Roger Waters se despidió de Argentina: “Siempre me he sentido bienvenido en Buenos Aires, pero esta vez fue un poco distinto”

El músico británico se presentó por segunda noche consecutiva en el Monumental, en la gira con la que se despide de los escenarios. Con la magia sonora intacta de los clásicos de Pink Floyd y rodeado de polémica por dichos previos, el músico de 80 años fue ovacionado.

Roger Waters brindó esté miércoles el segundo y último show en Buenos Aires, en el marco de su gira internacional This Is Not a Drill (Esto no es un simulacro), el tour que marca su despedida de los escenarios.

Respetando el setlist con el que viene presentándose en todo el mundo desde julio de 2022, el show en el estadio de River Plate comenzó apenas pasadas las 21 con “Confortable Numb”, el éxito de Pink Floyd incluido en el disco The Wall, obra cumbre de la banda publicada en 1979.

Roger Waters en River: “Siempre me he sentido bienvenido en Buenos Aires, pero esta vez fue un poco distinto”
Roger Waters en River: “Siempre me he sentido bienvenido en Buenos Aires, pero esta vez fue un poco distinto”Soledad Aznarez – La Nación.

Continuó con una sentida versión de “The Happiest Days of Our Lives”, seguido de otro clásico de Pink Floyd, “Another Brick On The Wall”. Con las pantallas teñidas de rojo, “The Powers That Be” dio cuenta de varias víctimas de violencia institucional en países como Palestina, Estados Unidos, Alemania y también en la Argentina: en un momento se incluyó el nombre de Lucas González, el joven de 17 años asesinado por la Policía de la Ciudad de Buenos Aires en noviembre de 2021.

Roger Waters en River Plate
Roger Waters en River PlateSoledad Aznarez – La Nacion

“Podemos hablar, podemos intercambiar ideas con otra gente, podemos expresar una opinión sin que venga alguien y te arrastre a una cárcel o lo que sea. Todas las veces que visité esta hermosa ciudad, pasé grandes momentos y siempre me he sentido bienvenido en Buenos Aires, Esta vez es un poco distinto… Esta vez hubo gente en esta ciudad que no me dejó hospedarme en un hotel”, dijo, mientras el público abucheaba. El artista británico, de 80 años, se refería de este modo a las dificultades que tuvo para conseguir alojamiento en la ciudad, luego de que al menos dos hoteles se negaran a hospedarlo por su postura crítica al estado de Israel en su conflicto con Palestina.

En nombre de la Tierra Santa, yo creo que es momento de que dejen de matar gente. Y no por uno o dos días, sino para siempre. Y para que eso suceda, tendrán que entender que los derechos humanos son iguales para toda la gente que vive en esa Tierra Santa, entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. Todos son iguales, sin amos ni esclavos”, dijo, reafirmando su postura.

Luego se sentó al piano para interpretar el recientemente lanzado “The Bar”. Siguió “Have A Cigar”, un clásico incluido en el álbum Wish You Were Here (1975). El tema que da título ese álbum sonó a continuación, con la primera referencia a Syd Barrett, el fallecido cantante original de Pink Floyd que fue separado de la banda en 1968. “Cuando pierdes a alguien que quieres, sirve para recordarte que esto no es simulacro, Y es tan fácil perderse”, podía leerse en las pantallas gigantes.

Roger Waters en River Plate
Roger Waters en River PlateSoledad Aznarez – La Nacion

“Shine On You Crazy Diamond” siguió adelante con el homenaje a Barret, en otro de los momentos emotivos de la noche. Citando a los libros Rebelión en la granja, de George Orwell, Un mundo feliz, de Aldous Huxley, y a un discurso del expresidente estadounidense Dwight Eisenhower, Waters interpretó “Sheep”, para luego dar paso a un intervalo.

