Los argentinos Daniel Barenboim y Martha Argerich fueron condecorados hoy en Francia, por el Presidente Emmanuel Macron. Durante una extensa ceremonia realizada en Palacio del Elíseo, en la que se distinguió a otras seis figuras, la pianista Martha Argerich fue elevada al rango de Comendadora de la Legión de Honor y el director Daniel Barenboim fue elevado a la dignidad de Gran Cruz de la Legión de Honor.
El director del Teatro Colón, Jorge Telerman, que estuvo presente en el acto, dio precisiones a LA NACION apenas terminada la ceremonia. “Fue un acto tan emotivo que ha sido realmente una bendición estar aquí -dijo Telerman, en comunicación telefónica-. Fue extenso y Macron es un orador increíble y con gran dominio de la poética y la profundidad, a la vez. Y además es un gran melómano. Así que todo lo que dijo, que realmente fue muy extenso, en discursos individuales sobre ambos con datos muy precisos sobre la vida de cada uno, te ponía la piel de gallina”, explicó.
En la ceremonia de más de dos horas, Macron dedicó entre 20 y 25 minutos a cada homenajeado. Y fue absolutamente detallista con cada uno. “Habló de la Argentina de una época y de sus tradiciones. El cruce de idiomas en la casa de Barenboim, en una familia de inmigrantes. El episodio en el que Martha recibió del gobierno peronista su beca para sus estudios y luego el estrellato. La importancia y la calidez con la que Macron habló de cada una de esas situaciones. La profunda admiración, que no era del lugar común. Porque hizo mención a cosas muy precisas, como el abordaje que Martha hace de la obra de Ravel o cómo Daniel pasa de la ejecución del piano a la dirección”.
Sus compromisos más allá de la música y la admiración “a escala planetaria” que generan ambos, fueron otros de los tópicos a los que el primer mandatario francés se refirió. Incluso, también dijo que todo eso podía hacer poner celosos al resto de los seres humanos, por los dones que Dios les dio.
“Macron también se refirió al hecho de que más allá de la cantidad de lugares donde ambos han fijado residencia por algún tiempo, la patria de ellos es la música –recordó Telerman de esa ceremonia a la que asistieron unas cien personas-. Y sin haber perdido sus raíces. Eso lo mencionó en los dos casos. Y como único argentino que estuvo allí, no solo como funcionario, lo escuché mencionar a la Argentina en varias oportunidades. También a Buenos Aires y a la cultura argentina. Escuchar eso a uno lo llena de emoción, sobre todo en momentos como éste, en la profunda crisis que nos atraviesa. Tenemos una tierra que es capaz de producir cosas como estas y a estos monstruos increíbles, que en el mundo se los valora por su real estatura”.
Luego de la extensa ceremonia se realizó una recepción, y en tono más informal el presidente francés fue indagado sobre sus gustos musicales. Contó que la música está presente en su trabajo y, también, cuando se le preguntó sobre sus preferencias en el repertorio de Argerich, volvió a mencionar sus interpretaciones de Ravel.
Fue entonces cuando Telerman aprovechó para contarle que el Teatro Colón lanzará nuevos registros históricos de sus colecciones y habrá allí interpretaciones de Martha Argerich. “Tenemos un concierto de Martha de 1965”, anticipó a LA NACION el director del Teatro Colón.
Argerich nació en Buenos Aires, en junio de 1941. A los 7 años dio su primer recital formal en el que interpretó el Concierto para piano y orquesta N° 20 en Re menor (K. 466, de Mozart. Estudió con maestros como Vicente Scaramuzza y en 1954 dejó la Argentina para continuar su formación en Viena. A pesar de fijar residencia en Europa, regresó varias veces a dar conciertos a nuestro país, hasta que se estableció, en su honor, el Festival Argerich.
De algún modo, el camino de Barenboim es similar. Nació en Buenos Aires en noviembre de 1942. Su familia se instaló en Israel diez años después y en 1954 se mudó a Salzburgo, para que este prodigio del piano continuara su formación y luego tomara la batuta. Con el paso de los años, sus retornos a la Argentina se hicieron cada vez más frecuentes.
Fuente: Mauro Apicella, La Nación