José Palazzo, el creador de Cosquín Rock: el abrazo de McCartney y Charly, las disparatadas exigencias de Luis Miguel y la vidente de Axl Rose

No soy el dueño de la música, me parece un título muy grande. Puedo decir que me encanta lo que hago, lo cual me lleva a trabajar más horas que otras personas”. José Palazzo sale del paso airoso, aunque hoy sea uno de esos productores imprescindibles de la industria musical. “Desde el interior del país es muy difícil creerse ´el dueño de la música´, pero sí reconozco que soy una persona muy influyente; cuando se escriba un libro sobre el rock, quizás figure en alguna página”.

Seguramente, su nombre figurará en más de una historiografía. Es el creador del Cosquín Rockuno de los encuentros más importantes del género en Latinoamérica y, además, un activo músico que con su banda de blues Los Mentidores recorre escenarios con muy buena regularidad y junto a músicos de la talla de Claudette King -hija del recordado blusero B.B. King-, con quien la agrupación compartió espectáculo.

Más allá de su tarea como artista, por estas horas,Palazzo, en su rol de productor, se encuentra muy pendiente de la nueva edición del Cosquín Rock, que se llevará a cabo el 10 y 11 de febrero próximos en Santa María de Punilla, Córdoba, donde se presentará un seleccionado de artistas que vuelve a confirmar la paleta de colores expandidas del encuentro. “Desde muy chico he logrado gestionar y con Cosquín Rock he pasado las fronteras de Córdoba. Ayudé mucho a que varias bandas pudieran tocar en escenarios importantes como el de Cosquín. Colaboré con La Renga y con Don Osvaldo, pero luego cada uno hizo su carrera”. Enumera algunos de sus lauros con justa razón.

BabasónicosDivididosMiranda!, La Vela PuercaBándalos ChinosLos Auténticos DecadentesLa Delio ValdezEscalandrumLos TabalerosLa MississippiCiro y Los PersasCatupecu MachuEl Kuelgue y Mimi Maura son algunos de los nombres que desfilarán por el encuentro de febrero. Palazzo comienza a enumerar los highlights y, a pesar de la cantidad, no se olvida de nadie. Un apasionado que también se dio el lujo de ser el promotor en Argentina de celebridades como Madonna, Luis Miguel, Axl Rose y Paul McCartney.

Palazzo sabe cómo manejarse con sagacidad no sólo en el mundo de la música, sino también en espacios como el político. Para llevar a cabo espectáculos de envergadura en estadios y para un público multitudinario hay que dialogar con el poder, por eso es conocido en su Córdoba natal por funcionarios de uno y otro bando. Sin ir más lejos, Juan Schiaretti, exgobernador provincial, lo apodó “Copito”, en irónica alusión a su caballera.

Entre Paul y Charly

“Trabajando junto a Fernando Moya de T4F, un caballero de la música, se produjo la actuación de Paul McCartney en Córdoba. En esa oportunidad, le pedí a Fernando que viera la posibilidad de que Paul saludase a Charly García, quien es muy fanático suyo. Si algo me faltaba para tener admiración absoluta por Paul, sucedió ese día, ya que el artista tiene una agenda muy estricta al momento de llegar al show y, sin embargo, se portó muy bien con nosotros. Llegó al estadio a las cuatro de la tarde -sabiendo que tocaría a las nueve de la noche-, hizo una prueba de sonido larga con algunos invitados, un meet and greet donde saludó a todos, y luego llevó a cabo un precalentamiento de voz y una sesión de masajes. Concluida esa gran preparación, se tomó una fotografía con los promotores locales y, dada su investidura de Sir, saludó a Ramón Mestre, intendente de Córdoba. Para entonces, yo ya había pedido una foto con Charly, pero, como no estaba pautado en el protocolo, inicialmente me dijeron que no. Pasaron los minutos y llegó un “puede ser”, algo que me alentó, ya que Charly había viajado especialmente para ver el show, pero sin ninguna confirmación de encontrarse con Paul. Finalmente me dijeron que la foto se realizaría, aunque preferí no generarle demasiada expectativa a Charly, ya que Paul no lo conocía y, además, estaba con una agenda muy comprimida. Finalmente, el manager Barry Marshall me aseguró que la foto se haría. En determinado momento, salió del camarín la traductora que trabajaba para nosotros y me contó que había leído en la agenda impresa de Paul, la frase “local star”. Entonces, le pedí a Barry que le dijera que el artista se llamaba Charly GarcíaCuando Paul salió del camarín, saludó al alcalde y, desde varios metros, sin conocer a Charly, identificó que era el “local star”, así que pegó un grito para saludarlo, “¡Charly!”Charly se vino abajo. Se abrazaron, Paul habló un poco en castellano y Charly lo hizo en inglés. Fue uno de los hechos más hermosos y conmovedores que haya tocado presenciar, un actor de amor. Se habían alineado los astros”.

