Turistas recorren el Barrio Mugica como parte de una iniciativa de turismo alternativo que busca derribar prejuicios y mostrar el proceso de urbanización
La ciudad de Buenos Aires posee una oferta de actividades culturales y comunitarias prácticamente infinitas: desde visitas a bibliotecas, librerías o cafés que ya son patrimonio histórico, hasta plazas públicas o parques con actividades al aire libre. Sin embargo, dentro del abanico de opciones, empiezan a figurar algunas experiencias nombradas como “turismo alternativo”.
En los últimos años, con la reurbanización de los asentamientos impulsada por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se han abierto calles, instalado servicios públicos y creado espacios de esparcimiento, como plazas, canchas de fútbol y centros comunitarios. En conjunto con estas iniciativas, se implementó el programa Visita Mugica, una propuesta que fomenta la visibilidad de este desarrollo dentro del barrio también conocido como la Villa 31.

LA NACION participó de uno de estos recorridos que congregan, sobre todo, a muchos turistas extranjeros.
Es domingo. El recorrido comienza al mediodía. Un grupo de 11 personas emprende camino desde la feria recién inaugurada frente a la terminal de ómnibus de Retiro hacia el interior del barrio. En esta ocasión, los visitantes son escoltados por un operativo policial peatonal, una medida excepcional tomada debido a la presencia del equipo periodístico de LA NACION, con el objetivo de reforzar la seguridad del recorrido.
“El Playón” es el punto inicial: una avenida central con un mercado que está rodeado de murales de Diego Maradona, Lionel Messi y el padre Carlos Mugica, entre otros íconos nacionales.
“A partir de este proyecto, en 2019 vecinos y vecinas del Barrio Mugica comenzaron a una propuesta de turismo alternativa y sustentable, que fortalece los lazos comunitarios para la transformación de los prejuicios, estigmas y barreras que existen hacia la comunidad local”, cuenta Pamela Friedl, gestora del programa social Visita Mugica y organizadora de esta experiencia.
La caminata se pone laberíntica y se empieza a entrar en pasillos que intercalan los nuevos desarrollos inmobiliarios sustentables e innovadores con viviendas típicas del asentamiento que aún no han sido remodeladas.

Pamela explica que el equipo está formado por 14 personas, de las cuales nueve participan activamente y son vecinos que están certificados como Promotores Turísticos Barriales por el Ente de Turismo de la Ciudad.
“Regularmente se realizan dos visitas por mes, con un máximo de 20 personas por recorrido (este número puede variar de acuerdo a la temporada)”, detalla Friedl.

Sin embargo, la integración enfrenta barreras estructurales: un barrio construido debajo de los puentes de las autopistas, las vías del tren y el estigma de la marginalidad. “A veces el miedo frena a la gente a venir”, admite. Los recorridos requieren inscripción previa a través de redes sociales en los canales institucionales de Visita Mugica, y tienen un costo de 15.000 pesos.
Además de este circuito, existen otras propuestas barriales impulsadas por vecinos y organizaciones comunitarias, como un tour gastronómico que recorre distintos locales de comida latinoamericana dentro del barrio, donde los propios emprendedores relatan su historia y preparan degustaciones. Estas iniciativas complementan la oferta cultural de Visita Mugica y refuerzan la participación de distintos sectores de la comunidad.
La mirada de los turistas
“Siempre transitaba por los bordes, pero nunca había entrado. El barrio es mucho más ameno y urbanizado de lo que imaginaba”, dice Damián, fotógrafo porteño de 42 años. Su parte favorita fue “conocer los pasillos donde aún no ha entrado la infraestructura de urbanización, y contrasta con las partes que ya han sido favorecidas”.
Por otro lado, María Isabel Anda y Pablo Romero, dos jóvenes ecuatorianos, comparten que ha sido una tarde agradable y una decisión de la que se sienten orgullosos al formar parte de un turismo fuera de lo común.
“Me agradó mucho el sentido comunitario que se respira en el barrio. Más allá de las situaciones marginales, hay mucha sensación de unión, principalmente gracias al fútbol y a la gastronomía”, dice Pablo. María Isabel completa: “Al principio estaba un poco nerviosa, pero ahora puedo decir que lo he disfrutado bastante”.
Selina, una viajera proveniente de Alemania, visita el barrio como parte de su trabajo de campo como antropóloga. “Me gusta conocer la cultura de los barrios de distintos países latinoamericanos, especialmente a través de su comida y de los murales que son muy interesantes. Es bueno ver no solo una parte del barrio, sino conocer la ciudad en su totalidad”, concluye. Todos los visitantes coinciden en algo de forma unánime: recomendarían el paseo sin dudarlo.
Impacto económico
El circuito incluye paradas en puntos clave como el Centro de Desarrollo Emprendedor y Laboral (CeDEL), que ha capacitado a más de 19.400 personas para trabajar en el sector gastronómico y de servicios, o canchas de fútbol que, el domingo, están repletas. Un equipo llamado “La Ranchada”, uniformado en azul celeste, saluda a los visitantes a la distancia.
La actividad turística en la comunidad del barrio ha venido muy bien a los pequeños comerciantes y ha tenido un impacto económico significativo.
En la intersección de Rodolfo Walsh y Carlos Perette, Mauro Rodríguez atiende su puesto, donde vende remeras estampadas y otros productos de indumentaria. Ubicado frente a la feria de Retiro, su negocio forma parte del nuevo paseo comercial, inaugurado hace menos de dos meses.
“Antes era difícil imaginar un paseo comercial acá, pero con el tiempo se fue ordenando todo. Ahora hay más movimiento, más oportunidades”, señala.
Uno de los cambios más notorios es la llegada de turistas y visitantes externos, impulsada por iniciativas como los tours guiados a la villa. “La gente viene con otra mirada, a conocer la historia del barrio y a recorrer el paseo. Eso nos beneficia porque después se animan a comprar y recomiendan el lugar”, dice.
A pesar de los desafíos económicos, Mauro confía en que estas transformaciones impulsen la actividad comercial en la Villa 31. “Si seguimos por este camino, con más seguridad y mejores condiciones, cada vez más gente va a ver que acá hay mucho para ofrecer”, concluye.
“Muchas veces se acercan visitantes con la intención de conocer el barrio ‘más peligroso’ de la ciudad, pero cuando entran descubren que es un barrio lleno de gente trabajadora con ganas de salir adelante”, continúa Pamela, mientras el recorrido se aproxima a su final.
El barrio Mugica en datos
Como parte de la urbanización, más de 8000 frentes han sido mejorados, 1234 viviendas nuevas han sido construidas y más de 6500 direcciones formales fueron asignadas.
“Los resultados del proceso de reurbanización están a la vista, son palpables, y las caras de asombro de los turistas al momento de la visita lo demuestran”, afirman los organizadores.
“Al finalizar los recorridos, damos espacio para compartir una reflexión sobre lo que les ha llamado la atención y la mirada prejuiciosa de antes de entrar se ve transformada”.
Dos horas han transcurrido y la caminata termina en la parroquia del padre Mugica, el sacerdote villero asesinado en 1974. Un mural con su rostro recuerda su lucha por la dignidad de los habitantes del barrio.
Para los visitantes, la experiencia suele transformar su mirada sobre el lugar. “Muchos llegan con esta idea de conocer el barrio más peligroso de la ciudad, pero se van con una imagen distinta: es un barrio con historia, cultura y ganas de salir adelante”, concluye el equipo de Visita Mugica.

Fuente: Héctor Ordóñez Monribot y Tomás Alejandro Giancola, La Nacion