El grito de “Nunca más” se hizo escuchar en el estadio, mientras sonidos industriales, sirenas y helicópteros preparaban el clima para la segunda parte del show, que fue transmitido en vivo por Flow. Con un Waters inerte en una silla de ruedas, que despertaba tras recibir una inyección, dio inicio a “In The Flesh”, otro de los clásicos de Pink Floyd. “¿Hay algún paranoico en el estadio esta noche? Esto es para vos, ‘Run Like Hell’”, presentó el bajista, cantante y compositor. En las pantallas se mezclaron ilustraciones de la película The Wall (1979) con imágenes de Donald Trump, Vladimir Putin, mensajes como “Resistan” y una suerte de homenaje a Julian Assange, el hombre detrás de WikiLeaks, por su valentía al difundir “la verdad” detrás de crímenes cometidos en nombre de la libertad.

“Déja Vu”, incluido en su disco solista de 2017 Is This the Life We Really Want? puso en primer plano el dolor de mujeres y niños palestinos heridos en bombardeos en Gaza. “Detengan el genocidio”, pudo leerse en las pantallas. Con el tema que da nombre a ese disco, Waters apuntó sus cañones hacia el capitalismo y la sociedad de consumo, una crítica que se volvió una constante a lo largo de su carrera tanto dentro como fuera de Pink Floyd.

“Money” marcó otro de los momentos altos de la noche, con el guitarrista Jonathan Wilson a cargo de la voz. La hipnótica intro de “Us And Them” dejó en silencio al público, con un gran desempeño del saxofonista Seamus Blake. “Brian Damage” volvió a encontrar a Waters frente al micrófono. “Eclipse” marcó el paso de la despedida, mientras las luces hacían su parte rebotando por todo el Monumental.

Roger Waters en River Plate
Roger Waters en River PlateSoledad Aznarez – La Nacion

“Han sido una audiencia fantástica. Gracias por venir”, dijo Waters, guitarra en mano y secándose las lágrimas. “Olé olé olé, Roger, Roger”, respondió el público. “Quedan dos canciones. Esta es del último disco que hice con Pink Floyd, The Final Cut, de 1982. Se llama ‘Two Suns In The Sunset’, y sería bueno que nuestros líderes se sienten en un bar, discutan y hagan de este mundo un mejor lugar para vivir”, dijo.

“Los amo también, no estaría aquí si no fuera eso. Los amo, amo hacer música y tocar estas canciones con ustedes. Vamos a volver al bar… Esto que estoy tomando no es agua, me encantaría que estuvieran acá todos en el escenario para brindar con nosotros, pero lamentablemente son demasiados. ¡Salud! Esto es mezcal, de México”, explicó Waters, antes de nombrar a tres personas importantes en su vida a los que le dedicaría la siguiente canción, “The Bar”: Bob Dylan; Camila, su esposa, y John, su hermano mayor. Tambores, un acordeón y el resto de los músicos alrededor del piano generaron un momento de intimidad para la despedida con “Outside The Wall”. Así, el artista británico se despedía de su público argentino para seguir con el tramo latinoamericano de su gira por Lima, Santiago de Chile, San José de Costa Rica, Bogotá y Quito, el sitio elegido para el cierre.

Roger Waters, en su primer show en River había dicho: «Los hoteles de Buenos Aires no me quieren hospedar porque lucho por los derechos humanos»

Roger Waters finalmente dio un círculo completo en su carrera: pasó de ser el ejemplo casi perfecto del rockero políticamente correcto a convertirse ahora en una suerte de salmón nadando contra la corriente, peléandose con quien sea con soberbia y arrogancia.

A los 80 años, el autor de obras antibélicas que marcaron a una generación (o dos) como The Wall está despidiendo su carrera envuelto a polémicas políticas de todo tipo, desde vestir como jerarca nazi en sus shows en plena Alemania, equiparar a Anna Frank con la periodista palestina Shireen Abu Akleh y justificar la invasión rusa a Ucrania, hasta condenar a Israel y prácticamente justificar al ataque terrorista de Hamás, ganándose de pronto el adjetivo de antisemita.

