Cuando Isidore Ducasse, el Conde de Lautréamont, emigró de Montevideo a París, alquiló una habitación y antes de morir prematuramente por una fiebre absurda publicó los Cantos de Maldoror, anticipó en ese acto el surrealismo, el dadaísmo, el decadentismo y demás «ismos» de las vanguardias artísticas del siglo XX.
Buscamos huir de ella, pero puede ser una aliada a la hora de combatir el caos.