Bowie o Jim Morrison, pero la visceralidad para interpretar las canciones, su origen mediterráneo y la mirada profunda, revestida de un humor apenas encubierto, lo convertían en un frontman sin paralelos.
A pesar de la inexperiencia en el estudio de todos los involucrados en el disco, incluyendo a los integrantes del grupo, a Walter Fresco y al ingeniero de grabación Luis Brozzoni, que pertenecía al staff de CBS y acostumbraba a grabar artistas de folclore, el álbum suena sorprendentemente vital y consigue trasladar al vinilo la desbordante energía de Sumo y ese sonido deliberadamente imperfecto, siempre al borde del caos. Son notables los imaginativos patrones rítmicos creados por Prodan a partir de la Lynn Drum –una de las primeras baterías electrónicas–, escapando del tradicional redoblante en el segundo y cuarto tiempo del compás, que caracteriza la inmensa mayoría de la música de rock (o al menos, de la producida hasta entonces). A todo eso se superponía la batería y percusión de Troglio, a quien Luca consideraba “el mejor batero blanco de reggae del mundo”. Un claro ejemplo es la inquietante combinación de electrónica y ritmos tribales de “Mula plateada”.
Fuente: rollingstone