José Palazzo se dio varios gustos profesionales, entre ellos, ser el promotor local de celebridades como Paul McCartney, Madonna y Luis Miguel
José Palazzo se dio varios gustos profesionales, entre ellos, ser el promotor local de celebridades como Paul McCartney, Madonna y Luis MiguelSantiago Cichero/AFV

Rezo por vos

-Se habla mucho sobre la salud de Charly García, ¿cómo se encuentra?

Está en una etapa compleja; si bien no corre riesgo su vida, no está en condiciones de tocar en un concierto, aunque, día por medio, va al estudio de grabación donde compone y repasa temas. Tiene listo un disco completo, La era del escorpión, pero no sé cuándo saldrá.

-¿Sos parte de su círculo íntimo?

-No estoy en su entorno, soy su amigo y lo veo y hablo cuando puedo.

-¿Camina?

-No mucho, pero tiene un fisioterapeuta y una enfermera que lo acompañan, además de sus seres más queridos.

-¿Es cierto que lo mantienen aislado?

Vive en su casa y no quiere que lo asedien. Su mujer, con justa razón, no quiere estar en camisón y que desfile gente visitando a Charly. Por otra parte, él nunca fue muy sociable, recibe a quien quiere recibir.

Un bajo cambió su vida

“Estoy enamorado de la música desde que nací, la llevo dentro mío y, a diferencia de lo que decía Scarface, consumo lo que vendo”, asevera José Palazzo. No miente, las influencias en su infancia y adolescencia fueron muy fuertes. Su madre, Susana Lezcano, es una artista plástica renombrada en Córdoba. En la Plaza del Bicentenario de la capital provincial, una instalación de su autoría, conformada por 200 aros, es una de las joyas que hoy ofrece la ciudad. Su padre, en cambio, es abogado.

Palazzo se crio con sus primos, quienes eran muy fanáticos de la música y una gran influencia para él. Su madre percibió su entusiasmo y le regaló lo que ella creía que era una guitarra eléctrica, pero que, en realidad, se trataba de un bajo, la semilla para que se dedicara a la música. “A los catorce años empecé a tocar ese instrumento en una banda de rock. Al año, ya producía los shows del grupo, conseguía los lugares y arreglaba el porcentaje con los bares”. Si la música la lleva en la sangre, la pasión por la producción artística es una debilidad que lo acompaña desde siempre.

A los 26 años fue conductor de El ómnibus, un programa de música por donde desfilaron grandes artistas y poco después se convirtió en gerente de programación de la empresa de televisión VCC, donde creó un canal local, prólogo a fundar su propia productora. Con ese background a cuestas, un año antes de cumplir los treinta llevó a cabo su primer Cosquín Rock. A vértigo y convicción no le gana nadie.

Aquel primer encuentro, llevado a cabo en el año 2000, tuvo al conductor Julio Márbiz, al músico Palito Ortega y al productor Norberto Baccon como responsables indirectos de su creación. “Ellos tenían la concesión de la plaza Próspero Molina, donde se realiza el Festival Nacional de Folklore. Como mi padre conocía a Márbiz, charlando con él le contó sobre mis actividades. Parece ser que, rápidamente, Márbiz se interesó por lo que yo hacía y pidió que nos reuniéramos. En ese encuentro me ofreció hacer un festival de rock que comenzara luego del de folclore y aprovechar, de esa forma, la logística que ya estaba armada”.

-¿Quiénes fueron los primeros artistas que validaron a Cosquín Rock?

Divididos fue una de las primeras bandas en sumarse. En ese tiempo, se había lanzado “El arriero”, la gran versión del tema de Atahualpa Yupanqui, que calzó justo con CosquínLos Piojos fue otra de las bandas que se sumaron a aquella primera edición sin redes sociales y sin presupuesto para hacer publicidad fuera de la Argentina.

-El público, ¿rápidamente aprobó la iniciativa?

-El primer día, a las tres de la tarde teníamos sólo tres mil entradas vendidas, pero, con el correr de las horas comenzó a llegar gente de todos lados y nos terminamos quedando sin tickets. Metimos 9000 personas el primer día y 8000 el segundo. Hoy, en cada fecha, ingresan 60.000.

En 2004 quedaron más de cincuenta mil personas afuera, fue la señal para tener que mudar el festival. Así fue como llegó un espacio en San Roque y, cuatro años después, la mudanza al aeródromo de Santa María de Punilla, donde se realiza actualmente con un crecimiento exponencial que llevará al festival a ocupar 15 hectáreas en la edición del próximo verano, contando con seis escenarios y una capacidad para 150.000 personas que podrán disfrutar no sólo de la música, sino también de una gran oferta gastronómica que incluye una propuesta gourmet de la mano de reconocidos chefs. Cosquín Rock no sólo es visitado por público de toda Argentina, sino también por un alto porcentaje de melómanos de los países limítrofes y del resto de Latinoamérica.

