Isla Negra, la casa que inspiró a Pablo Neruda

A 100 kilómetros de Santiago, Isla Negra, frente a una playa de olas salvajes, es una de las tres casas museo de Neruda, donde escribió Canto general

Alguien le cambió el nombre a ese sitio que otrora era conocido como Las Gaviotas. Alguien vio que no solo ellas eran las dueñas de ese excelso lugar, en la comuna de El Quisco, a poco más de 100 kilómetros de Santiago.

Alguien se instaló en lo alto para admirar ese inmenso océano y descubrirlo todos los días, mientras las olas rompían con furia a cada instante en esa playa. Esa persona fue Ricardo Elécer Neftalí Reyes Basoalto, más conocido como Pablo Neruda, premio Nobel de Literatura, senador de Chile y embajador de Francia, que sentenció que esas rocas negras y ese océano no serían tal, sino una isla, donde podría separarse del mundo para escribir, su Isla Negra. Por eso así rebautizó la que sería la morada donde descansan sus restos. Y le puso el sello a este paraje y a esta casa que lleva el mismo nombre del lugar, y que se transformó en museo, para ver las excentricidades y demás cosas del poeta.

Llena de magia y misterio, en 1990 fue declarada monumento nacional, y fue la preferida del poeta. La Chascona, en Santiago, y La Sebastiana, en Valparaíso, fueron los otros dos hogares de Pablo. Sobre las vallas que rodean la casa se leen grafitis de gente que dejó su impronta, como por ejemplo: «No sabemos que extrañar, ese es el costo de los buenos momentos».

Un gran ventanal mira al mar, y por eso Neruda escribió: «El océano Pacífico se salía del mapa. No había dónde ponerlo. Era tan grande, desordenado y azul que no cabía en ninguna parte. Por eso lo dejaron frente a mi ventana». Nada más cierto al contemplar desde esa casa el infinito mar con todos sus secretos. Como en todo lo perteneciente al escritor, el pez de hierro emblemático con su hexagrama se agiganta en este sitio, que es el logo usado por Pablo.

Como un barco

Aquí escribió su Canto general, destacando en el poema Disposiciones: «Compañeros, enterradme en Isla Negra/frente al mar que conozco, a cada área rugosa de piedras/ y de olas que mis ojos perdidos/ no volverán a ver.» Y así fue. En este sitio descansan no solo sus restos, sino también los de Matilde Urrutia, su segunda esposa, en un sector en forma de barco, mirando al mar, con un ancla inclinada al costado, como símbolo de permanencia en el lugar. Muy cerca están el campanil y un bote, y a unos pasos de allí, una locomotora un poco oxidada.

No bien se ingresa en la casa nos da la bienvenida una frase: «Regresé de mis viajes. Navegué construyendo la alegría». Y así es cuando uno puede admirar la gran cantidad de elementos que se encuentran allí, como pipas, réplicas de veleros, mapamundis, zapatos antiguos, botellas, fotos de Rimbaud y Walt Whitman, y hasta su eterno poncho.

Al ingresar se tiene la sensación de estar a bordo, ya que con forma de barco, con techos bajos, pasillos estrechos, escaleras empinadas, destacan el Pasillo de las Máscaras, el Salón de Mascarones y las salas de las Caracolas, la del Caballo y la de estar, la biblioteca, el comedor y el dormitorio con vista al mar.

En la actualidad Isla Negra es administrada por la Fundación Pablo Neruda, y además de contar con un centro cultural donde se realizan conferencias y exposiciones, también tiene una tienda para comprar desde libros, lapiceras hasta productos en cobre, y la típica botella con detalle símil vitraux y el vaso con la imagen del escritor.

Isla Negra, frente al mar y con forma de barco

Isla Negra, frente al mar y con forma de barco Fuente: Lugares – Crédito: Sebastian Pani

Luego de recorrer este «barco» nos aguarda bajando a la playa del Poeta, sobre unas rocas -esas que tanto amó, la efigie en granito de Pablo que mira al mar, donde la gente trepa para sacarse una foto y quedarse ahí admirando el paisaje. La vista desde ahí es sublime. El ruido del océano golpeando esas rocas hace que nuestras palabras se pierdan.

Para almorzar, una buena opción es el restaurante El Rincón del Poeta, que está dentro del museo, y mientras se aguarda la comida se podrá leer en una de sus paredes la «Oda al caldillo de congrio». Es un sitio ideal para comer al lado del mar o tomando algo admirando el paisaje.

Durante la dictadura en Chile, Isla Negra se cerró y un cartel colgado en la puerta decía: «Esta casa no se visita». Quizá tal vez como si de ese modo los versos del capitán o la barcarola se fuesen a hundir en ese océano que el escritor tanto amaba.

Al salir de allí, el camino nos guiará hacia la Plaza Estadio Sobrino, para ver y comprar productos locales realizados por artesanos.

Y si se quiere conocer algo más del poeta, a 30 minutos a pie de aquí se puede ir al mirador Cantalao, que se accede de forma gratuita, entre las 10 y las 18. Pertenece también a la Fundación Neruda y en el lugar hay esculturas en piedra hechas en honor al escritor; se destaca la Cueva del Pirata.

Manos que bordan

De la mano de Leonor Sobrino, vecina del lugar, nació en la década del sesenta el proyecto Bordadoras de Isla Negra, para que esas mujeres de campesinos de la zona pudiesen vender sus productos textiles y tejidos. Inspirados en una técnica naif, son dibujos irrepetibles hechos en tela de osnaburgo, donde primero se trazan los motivos -de playa, campo, mar, animales, flores- y luego se rellenan con lana partida.

Estos productos se mostraron por primera vez en 1970 y contaron con el apoyo de Pablo Neruda. Los trabajos forman parte del patrimonio cultural de Isla Negra y han crecido tanto que llegaron a París, Londres y Brasil. Estas artesanas a través de sus dibujos relatan la historia del bordado y a la venta se destacan poesía bordada -un paquete de tela que contiene un bordado inspirado en un poema-, la harina bag -bolso realizado sobre saco de harina- y un kit de bordado.

Datos útiles

Cómo llegar

Del centro de Santiago a la Terminal Alameda, tomar el metro Universidad de Santiago, línea 1; de ahí el bus hasta el centro comercial de Isla Negra.

Casa de Pablo Neruda

Calle Poeta Neruda s/n. Abre de martes a domingo, de 10 a 18. La entrada cuesta 7000 pesos chilenos (US$ 10).

Gastronomía

Los platos típicos son el charquicán, las sopaipillas dulces (con canela y cáscara de naranja) o saladas (con zapallo, acompañadas con mostaza o queso) y el pastel de choclo.

Por: Alejandra Pía Gestoso, La Nación