30 de diciembre de 2004. Faltaba un rato para la medianoche. Soledad Villamil manejaba rumbo a su domicilio, ubicado en la Zona Norte del Conurbano, luego de realizar la última función del año de la pieza que protagonizaba en teatro.
Como un kamasutra, las obras del maestro rosarino cuelgan en la galería Vasari, que pone en la puerta una advertencia por su contenido explícito