Roger Waters, en su primer show en River: "Los hoteles de Buenos Aires no me quieren hospedar porque lucho por los derechos humanos"

Roger Waters en el primero de sus dos conciertos en River. Foto Emmanuel Fernández.Marcelo Fernández Bitar

De hecho, en esta tercera visita a la Argentina, se habló más de los asuntos extramusicales, y su peso artístico pasó a un segundo plano a pesar de haber agotado dos River y convocar a unos 150 mil fans.

A las 21.20, en cuatro pantallas gigantes se podía leer: «Si eres de los que dicen ‘Me encanta Pink Floyd, pero no soporto la política de Roger’ harías bien en irte a la mierda e ir al bar en este momento».

Anunciado para las 21, el concierto se demoró más de veinte minutos. A las 21.06, la voz en off de Roger Waters anunciaba: «Ladies and gentlemen, the show will begin in 15 minutes». Y así fue.

Abrió el concierto cantando: sentado en una silla de ruedas, a modo de puesta en escena para este primer tema, interpretó Comfortably numb, una de las canciones más emblemáticas de The Wall.

El clima acompañó: la llovizna paró justo cuando aparecía Waters en el escenario. Foto Emmanuel Fernández

El clima acompañó: la llovizna paró justo cuando aparecía Waters en el escenario. Foto Emmanuel Fernández

Antes de hacer al piano un tema bastante nuevo llamado The bar, arrancó un discurso que fue ganando fuerza. Primero dijo en forma elíptica que la canción que iba a hacer era sobre un bar, que es un lugar donde uno se puede juntar y compartir opiniones sin por ello ser «arrastrado a la cárcel».

Después fue más explícito: «Vine muchas veces a Buenos Aires y siempre traje música. No sé si saben que los hoteles de Buenos Aires no me quieren hospedar porque lucho por los derechos humanos. Eso es algo que me enseñó mi madre y nunca olvido. Y hay que decirle a los poderes de turno que respeten los derechos humanos. Y se deberían respetar del río Jordan al Mediterráneo».

Cuando se refirió a los hoteles, el abucheo en el estadio fue generalizado, en clara señal de apoyo al artista. Luego, largo aplauso.La primera parte del cartel de bienvenida. Fotos Emmanuel Fernández

La primera parte del cartel de bienvenida. Fotos Emmanuel FernándezLa segunda parte de la leyenda. Foto Emmanuel Fernández

La segunda parte de la leyenda. Foto Emmanuel Fernández

Una visita rodeada de polémica

Para empezar, la semana pasada hubo dos importantes hoteles (Faena y Alvear) que se negaron a hospedarlo, y el mismo día del show se difundió un pedido de amparo de la DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas) ante la Justicia, solicitando la suspensión del recital por presuntos «expresiones y mensajes antisemitas» durante su presentación en Uruguay el pasado viernes.

«Además de poner en duda la masacre terrorista cometida por Hamás el 7 de octubre asegurando que fue un invento de Israel, durante el show en Uruguay insultó al presidente de la Comunidad Judía de Uruguay y acusó a Israel de asesinar al pueblo palestino», remarcó la entidad judía.

«Repudiamos, condenamos y consideramos peligrosos los mensajes antisemitas que el ex líder de la banda Pink Floyd viene repitiendo en sus presentación públicas», concluyó.

Incidente entre una madre de un alumno del colegio ORT y miembros Stand pro Palestina MST 
Foto Juano Tesone

Incidente entre una madre de un alumno del colegio ORT y miembros Stand pro Palestina MST Foto Juano Tesone

Este martes a la tarde, varias horas antes de que comenzara el show, se dio una discusión entre los miembros de un grupo pro Palestina que habían montado un gazebo a cien metros del estadio y una mujer -madre de un alumno del colegio Ort- que llevaba una bandera de Israel en la espalda.

Horas antes del show, la justicia federal ordenó al artista que se abstenga de hechos o expresiones antisemitas o discriminatorias durante el recital.

