Cómo es ‘Atahualpa Yupanqui, un trashumante’, el imperdible documental sobre el gran mito del folclore argentino

Este jueves se estrena ‘Atahualpa Yupanqui, un trashumante’, el film dirigido por Federico Randazzo Abad que repasa la vida y obra del legendario folclorista argentino admirado por Divididos, Wos y Trueno

El film está construido a partir de la digitalización de los archivos de Roberto «Coya» Chavero.

GENTILEZA ANALÍA SANCHEZ PRENSA

“Cuando tenía 8 años, Atahualpa me sentó en su falda y me retó por estar jugando mientras él hablaba“, dice Federico Randazzo Abad, director de Atahualpa Yupanqui, el trashumante, el imperdible documental que este jueves llega a las pantallas del cine Gaumont, av. Rivadavia 1635, con funciones a las 16, 17.50 y 22 hs. “Estábamos en el patio de la casa de mis abuelos, en una de las derivas de la relación de mi padre con Yupanqui. Treinta años después, el fruto de esa relación me puso frente a un centenar de cassetes, cintas abiertas, beta, u-matic, M9000, fílmicos, cartas, postales que fueron de Atahualpa y en muchos casos sobrevivían a décadas de ostracismo. Esos archivos nos permitieron asomarnos al universo de una de las piedras sagradas del panteón de la cultura argentina“, explica el cineasta, que trabajó junto a un equipo de guionistas y productores integrado por Germán Sarsotti y Maxi Dubois.

El documental se gestó ante la inquietud de digitalizar archivos en variados soportes que acumulaba Roberto “Coya” Chavero, el único hijo del matrimonio de Don Ata con Nenette. Él preside la Fundación Atahualpa Yupanqui que sostiene el Museo Agua Escondida en lo que fue la casa de la familia en Cerro Colorado. Allí los documentalistas pudieron acceder a los archivos personales de Atahualpa, que fueron generando las condiciones y los insumos para realizar la película.

Yupanqui, a caballo, en su juventud.

En esa suerte de inventario, rescate y puesta en valor, aparecieron los cimientos de la película, un relato coral con la voz del propio Ata como hilo conductor de su derrotero artístico y vital, en entrevistas que brindó a lo largo de su vida, retroalimentado por otras miradas (algunas tomadas de archivo y otras especialmente para este documental), como la de su compañera Antonietta “Nenette” Pepin Fitzpatrick, la compositora y etnomusicóloga Isabel Aretz, los periodistas especializados Sergio Pujol y Schubert Flores Vasella, su hijo Roberto “Coya” Chavero, la investigadora Fabiola Orquera, su secretaria y compañera en París Jacqueline Rossi, y los coleccionistas y expertos Patrick ClonrozierJean-Marc Gardeux y Jiro Hamada. Y la participación del músico japonés Taro Takano, émulo de Yupanqui en tierras niponas. La película se filmó en Argentina, Francia y Japón.

Atahualpa en Japón, circa 1964.

Revisitado desde diversas ópticas (desde el free jazz por el saxofonista argentino Leandro “Gato“ Barbieri en Nueva York, a principios de los 70; por Divididos desde una óptica rockera en los 90, con su increíble versión de “El arriero” a lo Jimi Hendrix; reivindicado por artistas del siglo XXI como Trueno y Wos), Atahualpa forma parte del imaginario cultural argentino y es, también, parte del aire.

El film parte de una premisa:Atahualpa Yupanqui se consagró como piedra fundamental de la identidad latinoamericana a fuerza de viajes. Por eso enfoca el  relato en las travesías etnográficas a caballo, en su exilio político en los países soviéticos y la consagración en la Europa capitalista. También aborda sus experiencias como intérprete e investigador en Japón y en África. Un rescate de archivos, músicas y registros personales de una trashumancia destinada a descifrar el diálogo entre las personas y su territorio. 

“El deseo, entonces, fue poner a circular la voz y las canciones de Atahualpa confiando en esa misteriosa forma ancestral de compartir la cultura, que a veces se parecía a un reto“ argumenta el director Randazzo Abad. “En estos territorios de Sudamérica, definir nuestra identidad sigue siendo un conflicto latente. Me gusta pensar que Atahualpa atesora la respuesta a muchas de esas preguntas que nos desvelan. Y me gusta imaginar que la película sirve como gesto artístico, político o al menos simbólico, para descubrir o visitar una obra de inagotable sabiduría”. concluye.

Fuente: Rolling Stone