Con el diario del lunes, todo parece más sencillo, pero, en el camino, no todas fueron rosas. Cuando José Palazzo ya estaba decidido a vivir de la producción de espectáculos le llegó su primer fracaso. Fue un show de Marky Ramone en el que solo se vendieron 29 tickets. “Mi mujer estaba bastante asustada y me preguntó si íbamos a vivir de eso”. Estalla en una carcajada recordando el concierto y la angustia de su esposa.

-Los 29 tickets no te acobardaron.

-Sabía que podía producir y, como venía de una empresa corporativa, entendía de proyecciones, así que me armé una agenda de shows a lo largo de un año, donde traía a Las PelotasLos PiojosDivididosAtaque 77 y varias bandas chicas. De esa forma, con algunos ganaba y con otros perdía, pero buscando un saldo positivo que me permitía mantenerme.

-Es interesante la apuesta desde una gran ciudad como Córdoba, pero que no es Buenos Aires.

-Un lugar que de martes a domingo llena estadios con su música local con la Mona Jiménez o La Barra tenía que abrirle la puerta al rock.

-Hoy la realidad es otra.

Hemos logrado que mucha gente elija a Córdoba y ya no viaje a Buenos Aires para ver shows. Me siento muy responsable de todo eso, hoy es una de las provincias más rockeras.

La nueva edición de Cosquín Rock marcará un crecimiento exponencial de cantidad de artistas, propuestas paralelas y metros cuadrados para albergar a más público
La nueva edición de Cosquín Rock marcará un crecimiento exponencial de cantidad de artistas, propuestas paralelas y metros cuadrados para albergar a más públicoSantiago Cichero/AFV

-¿Qué te da miedo?

Mi mayor angustia es no tener ocio. Envidio a esas personas que me comentan series, yo no puedo maratonear nada.

-No parás nunca.

-No concibo a las personas tibias, soy proactivo, aunque uno de mis miedos es llegar a determinado momento de la vida, mirar para atrás y ver que me perdí un montón de cosas.

Es padre de dos hijas, de las que se considera “muy presente, a pesar de todo”. Ambas son artistas plásticas. Pilar, la más chica, trabaja con él desde hace pocos meses (“fue un clamor de ayuda, incluso me representa en los mercados de la música, algo que me encanta hacer, porque me pone en contacto con lo nuevo, pero ya no tengo tiempo para hacerlo”). Agustina, su hija mayor, vive en España, donde es docente de la Universidad de Sabadell y, además, trabaja en un festival de ideas en torno a la sustentabilidad. Separado hace diez años, Palazzo vive en pareja con Natalia, “una gran compañera que trabaja en el rubro textil”.

Su miedo a la ausencia de ocio no es infundado. La sola enumeración de su actividad reciente es apabullante: “La semana pasada toqué como soporte de La Mississippi; me presenté en un festival de blues y pasé por Lima Ecuador para conocer lugares donde se pueda llevar a cabo el Cosquín Rock”. En pocas horas volará a Córdoba para continuar con reuniones de trabajo. Nada lo detiene a este hombre que remodeló la Vieja Usina y reconvirtió el lugar en la Plaza de la Música, un gran complejo del barrio Alberdi de Córdoba Capital.

El sol de México

Luis Miguel siempre pide cien rosas frescas y, si hace dos funciones, hay que sacarlas y renovarlas por ramos nuevos, y siempre solicita una serie de bebidas que no deben faltar, pero todos sabemos que jamás pasa por su camarín. En la logística, su producción me facilita el ruteo del artista desde mucho antes y tengo que cumplir con los pedidos excéntricos ya sabiendo que no los va a ver. Yo sabía que salía de Aeroparque a las siete de la tarde, aterrizaba en Córdoba, un auto particular lo esperaba en pista y lo llevaba hasta el mismísimo escenario del Orfeo para comenzar inmediatamente el show. También teníamos claro que, ni bien terminaba el concierto, volvía a subirse al auto y se iba al aeropuerto. Tenía reservado un hotel, pero no lo usó. Sólo se alojó cuando hicimos dos funciones y debió dormir en Córdoba, pero, esa vez, tampoco pasó por el camarín”.

Aquellos pedidos que no son aprovechados por el astro de la música romántica, de alguna forma fomentan su aura de divo. Cuando se le consulta a Palazzo sobre la exigencia de Luis Miguel de no ser mirado a los ojos, el productor reconoce: “No he sido testigo de eso, nadie me dio esa instrucción, creo que es parte de la leyenda”.