Un gran espectáculo

La misma soberbia y arrogancia que Roger Waters exhibe hablando de política es la que lo llevó a apropiarse de Pink Floyd en los años ’80 y creer que la banda iba a morir tras su partida. Se equivocó, es cierto, porque el guitarrista David Gilmour no solo tenía los derechos del nombre sino que salió de gira. En aquella época, los fans estaban de parabienes: tenían a dos artistas tocando las canciones de Pink Floyd en vivo.

Esta gira actual se llama «This is not a drill» (Esto no es un simulacro), y está basado en un repertorio que logra reunir lo mejor de Pink Floyd y canciones de su carrera como solista. Se anuncia, de manera solapada y no definitiva, como su última tour.

El resultado, sumado a su característico arsenal de pantallas gigantes de video, fuegos artificiales, luces y lásers multicolores y efectos especiales, es un recital de antología.

Enorme espectáculo artístico. Foto Emmanuel Fernández

Enorme espectáculo artístico. Foto Emmanuel Fernández

A lo largo del show de proyectan textos e imágenes con iconografía clásica de Pink Floyd, además de material nuevo con mucho uso del documental asociado a la guerra, La constante es el llamado de Waters a resistir contra el capitalismo, el fascismo y la guerra, defendiendo os derechos de palestinos, yemeníes e indígenas, los derechos reproductivos, los derechos de los trans y los derechos humanos en general.

La primera parte

El inicio del recital fue con Comfortably numb y no la hilvanó esta vez con The happiest days of our lives, que suele ser la segunda de su hoja de ruta.

El toque solista llegó con The powers that be (de Radio KAOS, 1987), The bravery of being out of range (de Amused to death, 1992) y The bar, una flamante balada tocada en piano que estrenó el año pasado en plena gira.

Para cerrar la primera de dos partes apeló a un puñado de clásicos de la década del ’70: Have a cigar, Wish you were here (Parts VI-IX), Shine on you crazy diamond y Sheep.

A esta altura, los fans estaban extasiados: escuchar esas canciones con sonido impecable y en vivo fue una experiencia única, que se ve aumentada con el bombardeo de imágenes y efectos.

Esa primera mitad bajó la persiana con textos contra el aborto, con imágenes donde pide a las «ovejas» que «resistan». Cerró con un cartel gigante que decía «Resist fascim, resist war», mientras explotaban fuegos artificiales.

En el intervalo, la mayoría del público cantó: «Hay que saltar, el que no salta es militar» y luego, «El que no salta votó a Milei» y, finalmente, «Nunca más».

Un final antológico

De pronto, del sonido cuadrafònico del estadio se comenzó a escuchar un murmullo multitudinario que repetía «Hammer! Hammer!¨ en alusión al icónico martillo de The wall, además del sonido de sirenas y helicópteros (y un chancho inflable flotando por encima de todo el campo). En efecto, se apagaron las luces y arrancó In the flesh, nuevamente con Waters sentado en una silla de ruedas. Enganchó con Run like hell y la alegría era general: un clásico en vivo, con fuerza y energía.

El tramo solista llegó con Dejá vú y enseguida Is this the life we really want?,. donde llenó las pantallas con carteles de «Stop the genocide» y pedidos por los derechos palestinos, derechos yemeníes, derechos indígenas, derechos trans, derechos reproductivos y derechos humanos. Tal vez fue el momento donde bajó línea de manera más explícita y menos poética.

De ahí en más, con el sonido de monedas de Money, empezó la recorrida por The dark side of the moon, donde la atemporalidad y belleza de las canciones de 1974 se comprobó una vez más. Hizo nada menos que Us and them, Brain damage y Eclipse, nuevamente maravillando a todo el estadio de River.

Para el cierre, casi rozando las dos horas de concierto, llegó Outside the wall y dio por culminada la recorrida. Roger Waters volvió a tocar en vivo en la Argentina y una vez más demostró que es dueño de algunas de las canciones más emblemáticas de las historias del rock.

