De Queen en Vélez a Charly García en Ferro y de Divididos en el Canal de Beagle a Metallica en Córdoba, los shows que hicieron historia un verano

En lugares habituales o en locaciones especiales, los shows de verano tienen un gustito extra; del histórico debut de Queen en el estadio de Vélez a la memorable presentación de Metallica en Córdoba, seleccionamos cinco “vivos” que pasaron a la historia y que se pueden ver en YouTube

Se sabe: todo lo que pasa en verano se vive con más intensidad y en materia de shows quedaron para la historia la visita de Queen con Freddie Mercury, el show de Charly García en Ferro en el que debutó como solista y Metallica en el ya desaparecido Orfeo de Córdoba, entre muchísimos otros.

En verano, los romances son más apasionados, la comida es más tentadora y hasta la diversión más trivial es centro de infinitas anécdotas que se repetirán ad eternum en nostálgicas reuniones invernales. Quizás sea el calor que tiñe de hedonismo todo lo que toca. Tal vez tenga más que ver con que asociamos verano con vacaciones (aunque en realidad sigamos trabajando o estudiando igual que en mayo) y las obligaciones se distienden: lo cierto es que cualquier acontecimiento que tenga lugar entre el 21 de diciembre y fines de febrero (marzo sigue siendo verano, pero la predisposición ya es otra) nos resultará, por naturaleza, más vibrante.

No escapan a esa generalidad los conciertos de rock. El clima de comunión y festejo colectivo se potencia con las sensaciones térmicas altas (ni hablar si circula alguna bebida refrescante) y, si la música es buena, la épica será inevitable. Hay muchísimos shows de temporadas veraniegas que quedaron grabados en el inconsciente colectivo: aquí cinco de los más recordados de los que tuvieron lugar en nuestro país.

Queen en Buenos Aires, Mar del Plata y Rosario, en 1981

Las visitas de rockeros internacionales a la Argentina hasta la llegada de Queen se podían contar con los dedos de una mano… y sobraban tres. Santana se había presentado en el antiguo Gasómetro de San Lorenzo en 1973 y Joe Cocker había dado tres shows en el Luna Park en el 77. Y listo, eso es todo. En tales condiciones, ¿cómo no iba a revolucionar a la melomanía local que pasara por estas tierras una de las bandas más grandes de la historia del rock mundial?

El empresario Alfredo Capalbo fichó al grupo británico para que ofreciera cinco actuaciones en el país entre el 28 de febrero y el 8 de marzo de 1981. Tres veces actuaron en el estadio de Vélez, una en el José María Minella de Mar del Plata y una más en el Gigante de Arroyito rosarino.

Queen estaba en un gran momento: venía de editar The Game (con hitazos como “Crazy Little Thing Called Love” y “Another One Bites the Dust”) y el soundtrack de la película Flash Gordon. El país, en cambio, se encaminaba a otra de sus crisis: Roberto Viola se preparaba para asumir la presidencia de facto a fines de marzo y sus políticas económicas derivarían en una devaluación bestial. Quedaba como exiguo consuelo el recuerdo fresco de aquel final emotivo con “We Will Rock You” y “We Are the Champions”.

Charly García en Ferro, en 1982

Ok, una banda internacional como Queen podía llenar un estadio (o cinco), pero ¿podía hacer algo similar un músico local? El único capaz de acercarse a esa convocatoria era, obviamente, Charly García, que ya por el 82 era la gran figura del rock argentino incluso antes de empezar su exitosa carrera como solista (justo ese año publicó la banda de sonido Pubis angelical y el debut en solitario propiamente dicho, Yendo de la cama al living, pero los hitazos de Clics modernos y Piano Bar irían llegando con el correr de los ochenta).

Para la presentación de sus dos primeras obras post Serú Girán apostó a un gran evento: un show en una cancha, en este caso la de Ferro Carril Oeste (dato de color: fue el club que ganó el Metropolitano de aquel año), el 26 de diciembre de 1982. Argentina venía de meses dolorosos: la Guerra de Malvinas se había cobrado las vidas de cientos de compatriotas y la crisis económica que había disparado la devaluación propuesta por el ministro de Viola, Lorenzo Sigaut (el autor de la tristemente célebre frase “el que apuesta al dólar pierde”) no se había apaciguado. Por eso aquel concierto de García se vivió como una gran catarsis colectiva que, además, subió el estándar técnico para la música popular nacional: inolvidables aquellos proyectiles que se estrellaban en la escenografía de Renata Schussheim durante “No bombardeen Buenos Aires”.