José Palazzo en Cosquín Rock Paraguay, un ejemplo de la proyección del festival a nivel regional
José Palazzo en Cosquín Rock Paraguay, un ejemplo de la proyección del festival a nivel regionalgentileza Nath Aguilar

Paso en falso

En el perfil de su cuenta de Instagram se define como “consumidor de música” y agrega la sugestiva frase: “A todos nos toca”.

-¿Podrías explicar el segundo concepto?

-A todos nos van a tocar muchas cosas de las que renegamos. Tenemos que estar listos para que nos sucedan; en mi caso, tiene que ver con algo que me cuesta mucho que es vivir el presente.

Es evidente que la falta de tiempo y cierta ansiedad hacia el futuro son signos indelebles de una vida que no pone el pie en el freno jamás. “En mi proceso de recuperación de las drogas me ayudó mucho el mindfulness, fue el método para perder el miedo a lo que va a venir, a no estar tan ansioso por el futuro y permitirme vivir el presente. El “a todos nos toca” tiene que ver con un trabajo intenso por pensar en el presente, que no ha tenido mucho éxito, pero que lo sigo batallando”.

-De eso se trata la vida.

-A todos nos toca lo bueno y lo malo. Hay que saber reconocer cuando algo bueno te está sucediendo y que no pase inadvertido, porque de lo malo te das cuenta siempre.

-¿Te dabas cuenta de la problemática en torno a las drogas en la que estabas inmerso?

-Claro, por eso las dejé hace diez años. Cuando empecé, de joven, lo tomé como un juego; luego fue algo divertido y entretenido, hasta que te terminás dando cuenta que toda tu vida gira en torno a eso. Sin embargo, como soy un tipo muy responsable, nunca cancelé una reunión, jamás llegué tarde a un encuentro de trabajo ni dejé de lado un compromiso por las drogas o la resaca. Consumía drogas en mis ratos libres y robándole el tiempo a la familia, por eso digo que, en un momento, la droga terminó siendo la dueña de la empresa y decidía para dónde íbamos. Gracias a Dios no toqué fondo, ni tuve serios problemas de salud, todo lo que me debería haber pasado y logré darme cuenta a tiempo.

-¿Cómo es tu presente?

Soy un difusor incansable que repite infinitamente que el consumo de las drogas no tiene nada de bueno. Si pudiste no probarlas, no las pruebes; y si las probaste y creés que las podés manejar, estoy seguro que no es así. Es una enfermedad crónica, hasta el día de hoy voy, una vez por semana, a un psicólogo para charlar sobre el tema. La recuperación es posible y el primer paso es pedir ayuda. Nada bueno hay en las drogas, la cocaína genera un estado donde uno cree que obtiene una serie de beneficios y no es así.

-¿Qué tipo de beneficios?

-Pensás que podés tener más fluidez para hablar, que se pueden resolver problemas que no se resuelven fácilmente, imaginar cosas creativas que, al otro día, te das cuenta que no lo son tanto, y hasta creer que se puede tener una mejor performance sexual. Nada de eso sucede.

Palazzo reconoce que “cuando te alejás de la droga, también te alejás de algunos grupos con los que sólo te unía el consumo. Ya perdí varios amigos, porque muchos llegan a un momento de hartazgo, vergüenza por las cosas que llegan a hacer y se dejan estar con una enfermedad. Algunos se suicidan o sufren un accidente. Cuando uno se da cuenta de todo eso, no se puede discutir nada más”.

Con su banda Los Mentidores, José Palazzo despunta su pasión por el blues
Con su banda Los Mentidores, José Palazzo despunta su pasión por el bluesSantiago Cichero/AFV

La vidente de Axl

“Me dijeron que Axl Rose llegaba siempre tarde, pero, inesperadamente, arribó al Orfeo de Córdoba a las 20.30. Estábamos felices y nos tranquilizamos, porque el estadio estaba lleno de bote a bote. Sin embargo, se hicieron las 23.30 y Axl no salía del camarín. A la medianoche, como la gente tiraba cosas al escenario, me dio un ataque de nervios. Llegué a patearle la puerta del camarín, me tuvo que sacar la gente de seguridad. ´Que salga ya este hijo de puta porque la gente nos va a romper todo´, me acuerdo que gritaba a quien me quisiera escuchar. En medio de ese caos descubro a una persona que hablaba en portugués. Me explicaron que era la líder espiritual que le aconsejaba cuál era el minuto ideal para salir a escena y en qué momento no debía hacerlo. La agarré del hombro y le dije: ´Decile que salga ya porque nos matan, tenemos diez mil personas esperando´. La mujer intercedió para que finalmente comenzara el show. Dependimos de la vidente para poder empezar”.

-¿Cuándo escribirás un libro?

-Cuando tenga tiempo libre voy a escribir Del interior al interior, con todas mis anécdotas de giras.

-¿Tendrás tiempo?

-Es mi asignatura pendiente.

Fuente: Pablo Mascareño, La Nación