Lo cierto es que la ciudad de Mardin está increíblemente conservada y su arquitectura mantiene una misma sintonía. Con tonos muy cálidos donde predominan los marrones, caramelos y anaranjados, los lugares que se destacan son la mezquita Ulu Camii, iraquí selyúcida construida en el siglo XII, situada en el centro urbano.

Uno de los atractivos más visitados por los turistas está el alminar, una torre extensa con forma de misil de piedra que tiene escrituras del Corán con caligrafías clásicas y que forma parte de la mezquita principal de la ciudad.

Desde las casas hasta los grandes monumentos, todos los edificios son increíblemente bellos. El casco antiguo reúne a los visitantes que comienzan el recorrido de la ciudad por la calle Cumhuriyet, que resguarda los mejores mercados del lugar, con particularidades como las clásicas alfombras tejidas hasta los típicos recuerdos del lugar que los lugareños tallan en las piedras para que los viajeros lleven a sus hogares.

Lo cierto es que esta ciudad resguarda retazos de diferentes culturas, dado que en distintos períodos de la historia la habitaron turcos, asirios, árabes, armenios, kurdos y caldeos. Todos dejaron algo de su esencia en cada rincón de Mardin. Fue así que en el tiempo se la apodó «ciudad de las lenguas», por la diversidad de idiomas que se escuchaban. Hoy predominan el turco y el árabe.

La ciudad está dispuesta de manera tal que las casas se alinean de forma paralela sobre la colina, mientras que la pendiente entre ellas se conectan mediante escaleras y unos pasajes llamados abbara, que sirven para acortar camino, pequeños atajos que permiten conocer la esencia del lugar.

A pesar de que la ciudad de Mardin no se encuentre dentro de los circuitos turísticos convencionales, es considerada como una de las más emblemáticas de la zona. Aquellos visitantes que busquen llegar a este destino podrán hacerlo desde Diyarbakir, la capital kurda, para así acceder fácilmente a la increíble y tradicional ciudad de Mardin.

Fuente: Infobae