Festival Rock in Bali, en 1987

Gracias a Charly, Soda Stereo, Virus, Los Violadores y más, el rock argentino estaba a mediados de los 80 en plena etapa de expansión. Por eso, el paso natural era subirse a esta creciente demanda y aprovechar el calorcito para llevar la música a la arena. Así nació el festival Rock in Bali, que tuvo entre sus organizadores al exvicepresidente Amado Boudou.

En el balneario Bali Beach, en Mar del Plata, camino a Santa Clara del Mar, se reunieron en enero de 1985 unas cuatro mil personas para presenciar los shows de GIT, Fito Páez, Soda Stereo y Autobús. El exitoso debut dejó sentadas las bases para una secuela superadora: el 23 y 25 de enero de 1987 (la fecha del 24 debió postergarse por lluvia) Rock in Bali tuvo su edición más recordada, aquella en la que tocaron Los Argentinos, Cosméticos, Fricción, David Lebón, Sumo y Virus (primera jornada) y Clase 65′, La Sobrecarga, Andrés Calamaro, Los Violadores, Los Enanitos Verdes y Soda Stereo (en la velada de cierre).

Más allá de lo musical, quedó grabada en la historia aquella disputa entre Sumo y Virus por la supuesta presentación de Luca a la banda de los Moura con el mote de “putitos”. Lo que el italiano habría dicho en realidad fue: “Y ahora vienen los… ¿quién viene? ¡Virus!”, para luego hacer un silencio y decir “lo que pasa… somos todos p…, ¿viste? Tenemos ganas”.

Divididos en el Canal de Beagle, en 2001

Otra década, otra crisis argentina, otro gran recital: la Secretaría de Cultura y Comunicación de la administración Fernando De La Rúa se propuso llevar el rock nacional por todo nuestro territorio (Argentina en Vivo), y para disparar el megaevento fichó a Divididos para un histórico show en Ushuaia.

El trío -que en aquel entonces tenía a Jorge Araujo como baterista, obviamente junto a Ricardo Mollo y Diego Arnedo- se presentó ante unas tres mil personas y frente al imponente paisaje del Canal de Beagle y la Cordillera de los Andes.

Después de una selección de bandas locales, la Aplanadora del Rock arremetió con varios temas de su flamante disco Narigón del siglo (hicieron ocho canciones de ese álbum y sólo tres del multivendedor La era de la boludez). El grupo Ushuaia Tango acompañó a Mollo en “Volver ni a palos” y junto a la Banda Municipal hicieron “Los ejes de mi carreta”, “Amor japonés” y “El arriero”.

Un concierto inolvidable para todos los presentes y los que lo vieron en directo por Canal 7. Todo, mientras la debacle del gobierno de la Alianza se profundizaba y el quiebre de fines de 2001 empezaba a asomar en el horizonte.

Metallica en el Orfeo Superdomo de Córdoba, en 2010

No hay una crónica periodística de la presentación del grupo de James Hetfield y Lars Ulrich en el Orfeo Superdomo de la Docta del 24 de enero de 2010 que no use la palabra “histórico”. Se trataba de un sueño hecho realidad para la comunidad metalera cordobesa: una de las bandas más grandes del género en un recinto cerrado, con aura de “íntimo” aunque la concurrencia fuera de unas diez mil personas (las entradas se agotaron en cuestión de horas).

El grupo venía de dar dos shows en el Quilmes Rock porteño, en el Monumental, y se reencontraba con nuestra audiencia después de aquel fiasco de los shows cancelados en 2003 por “agotamiento físico y mental”. La lista de temas de los conciertos “de estadios” no era exactamente la misma que la que eligieron para esta actuación indoor: cinco canciones del Álbum Negro (“Enter Sandman”, “Holier Than Thou”, “Nothing Else Matters”, “Of Wolf and Man” y “Sad but True”), cuatro de su obra más reciente hasta ese momento, Death Magnetic (“Cyanide”, “My Apocalypse”, “That Was Just Your Life” y “The End of the Line”) y un surtido del resto de su discografía, con un final enfermizo al ritmo de “Seek and Destroy”. Y una promesa: “No sé ustedes, pero yo no voy a esperar 29 años para volver a tocar aquí”, dijo Ulrich. Ya lleva once y el Orfeo Superdomo cerró sus puertas en 2020.

Fuente: Diego Mancusi, La Nación