Roger Waters regresó a Ríver: récord, polémicas y ¿despedida?

Cuando el músico británico pisó el martes el escenario, empató en 12 la marca de Los Rolling Stones de ser los artistas con más shows en el Monumental; pero superará esa cifra y lo ubicará en el tope de este podio cuando repita estemiércoles, con transmisión en vivo por Flow.

Y cuando el día del récord absoluto, se despida del público argentino, tal vez lo esté haciendo para siempre, de acuerdo con algunas pistas que podrían leerse en el equívoco título de este tour: «This is not a Drill» («Esto no es un simulacro»).

Desde que se puso en marcha esta recorrida, la pregunta que sobrevuela es si esto alude al concepto del espectáculo o a las sospechas de que se trata de la gira despedida de este artista que en septiembre pasado cumplió 80 años.

Pero a pesar de la excitación que provoca la posibilidad de ver una vez más a una indiscutible leyenda en la historia del rock y de escuchar en vivo obras del repertorio de Pink Floyd, con obvia supremacía en los discos «The Wall» y «Dark Side of the Moon»; la llegada de Waters a la Argentina se produce en medio de un clima enrarecido, que fue tomando forma en otros lugares del mundo y encontró eco por aquí.

Aunque es famoso porque siempre tomó claras posturas políticas, básicamente antibélicas y antiimperialistas, que expresó a través de su arte y de declaraciones públicas; esta vez sus manifestaciones en torno al conflicto en Palestina provocaron represalias concretas.

En todo el mundo proliferaron censuras a su frase en la que sentenciaba que «la población de Gaza tiene derecho a defenderse de las agresiones de Israel», y acusaciones de antisemitismo; pero en Argentina la bomba explotó la semana pasada.

Fue cuando el músico confirmó en una entrevista con Página/12 que en Montevideo y Buenos Aires -concretamente en el hotel Alvear y en el Faena-, le habían cancelado las reservas que tenía para todo su equipo, por estas acusaciones.

Según sus propias palabras a ese diario, iba a permanecer alojado en San Pablo y desde ahí viajaría a ambas ciudades para el momento de los conciertos. En las últimas horas, varios hoteles sindicales de Buenos Aires ofrecieron recibirlo en sus instalaciones, pero no existe información oficial sobre el paradero del músico en nuestro país.

Acto seguido, hubo presentaciones de un grupo de legisladores opositores que repudian su visita, advertencias de organizaciones judías y distintas denuncias a la Justicia.

Una de las más absurdas acusaciones ponen el ojo en el pasaje de sus shows en el que aborda «In the Flesh», tema apertura de «The Wall», en el que a modo performático se calza un uniforme militar similar al nazi y encarna en un dictador. Los denunciantes sostienen lo que se expresó en muchas de las críticas al músico, que ese acto no es más que una celebración al nazismo.

La realidad es que es impensable un show de Roger Waters en el que no haya alusiones a cuestiones relacionadas con la política y los derechos humanos, por lo que es de esperar que haya alguna manifestación sobre Gaza.

Pero este no fue el único foco de conflicto que mantuvo el músico en los últimos meses, pues en el plano artístico reavivó el eterno enfrentamiento con sus excompañeros en Pink Floyd. La chispa la encendió el propio Waters cuando puso en marcha el proyecto de regrabar en solitario el emblemático disco «Dark Side of the Moon» en su 50º aniversario.

En esa ocasión, remarcó que había que terminar «con esa mierda de idea» de que se trató de la obra de un grupo, al reivindicarse como responsable creativo absoluto.

Hubo dardos cruzados en declaraciones periodísticas y en redes sociales con el actual líder de la marca Pink Floyd, el guitarrista David Gilmour, en una escalada verbal que llegó a su punto máximo cuando copó la parada su esposa Polly Samson, quien tildó a Waters de «déspota, antisemita, misógino, ladrón, evasor de impuestos y de hacer playback», entre otras cosas.

