Arte popular sin poses acartonadas para la foto

Una oferta de tango y folklore para turistas que se aleja de los «shows for export». En el barrio de Barracas, el Luzuriaga Club Social busca darle sustentabilidad a la cultura independiente y revalorizar el acervo cultural de los barrios porteños.

En la cuadra adoquinada de la calle Luzuriaga, entre Los Patos y avenida Amancio Alcorta, una serie de murales llama la atención del visitante. Entre las fachadas de antiguas casonas, lo que mayor atracción provoca es el frente fileteado de un ventanal a la calle. Es la entrada al Luzuriaga Club Social. Allí, entre imágenes murales de Isabel Sarli, Sandro, Pugliese y María Elena Walsh se recorta la que hoy es ya una típica postal de la cosmopolita Buenos Aires: la Pirámide de Mayo rodeada por la ronda de las Madres de la Plaza. Quizá, el emblema que distingue a este Club Social del barrio de Barracas, donde este otoño comienza a perfilarse una nueva opción para los extranjeros que visitan la ciudad: “Luzuriaga al mundo”. Así fue bautizado el menú cultural donde el arte combina con la gastronomía, los pasos de tango o el malambo y el cálido abrazo porteño que distingue a la ciudad.

Es que en esos arrabales del remozado viejo barrio de Barracas, este centro cultural inaugurado en 2017 propone, de la mano de la familia que lo fundó y lo sostiene –a pesar de la pandemia y los vaivenes económicos–, una singular oferta para quienes llegan de lejos y quieren vivenciar “una experiencia artística propia de la cultura independiente, popular y nacional”, explica Mónica Szalkowicz, alma mater del club.

“Estamos peleándola mucho, buscando distintas formas de profesionalizar la cultura independiente para hacerla sostenible y poder llegar a públicos que por sus características nos permitan sostener el lugar”, precisa. Se refiere a la propuesta que tiene entre manos, donde se ofrece a grupos de turistas extranjeros poder disfrutar de una “noche de tango o de folklore, que no empiece y termine con la puesta en escena de un show”. Y justamente la definen como una opción “not for export”.

El “Tasting tango” o el “Tasting Gaucho”, propone, además de un show de jóvenes artistas de tango o de folklore, exquisitas degustaciones de vinos, empanadas y postres criollos. Para luego en una “miniclase” compartir “el abrazo en un paso de baile”. La idea es que los visitantes puedan aprender algunos pasos “y disfrutar de ese ‘caminar el tango’ que nos hace tan famosos, como también un zarandeo, la seducción de una zamba o la media vuelta vibrante de una chacarera”, describe Mónica.

A su lado, Cecilia Segado, una de las bailarinas del staff tanguero del Luzuriaga y directora de este proyecto artístico, coincide. “Poder aprender unos pasos luego de ver a los bailarines es una experiencia única, porque ese abrazo, con la música de fondo y el entorno del lugar, te transporta”. Cecilia vivió mucho tiempo tomando y dando clases de baile en Europa. Allí se nutrió de la experiencia “del flamenco genuino, de los barrios, de la calle”. Eso la vinculó a este centro cultural cuando comenzaba a definirse la idea de “acercar la cultura independiente a los circuitos comerciales –agrega Mónica–, en este caso a los turistas extranjeros”, sin conceder en esa transición “lo genuino y original del arte popular de nuestro barrio”.

Cecilia Segado, Mónica Szalkowicz y Miguel Ángel Polizzi (foto Sandra Cartasso).

Para eso idearon Tasting Tango –que estará disponible para los grupos de visitantes desde el 13 de abril– bajo la dirección e idea general de Cecilia Segado, dirección musical de Diego Szalko y producción ejecutiva del Luzuriaga Club Social, donde Gustavo Jewreiski, Martín Frontera y Mónica Szalkowicz son los responsables del espacio. Allí se acuñó la fórmula que busca compartir el arte popular sin etiquetas acartonadas, ni poses para la foto. “Queremos que el turista sienta, que pase por su cuerpo la experiencia que nosotros vivimos y compartir con ellos nuestro carisma, por eso lo hacemos, para mostrar lo nuestro desde otro lugar”, enfatiza Cecilia.

De ahí que este Club Social ofrezca junto a las “degustaciones de arte independiente”, talleres de auténtico fileteado porteño –a cargo del maestro filetero Miguel Angel Polizzi–, ferias artesanales, tardes de poesía o de murga y noches de teatro. Los primeros jueves de cada mes hay un show acústico. Y se repondrá también la peña “El patio de Luzu” que convoca a vecinos y artistas ya desde los tiempos de la prepandemia. 

“Revalorizamos todo lo que tiene que ver con la cultura independiente, que no es solo lo artístico, también son costumbres, sabores, el cuidado de la salud, las formas de vida”, repasa Mónica. De hecho, en el lugar se dictaron clases de ESI (Educación Sexual Integral) y se asistió a los vecinos durante la pandemia organizando de caminatas saludables o con actividades para la tercera edad y también para niños.

“Experimentar entrar a un centro cultural es distinto a ver una obra en un teatro, o ir a ver un show a un típico salón de tango ‘for export’. Esto es distinto”, señala Mónica. Es otro púbico, otros valores, otra escenografía, detalla. Aquí los murales interiores cuentan la historia popular de Buenos Aires donde conviven Maradona, René Houseman, Mercedes Sosa, Tita Merello y Goyeneche. “Hay cercanía, es un lugar de encuentro y desde ahí recuperamos y compartimos valores culturales para colaborar con la cultura independiente de nuestro país”, explica. 

Como madre de una familia dedicada al arte, Mónica inició esta “aventura”, cuando acompañaba a sus hijos a otros centros culturales. “Diego hace música, Gustavo hace videos para músicos, pero me daba cuenta de que era muy difícil para los lugares a los que íbamos sostenerse a través del tiempo”. Por eso decidió mudarse con su familia desde Palermo a Barracas «y poner un lugar con todos los requisitos de habilitación que pudiera sostenerse en el tiempo y donde nuestra comunidad de artistas pudiera disfrutar del espacio y por supuesto, vivir de esto. También pensando en que los vecinos puedan tener aquí un lugar de referencia”.

Así, en 2018 lograron la personería como asociación cooperativa. Y pasada la pandemia se abocaron a una gestión cultural que les permite instalarse dentro de los circuitos de la oferta porteña a través de la página de la Ciudad de Buenos Aires. Se enfocan ahora en la oferta de los circuitos nacionales buscando “que otras instancias como los ministerios de Cultura y Turismo” reconozcan la necesidad de lograr la sustentabilidad de propuestas innovadoras como ésta, facilitando la promoción del espacio en distintos dispositivos de promoción y articulando “lo cultural con otros ámbitos de la vida cotidiana como la salud, la educación o la historia social”. Así, lejos de las luces del show business, se abren nuevas puertas para la cultura independiente que en una red donde se pueden asociar otros centros de cultura barrial, pueda ser sustentable y redituable al tiempo que rescata lo genuino y lo singular de nuestro acervo cultural.

Fuente: Página 12