En 2002, el mundo entero cantaba un estribillo inentendible pero imposible de olvidar: Aserejé, ja de je, de jebe tu de jebere… Así comenzaba una de las canciones más virales de la historia, interpretada por tres hermanas andaluzas que, bajo el nombre de Las Ketchup, se convirtieron en un fenómeno global.
Sin embargo, detrás del éxito rotundo, hay una historia que hoy, más de veinte años después, sigue generando sorpresa: las integrantes del grupo no perciben regalías por su tema más emblemático.
Las Ketchup —Lucía, Lola y Pilar Muñoz— crecieron en un entorno artístico marcado por la figura de su padre, el guitarrista flamenco Juanma “El Tomate” Muñoz, y comenzaron su camino musical como “Las hijas del Tomate”.
Cada una llevaba una vida común en Córdoba: Lucía trabajaba en un salón de belleza, Lola estudiaba Ciencias del Trabajo, y Pilar tomaba clases de actuación. Cantaban flamenco en pequeños escenarios locales hasta que una noche, todo cambió.
Fue en uno de esos bares donde el productor Manuel “Queco” Ruiz Gómez, conocido por colaborar con artistas como Niña Pastori y Azúcar Moreno, las escuchó y quedó cautivado. Les propuso grabar un tema suyo. Dos días después, Aserejé ya estaba registrado. “Lo escuchamos y nos gustó. Fue todo muy rápido”, recordaría años después Lucía en una entrevista con Exa FM.
El tema, lanzado en el verano de 2002, rompió todos los récords: llegó al número uno en más de 20 países, vendió millones de copias y se volvió viral en una época donde aún no existían las redes sociales. La coreografía, el ritmo flamenco-pop y la letra incomprensible (inspirada en Rapper’s Delight de The Sugarhill Gang) fueron claves en su expansión global.
Pero mientras el mundo bailaba, una decisión contractual dejaba fuera del reparto de beneficios a sus protagonistas. Según se conoció, Las Ketchup no reciben regalías por el hit. El motivo: los derechos de autor quedaron en manos de Queco, el compositor y productor.

Originalmente, el grupo tenía cuatro integrantes: Rocío Muñoz, también hermana, quien debió abandonar el proyecto justo cuando Aserejé despegaba debido a un embarazo. Este dato, poco conocido, añade otro matiz a la historia de un grupo que fue concebido más como un producto musical que como una banda con control artístico.
Aunque no llegaron a repetir el éxito de Aserejé, Las Ketchup intentaron mantenerse activas en la música. Lanzaron un segundo disco y representaron a España en Eurovisión 2006, pero el fenómeno ya no era el mismo. Hoy, su historia es símbolo de un debate vigente: ¿quién se queda con los frutos de un hit mundial?
El caso de Las Ketchup es un ejemplo claro de cómo las reglas de la industria musical pueden jugar en contra de los artistas, especialmente cuando se trata de composiciones ajenas. A pesar de haber sido la cara —y la voz— del hit, no participan de los ingresos que la canción aún genera por reproducciones, derechos, licencias y covers.
En 2025, Aserejé sigue sonando. Es parte de playlists de fiestas, aparece en desafíos de TikTok, y despierta nostalgia en millones de personas. Pero detrás de ese recuerdo colectivo está la historia de tres hermanas que, aunque pusieron el cuerpo, no recibieron lo que muchos creen que les corresponde.
En tiempos donde los derechos de autor y el reparto justo en la música están en el centro del debate, la historia de Las Ketchup resurge como advertencia y aprendizaje. Porque a veces, el mayor éxito de tu vida puede no dejarte ni un centavo… aunque todo el mundo siga cantándolo.
Fuente: TN