Finalmente, se publicó «Dark Side of the Moon Redux» y tanto Waters como Gilmour bajaron los decibeles y se dedicaron mensajes más conciliadores.

La guerra fría entre partes había sumado un nuevo capítulo en los últimos años, cuando Waters tomó postura por Rusia en el conflicto con Ucrania, en tanto que Pink Floyd, con Gilmour a la cabeza, dedicó una canción a Ucrania.

Pero como se mencionó antes, este contexto no debería obturar el fenomenal hecho artístico que se vivirá en las dos noches en River, un acontecimiento histórico que marcará un récord y en el que tal vez sea la última vez que podamos escuchar en vivo los clásicos de Pink Floyd en boca de su propio creador.

Ese sería el cierre a una relación que tuvo su primer contacto cara a cara en mazo de 2002 en Vélez; repitió en marzo de 2007 en River; tocó la cima en marzo de 2012 cuando protagonizó nueve noches en las que puso en escena el espectáculo «The Wall; y tuvo su último capítulo hasta ahora en noviembre de 2018 en el Estadio Único de La Plata.

En total, el exPink Floyd acumula 11 shows en River, una cifra que lo empata con Coldplay y lo deja a solo un concierto del récord de Los Rolling Stones con 12 presentaciones en el Monumental. Y hasta los diez recitales que la banda de Chris Martin ofreció en octubre y noviembre del año pasado, Waters ostentaba el honor de haber sido con sus nueve funciones de «The Wall» el artista con más noches en River en una misma visita.

Por todo esto, la polémica no debe distraernos y hacer que dejemos de preguntarnos si acaso el título del tour efectivamente alude a muchos grupos que bajo el engañoso gancho de la «gira despedida» encaran un lucrativo y duradero negocio, y nos está advirtiendo que esta vez no se trata de «un simulacro». Estaríamos hablando de la última función en nuestro país del genio creativo de Pink Floyd. No es poca cosa.

El artista, de 80 años, deslizó hace unos días una teoría conspirativa sobre el ataque de Hamas a Israel del pasado 7 de octubre. “No sabemos si no fue una operación de falsa bandera y no sabemos si alguna vez tendremos una historia real”, dijo Waters en referencia a que el ataque del grupo terrorista palestino podría haber sido, en realidad, un auto atentado de Israel.

El músico sostuvo en una entrevista con el periodista Glenn Greenwald que los palestinos “están absolutamente, legal y moralmente obligados a resistir la ocupación desde 1967; es una obligación”. También se negó a definir como “crímenes de guerra” a los ataques que realizó Hamas.

La Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) alertó hace dos meses de la llegada del músico británico. Su presidente, Jorge Knoblovits, mostró su preocupación por los “discursos de odio antisemitas” que, afirma, divulga Waters.

“La Argentina es un país particular, especialmente distintivo. La matriz de convivencia que tiene no la tiene casi ningún país del mundo. El INADI articula estas cuestiones junto con la DAIA y otras comunidades, para que nuestra convivencia no esté alterada por ningún factor, en este caso como Roger Waters, que es un propagador del discurso de odio”, dijo Knoblovits en un encuentro que realizó la DAIA junto al INADI en septiembre.

Jorge Knoblovits, presidente de la DAIA
Jorge Knoblovits, presidente de la DAIA

Durante el encuentro, el presidente de la DAIA advirtió que “si Roger Waters comete un delito en la Argentina, va a tener las consecuencias que correspondan”. En caso de que sucediese, el titular de la entidad consideró que “tiene que ser detenido y sometido a proceso como cualquiera”.

El artista se encuentra en Brasil, ya que este domingo brindará un show en San Pablo. Luego, el próximo viernes tocará en el estadio Centenario de Montevideo (Uruguay) antes de aterrizar en la Argentina. Luego, dará dos recitales en Chile y uno en PerúCosta RicaColombia Ecuador.

Fuente: La Nación.